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Por - 22 de Agosto 2016
A la ganadería se le ha atribuido gran parte del impacto ambiental en las fuentes hídricas, sin reconocer los esfuerzos que han hecho los productores y los expertos para tratar de mitigar las afectaciones. Desde hace varios años, el sector pecuario ha sido señalado como uno de los principales responsables del daño que ha hecho el ser humano al medio ambiente. El efecto invernadero, la tala indiscriminada de árboles, la desaparición de ríos y lagunas, entre otros problemas, se han achacado a la ganadería. Esta idea fue reforzada por un informe publicado en 2006 por la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación, FAO, en el cual concluyó que el sector contribuye a la degradación de los suelos y la contaminación del agua. El tema ha cobrado relevancia en las últimas semanas por el aumento en los niveles de salinidad en la Ciénaga Grande de Santa Marta, que ocasionó la mortandad de 20 toneladas de peces en lo que va corrido del año. (Lea: Ganadería no produce el 20 % de gases contaminantes en Colombia) Varias familias pesqueras que viven cerca de la ciénaga se quedaron sin sustento económico, lo que llevó a las autoridades del municipio de Sitionuevo a declarar la calamidad pública. En medio del drama que viven los habitantes de la zona, unos y otros empezaron a echarse la culpa por el descuido de la Ciénaga. Mientras que la Corporación Autónoma Regional del Magdalena, Corpamag, ha sido cuestionada por su falta de capacidad para evitar el desastre, otros culpan a sectores como el ganadero. Si bien es cierto que las acciones indiscriminadas de productores y mineros han sido una de las causas de la tragedia ambiental, Roberto Herrera, representante legal del Comité de Ganaderos de Pivijay, lamentó que se acuse tanto a la actividad pecuaria. “Lo que más afecta a la Ciénaga es el agua salada. Se equivocan cuando dicen que el ganado es el que más daña a la Ciénaga. En invierno, los ganados pasan a tierras altas, y cuando inicia el verano en enero, vuelven a las tierras bajas. Ahí comen los pastos que crecieron durante las lluvias, por eso no hay ninguna afectación”, explicó. Otra cuenca hídrica que ha estado en riesgo de desaparecer en los últimos años ha sido la laguna de Fúquene. Los ambientalistas también han manifestado que la ganadería ha provocado la disminución del nivel del agua. Para Patricia Escobar, presidenta de la Asociación de Ganaderos del Valle de Ubaté, atribuirle la culpa a la ganadería del deterioro de la laguna de Fúquene es “absurdo”, pues esta actividad consume menos agua y daña menos el medio ambiente que, por ejemplo, los vehículos que transitan en los municipios aledaños. “La vaca consume menos agua y genera menos gases contaminantes que una moto, que produce más monóxido de carbono”, sostuvo. El papel de las CAR Al otro de la balanza, está la gestión de las Corporaciones Autónomas Regionales, tanto de Cundinamarca como del Magdalena, que han sido objeto de señalamientos por mala gestión, corrupción y obras inconclusas. Escobar criticó la actuación de la Corporación Autónoma Regional de Cundinamarca, CAR, en su rol como protectora de la laguna de Fúquene. (Entrevista: “Evaluaremos descuentos en cobros por concesión de agua”: CAR) “Las obras de la CAR han hecho que la laguna se siga secando y nos cobran millonadas por el mantenimiento de la laguna que no se ve. Todo se va en burocracia y estudios, y no se ven soluciones concretas. (...) Lo que hace la CAR es destruir las fuentes hídricas y los reservorios”, aseguró la funcionaria. Añadió que los ganaderos de Ubaté han defendido la laguna y denunciado los atropellos en contra de este importante recurso. También se refirió a los estudios que ha pagado el Gobierno desde hace más de 15 años, sobre todo a la Agencia de Cooperación Internacional Japonesa, que contempló 4 soluciones para recuperar la laguna. “Hace varios años el Gobierno pagó un estudio a los japoneses, que hicieron un análisis de cómo salvar la laguna. Pero entre el Gobierno y la CAR se pasan la pelota el uno al otro y se gastan la plata sin seguir las sugerencias, haciendo que el abandono sea cada vez peor”, dijo. Sobre la Ciénaga Grande, Herrera lamentó la gestión de Corpamag y atribuyó gran parte de la afectación ambiental de este cuerpo de agua a la ineficiencia de la corporación. “En vez de hacer canales para que los pescadores puedan ir a pescar, lo que hicieron fue levantar un muro de contención en el que se gastaron más de $4.100 millones”, puntualizó. También criticó el contrato que suscribió la Corporación en diciembre de 2014 por más de $80 mil millones con la empresa Servicios de Dragados y Construcciones. Al día de