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Por - 06 de Mayo 2016
En CONtexto ganadero queremos rendirle homenaje a aquellas madres que trabajan en el sector rural y dejan a un lado situaciones como el machismo o la violencia para seguir formando familias y país. Estas son algunas historias de vida.
En CONtexto ganadero queremos rendirle homenaje a aquellas madres que trabajan en el sector rural y dejan a un lado situaciones como el machismo o la violencia para seguir formando familias y un país. Estas son algunas historias de vida. Un buen día, Máximo Rafael Móvil Mendoza, compositor vallenato de San Juan del Cesar, escribió una canción llamada ‘Mujer conforme’, en ella relata la historia que muchos campesinos colombianos han tenido que vivir: salir de casa, emprender un camino y vender los productos que la tierra deja, mientras que su esposa e hijos lo esperan. Hoy el autor tendría que pensar en otra letra e incluso un nombre distinto para su obra. La razón es sencilla: además de criar unos hijos y estar al tanto de los quehaceres del hogar, cada vez son más las mujeres que tomaron las riendas del negocio rural y se encargaron de sembrar un futuro próspero, a pesar de factores como la violencia o la economía. (Lea: Las mujeres se abren un espacio y dejan huella en el campo) La vida en el campo es difícil, pero no imposible “Hace 34 años fui madre por primera vez, la última fue hace 22. Dividirme entre las labores del campo, los hijos y la casa era complicado porque todo había que hacerlo al mismo tiempo. Tenía que ordeñar la vaca y mientras tanto dejar la niña al cuidado de mi esposo y luego volver a hacer el almuerzo para los obreros. Junto, todo es difícil porque uno tiene que estar en constante movimiento y evaluando cómo se van a hacer las cosas; si un día no salió bien, mañana seguiremos intentando hasta que salga todo bien”, comentó María Dominga Moreno Torres, campesina en Ventaquemada, Boyacá. Para ella, tal vez lo más difícil que ha vivido tras convertirse en madre 5 veces es la zozobra que genera dejar a un hijo al cuidado incluso de extraños, o que se queden solos, mientras trabajaba para conseguir el sustento diario. “La vida del campo es muy dura, a pesar de que se tenga educación. El trabajo que se desarrolla es arduo, es difícil hacer rendir el dinero, prácticamente se puede decir que no hay un agradecimiento en esta actividad porque el intermediario es el de la plata. Pero con esfuerzo y sacrificio se forma familia y ese es un mensaje que siempre le doy a mis hijos”, comentó. (Lea: Mujeres ganaderas de Putumayo se destacan por su labor en el sector) La violencia, una piedra dura de correr Bien dicen las madres: “Lo único que les dejo a mis hijos es la educación”. Por eso, el principio de toda figura materna es evitar que sus hijos pasen por sus mismas dificultades, así lo expresó Gissella Carolina Huérfano Baquero, ganadera en Acacías, quien quedó viuda a causa del conflicto armado en el país y a partir de ello se encargó de su hija y de su finca. Es mamá desde hace 19 años y heredó el predio de sus padres. De sus 3 hermanos, ella se considera la más apasionada por la ganadería, sentimiento que se despertó una vez obtuvo su primer ternero. Luego viajó a la capital del país y se formó como administradora de empresas, al volver, ocupó un cargo público en Acacías, allí conoció a su esposo, con quien tuvo a su única hija. “Me casé en 1996 y en 1997 me convertí en madre. Mi mamá siempre ha sido mi soporte, mientras yo asumía las responsabilidades que implica la finca, ella me ayudó a criarla porque siempre estaba en Bogotá, allí se le inculcó mucho amor por las razas criollas. Es tal su gusto que su proyecto profesional es ser médica veterinaria”, dijo. Uno de los momentos más difíciles por los cuales pasaron Gissella y su hija fue el conflicto armado que había en el país en ese entonces. (Lea: El 5,5 % de la población colombiana está en el campo) “Estábamos en una situación caótica porque estaba el presidente (Andrés) Pastrana. Me llamaba el señor Darío, del frente segundo de las Farc a extorsionarme, hasta que me cansé y me fui a vivir a Bogotá en el año 2000, la