Kelly Lácteos más que una empresa, es una tradición familiar

En el año 1991, una historia lechera empezó a cuajarse. En la mente visionaria de Yolanda Isaza Vergel y Horacio Duque López, nacía una empresa familiar que, con tesón y empuje, se convertiría en el pilar de la tradición lechera en la región: Kelly Lácteos.

Todo inició cuando sus propietarios procesaban una caneca de leche de vaca, la trabajaban con sus propias manos y la ofrecían en tiendas y panaderías de los barrios Cuba, Pereira y Dosquebradas, aunque también hacían entregas en el municipio de Caldas en Risaralda, construyendo con dedicación y amor, un legado que hoy perdura.

Lo más gratificante para esta familia, después de 32 años, es que su producto sigue siendo sinónimo de calidad y sabor. Con paso firme siguen sorteando las adversidades propias del mercado y ahora en manos de Kelly, la hija de estos pioneros amantes de la leche y el queso, la historia sigue.

Variedad y calidad de los productos

El trabajo arduo y la dedicación han sido los principales ingredientes en todo este proceso.

En su oferta figuran desde queso cuajada hasta queso campesino con opciones que van desde 80g hasta 5 kg, con la garantía de ser productos bajos en sodio, ricos en proteínas de alto valor, y con el aporte invaluable de calcio de fácil asimilación, así como vitaminas del complejo B, así como vitamina A y D.

Cada trozo de queso producido lleva consigo la historia de una familia que empezó con un sueño modesto y lo convirtió en un legado que se saborea en cada rincón donde llega Kelly Lácteos.

Esta es una tradición lechera que no solo ha resistido al tiempo, sino que ha florecido con la pasión y el amor de aquellos que han hecho de la leche un arte que trasciende generaciones.

Los productos pueden encontrarse en almacenes de cadena o solicitarlos a través de sus redes sociales, los encuentran como @kellylacteos en Instagram y Facebook.