hoy, los caños siguen sedimentados. Los ganaderos contribuyen a la conservación del medio ambiente Andrés Zuluaga, coordinador del proyecto Ganadería Colombiana Sostenible, explicó que en los ecosistemas acuáticos y lacustres se tienen que pensar no solamente en el cuerpo de agua sino en todo aquello que lo rodea. (Crónica: La finca ganadera que contribuye a la conservación de los páramos) “Las quebradas, los nacimientos, los humedales, los ríos, las lagunas, tienen funciones muy importantes, desde proveer agua hasta regular todo el ciclo hídrico de algunas regiones”, dijo. Aclaró que todas las actividades humanas tienen una influencia positiva o negativa sobre los ecosistemas. En el caso del sector ganadero, los impactos pueden ser nocivos o pueden ser parte de la solución a estos impactos. Zuluaga dividió los ecosistemas acuáticos en 2 tipos. Los primeros son los más vulnerables, que deben estar protegidos por barreras y restringidos a cualquier actividad humana por determinación de una Ley. A esta categoría pertenecen los nacimientos y los ríos, que deben estar cercados para permitir la circulación de estos corredores ribereños. Los segundos son sitios sin restricción legal de uso aunque con ciertas limitaciones por su carácter estratégico, como las lagunas y los humedales. (Lea: Sistemas silvopastoriles ayudan a conservación del agua) “En el caso de la laguna de Fúquene o la Ciénaga Grande de Santa Marta, hay toda una red de fuentes de agua, que hacen parte de áreas mucho más grandes que la ciénaga o la laguna propiamente dicha. En este caso, no solo se deben mirar los sistemas de producción a su alrededor sino todos los que están en una misma cuenca, como los ríos y arroyos”, precisó el experto. El coordinador del proyecto GCS señaló que conservar el agua no consiste en la prohibición estricta de tener contacto con ella, sino de hacer un manejo racional de las zonas que se deben proteger. Por ejemplo, no se deben llevar los animales cerca de la ribera para prevenir la contaminación del río y de paso evitar un accidente. En cambio, es mejor llevar el líquido hasta donde están los animales, a través de bebederos sustitutos. Para esto, se puede emplear un sistema con gravedad que permita llevar el líquido de la quebrada o arroyo al potrero. “Queremos mostrar que no necesariamente conservar el agua es no tocar nada, sino más bien hacer un manejo racional de las zonas que se deben proteger, como humedales y páramos. Por eso, se deben tener en cuenta restricciones en sectores como estos, que no deberían explotarse”, sostuvo el experto. Otra solución que propuso el coordinador del proyecto GCS es que los ganaderos aprovechen sectores en el país que en épocas de lluvias están inundadas pero una vez llega la sequía, el agua retrocede y da pasos a terrenos beneficiosos para la actividad pecuaria. “La recomendación es tener sistemas de producción en donde están esos pulsos de agua. Tradicionalmente en departamentos como Córdoba y Sucre, existen esos sitios donde se da trashumancia cuando las zonas altas atraviesan intensos períodos de verano”, precisó. También se pueden implementar sistemas silvopastoriles e incorporar árboles y cercas vivas para la conservación de humedales y las fuentes de agua. (Lea: Con ganadería sostenible se puede contribuir a la conservación del agua) Para el buen aprovechamiento del recurso, se debe limitar el acceso de los animales a las fuentes hídricas, evitando que beban directamente de los afluentes, pues pueden estropear la vegetación que crece junto a los ríos y quebradas, o contaminar el agua con la materia fecal. Zuluaga hizo un llamado para que las diferentes entidades públicas y privadas definan los espacios donde no podría haber ganadería y aquellos donde el sector puede desarrollarse sin amenazar los ecosistemas. “Creo que las CAR y el sector ganadero pueden tener un diálogo para definir cómo podemos producir sin generar impactos ambientales y creo que eso es viable. En el proyecto GCS atendemos 2.700 predios donde hay más de 20 mil hectáreas de bosques que los ganaderos no han tocado”, indicó. Además de estas fincas, Zuluaga destacó los abundantes ejemplos de fincas ganaderas en Colombia que hoy en día ayudan a la conservación de los ecosistemas. En regiones como el Altiplano Cundiboyacense, el Magdalena Medio y la Depresión Momposina, los ganaderos han aprendido el valor de conservar afluentes y árboles nativos, sin dejar de ser rentables. “Los productores han aprendido que los páramos, los humedales y los bosques tienen una gran importancia para sus producciones. Creo que el sector ganadero está abierto a tener un diálogo con el sector ambiental”, remató.
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