violencia me sacó y además me quitó a mi esposo cuando estaba entrando a la finca. Retornamos cuando subió (Álvaro) Uribe y ahí renacimos como ganaderos”, manifestó. El sentimiento es de “verraquera”, como ella lo expresa, porque sigue adelante, encargada del cuidado de sus padres y esperando el retorno de su hija para que se convierta en profesional del sector agropecuario. Hoy día vuelve a sentir esa zozobra, ese miedo a que le sigan extorsionando, a que le hagan daño a su hija y a perder lo que un día construyó con su familia. “Hoy estamos en las mismas, pero el problema más grande es la delincuencia, no sabemos qué hacer con esas políticas gubernamentales porque se está jugando es con el futuro de nuestros hijos y del campo. Refugiarse en Bogotá no es lo ideal, lo mejor es estar en el campo y hacer parte del cambio. Vale la pena formar una familia aquí, aunque es difícil, pero se transmite el amor por la tierra y se aprende a valorar un poco más”, manifestó Carolina. El machismo, un ideal que desaparece con el tiempo Una de las barreras que ha tenido la mujer en el sector rural es el desarrollo de tareas que habitualmente han estado a caego de los hombres. Móvil Mendoza lo había dejado muy claro con su ‘Mujer conforme’, era ella quien esperaba a su esposo con sus hijos en la casa, mientras él vendía lo que la tierra le daba. (Lea: Fedepalma premió la creatividad visual y el empuje femenino) María Patricia Rodríguez es presidenta de la Asociación de Mujeres Emprendedoras de Guatavita. Tiene 2 hijos de 14 y 12 años y afirma que dividirse entre el campo, el hogar y la crianza “fue algo difícil”, porque justo antes de que naciera su primogénita se trabajaba en la conformación de esta colectividad. “Estábamos en ese proceso cuando nació mi hija y tenía una dificultad en los pulmones. Ella duró mucho tiempo hospitalizada en Bogotá y por fortuna conté con el apoyo de mi esposo. En ese tiempo tuvimos que parar por unos meses el trabajo en la asociación, luego volvimos a retornar a nuestras labores”, precisó. Para ella, lo más difícil ha sido hacerle frente al machismo, “siendo mujer creo que se pueden gestionar proyectos de una forma más fácil, pero dentro de la misma zona eso genera inconformidad, porque la sociedad todavía no asimila que una pueda ser líder y consiga recursos”. El primer paso para dejar atrás ese pensamiento fue la asistencia técnica y las asesorías para la elaboración de alimentos con derivados lácteos. Iniciar el proyecto llevó su tiempo, según ella los productores de leche no confiaban en la colectividad ni el pago a tiempo por el insumo. “Con el tiempo a la gente les hemos dado a entender que aquí prima el cumplimiento y la responsabilidad. Nosotras le acopiamos la leche a 70 productores y hoy hemos podido demostrar que sí podemos hacer las cosas bien”, agregó. Entre las labores de estas empresarias está el despertarse a las 5 de la mañana para preparar el desayuno, alistar a los niños y que vayan al colegio, cocinar el almuerzo para que los esposos lo consuman en sus lugares de trabajo, hacer algo de orden en el hogar e iniciar labores a las 8 de la mañana. (Lea: Buscarán potenciar y fortalecer a la mujer cafetera) “Siempre he tenido el apoyo de mi esposo, por eso puedo ir a reuniones o llevar documentos importantes a Bogotá; pero eso es complicado porque no siempre hay recursos económicos o la paciencia. Pero creo que en el campo hay futuro, siempre y cuando nos organicemos. Hace 15 años las cosas eran diferentes, dependíamos muchas veces de los hombres, hoy generamos empleo y hay una motivación social”, puntualizó. Para todas ellas el mensaje es claro: el hecho de ser mujeres campesinas no significa que no puedan realizar labores que hace unas décadas se pensaban exclusivas para los hombres. Hoy ellas son ejemplo de superación, de esfuerzo y de tesón. Además, por su paso dejan semillas importantes: nunca desfallecen, son valientes y mantienen a la familia unida. Hoy no se conforman y buscan una “vida sabrosa”, cambian su situación, a veces su felicidad es doble, pero lo cierto es que ellas “merecen muchas cosas”.
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