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Por - 10 de Febrero 2016
En el Magdalena, principal río de Colombia, la multiplicación de los peces siempre se hizo realidad en los primeros meses del año, pero este 2016, con la sequía provocada por el fenómeno meteorológico El Niño, solo llegó lodo.
En el Magdalena, principal río de Colombia, la multiplicación de los peces siempre se hizo realidad en los primeros meses del año, pero este 2016, con la sequía provocada por el fenómeno meteorológico El Niño, solo llegó lodo. Con los peces, venían los panes, y con el trabajo del primer trimestre, los pescadores tenían para subsistir todo el año. "En los almacenes te prestaban, porque sabían que llegaría la subienda", dice a la AFP Juan Carlos Díaz, de 48 años, sobre esta época anual de migración de peces remontando el río. "Hay gente que se ha quedado sin recuperar empeños, sin pagar deudas... no hay plata para eso, ni siquiera para los impuestos", apunta Hugo Granados, de 67. Ambos están en un muelle de Honda, Tolima, una localidad pesquera de unos 26 mil habitantes en el Valle del Magdalena Medio, rodeada de montañas. Estaban acostumbrados a que para la subienda llegara gente de todo el país a cargar pescado, pero "ya no hay. No hay nada", repiten. (Lea: Suministro de pescado caerá un 50 % por El Niño) Bocachicos, bagres o nicuros llegaban por millones y se acumulaban entre Honda y La Dorada, Caldas. "Metías un canasto al agua y salía lleno de bagre", recuerda Alfredo Moreno, de 54 años, otro pescador sin pescado. "A uno lo llaman mentiroso cuando habla de la subienda", sonríe Moreno, como si hubiera tenido la suerte de conocer un milagro. "Hasta teníamos que tirar canoas con sartas de pescado porque había demasiado", exclama. Un bagre de buen tamaño llegó a valer $200 pesos. Hoy, no bajan de los $80 mil. Pero la mayoría son demasiado pequeños. El aumento de 10,85 % del precio de los alimentos en 2015 es otra consecuencia de la sequía que desde hace meses sufre Colombia. En especial, subieron los productos del campo por los estragos que la escasez de agua ha causado en la agricultura. Con una media de 60 centímetros de profundidad, el Magdalena tiene su punto más seco del país en Honda, donde superaba los 2,5 metros, según datos oficiales. La primera arteria fluvial de Colombia se desliza con una tercera parte de su caudal y sólo conserva 10 % de su potencial pesquero, según asociaciones de pescadores. El Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales, IDEAM, afirma que está en sus niveles más bajos en 15 años, pero en Honda y La Dorada dicen que no lo vieron así en décadas. De "orgullo" a "alcantarilla" Este fenómeno El Niño, agravado por el cambio climático, ha provocado en Colombia una intensa sequía y ha sido calificado como "fuerte" por el gobierno. Pero no es el único mal que azota al Magdalena, el río por donde subían los barcos de vapor desde el Caribe hasta el centro del país, fuente inagotable de recursos y motivo de orgullo. Ahora, frente a sus orillas secas y con unas previsiones de lluvias para abril y mayo que no llegan a la mitad de lo habitual para esos meses, los pescadores enumeran sus preocupaciones. (Lea: Consumo de carne baja en Semana Santa y se restablece en mayo) "Los ganaderos secan las ciénagas para convertirlas en pasto", dice uno. "Los mineros echan mercurio al agua", suspira otro. "También nosotros tenemos la culpa porque cogimos el pescado demasido chico", asume un tercero. "Esto va de mal en peor", señala a la AFP el ambientalista Luis Eduardo Hincapié, que ve el río "plomizo" por los residuos industriales. "Nuestras ciénagas de producción de peces están atiborradas de químicos tóxicos y residuos, entre ellos, plásticos", explica desde un "playón" que solía estar cubierto de agua. La deforestación de las riberas de los afluentes ha hecho más difícil mantener la humedad y los arroyos y quebradas que alimentaban el río están "totalmente secos", agrega. "El Magdalena, si no ayudamos a cuidarlo, va para riachuelo", dice Díaz, el pescador que tras seis meses sin lluvia, observa el caudal raquítico del río escoltado por garzas ygarzones, aves de patas finas que no corresponden al lugar. Hay una docena de departamentos que vierten sus aguas negras al Magdalena, explica Hincapié. El verde brillante de sus alrededores se volvió verde mustio o marrón. "Era el orgullo nacional. Ahora, es la alcantarilla del país".
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