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La verdadera paz no se firma ni se negocia, se construye a diario, entre todos: Lafaurie

Por CONtexto ganadero - 03 de Agosto 2023

José Félix Lafaurie R. presidente ejecutivo de la Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegán) e integrante de la delegación del Gobierno Nacional en la mesa de negociaciones con el Ejército de Liberación Nacional (ELN), marcó unos derroteros para la sociedad, el gobierno y el ELN, cuyo propósito es apuntalar el proceso de paz y avanzar en un acuerdo político y social que se ocupe de lo fundamental: justicia, educación, salud, emprendimiento, cultura.


Con el inicio del cuarto ciclo de negociaciones el dirigente gremial “fijó derrota”, que, en términos marineros, significa marcar el rumbo o dirección que llevan en su navegación las embarcaciones, y que, en este caso, así como cuando empezó en Fedegán, por allá en 2004, fijó con mucha claridad el rumbo que debe tomar el proceso de paz para llegar a puerto seguro.

Y esto es evidente en las siguientes frases que rescatamos de su intervención en el acto de instalación del Comité de Participación Ciudadana y de la iniciación del cese al fuego bilateral, nacional y temporal entre el gobierno de Colombia y ELN, en el que concluyó señalando que “hoy sí es un día de enorme importancia para empezar a construir una posibilidad real de tener un mejor país”. Estas son las frases:

*1- La participación de la sociedad en la construcción de la paz, es la que legitima el proceso.

2- Quien hoy negocia con el ELN no es una comisión representando a un Gobierno, sino un gobierno representando a un pueblo que demanda esa protección.

3- Quiero creer… quiero creer en el compromiso del ELN con el cese al fuego, y el cese de hostilidades a la población civil.

4- Creo si, en el compromiso del Gobierno con dos convicciones: que la paz pasa por la recuperación del campo; y que Colombia tiene condiciones para convertirse en potencia agroalimentaria.

5- Es la enorme oportunidad de alimentar al mundo y repensar el desarrollo alrededor del campo, que exige las transformaciones sustanciales en los territorios, la recuperación del campo como factor de cambio y condición de paz.

6- Fedegán cumplirá el compromiso con la Reforma Rural Integral, es un “sí se puede”, la derrota a la “lógica del terror”, para convencer a Colombia de una paz posible a partir de mejores condiciones para los 14 millones de compatriotas que viven en el campo.

7- Hay que hacer un “gran piloto”, en una región azotada por el abandono, la pobreza y la violencia del narcotráfico -en el Catatumbo, por ejemplo-, en donde se concentrará la presencia y los recursos del Estado, cese al fuego, seguridad, bienes públicos e inversión privada con incentivos tributarios.

8- Cuando Colombia vea los resultados de este desarrollo integral, y la coca empiece a ser desplazada por el reverdecer de la producción agropecuaria, las demás regiones tomarán la iniciativa de potenciar sus propias transformaciones con el apoyo del Estado y del sector privado.

9- A partir de allí se podrá avanzar en un Gran Acuerdo Nacional, un acuerdo político y social que, por fin, se ocupe de lo fundamental: de la justicia, la educación, la salud, el emprendimiento, la cultura. *

Este es la intervención de José Félix Lafaurie Rivera:

BOGOTÁ D. C., 3 de agosto de 2023. Estamos aquí hoy, en un momento clave para la historia del país, pero lo será aún más o de verdad lo será, si dentro de 180 días estamos reunidos nuevamente para prorrogar el Acuerdo de Cese al Fuego Bilateral, Nacional y Temporal que hoy inicia en todo el territorio nacional.

No ha sido fácil. Para llegar hasta aquí hemos firmado 11 acuerdos y nueve protocolos de cese al fuego; pero la paz no se mide por firmas sino por resultados; la paz será el silencio de las armas y, sobre todo, las transformaciones que emprendamos cuando callen los fusiles.

Se puede firmar el cese de la violencia y mil acuerdos más para marcar caminos hacia la paz; pero la verdadera paz no se firma ni se negocia, se construye a diario, entre todos, porque es un asunto de todos.

Por ello, el corazón de los diálogos es la participación de la sociedad en la construcción de la paz, que legitima el proceso, porque no es apenas una graciosa concesión de la Mesa, sino un deber ciudadano y un derecho fundamental de 50 millones de compatriotas.

Ante ellos responderán el ELN y el Gobierno por el cese al fuego, sin abandonar este último su deber constitucional de proteger la vida y todos los derechos y libertades de los colombianos.

Quien hoy negocia con el ELN no es una comisión representando a un Gobierno, sino un gobierno representando a un pueblo que demanda esa protección.

Es la sociedad, hoy fracturada por el poder corruptor del narcotráfico, por la violencia en campos y ciudades, por la desesperanza frente a una paz tantas veces prometida y tantas veces frustrada.

Enorme la responsabilidad frente a lo que hoy nos convoca, que no es precisamente una celebración, sino un pacto por la supervivencia.

Enorme la responsabilidad de devolverle a Colombia la fe perdida, pues la nuestra es una historia de aplazamiento continuo de lo fundamental, para enfrentar una violencia endémica, multicausal y multiforme.

Aun así, pese a nosotros mismos, tengo fe en el futuro de Colombia. Mas no la fe del carbonero, sino la que exige el compromiso de todos, para que hoy sea un día histórico y no el comienzo de otra frustración.

Quiero creer… quiero creer en el compromiso del ELN con el cese al fuego, porque nunca había firmado acuerdo alguno y ha manifestado que cumplirá lo firmado.

Quiero creer… quiero creer en el compromiso del ELN con el cese de hostilidades a la población civil, que hace parte del Derecho Internacional Humanitario y es inherente al principio de participación, pues solo una sociedad libre de toda dominación podrá participar en la construcción de la paz.

Creo si, en el compromiso del Gobierno con dos convicciones en las que, en medio de grandes diferencias, coincidimos plenamente: la primera, que la paz pasa por la recuperación del campo; y la segunda, que Colombia tiene condiciones para convertirse en potencia agroalimentaria.

Son dos convicciones ligadas estrechamente, pues la enorme oportunidad de alimentar al mundo y repensar el desarrollo alrededor del campo, exige las transformaciones sustanciales en los territorios, la recuperación del campo como factor de cambio y condición de paz.

Por eso mismo, señor presidente, cumpliremos nuestro compromiso, el de Fedegán con la Reforma Rural Integral, promesa de valor de su campaña y elemento central de su programa de gobierno.

Este proceso tiene además el compromiso de mandarle a la sociedad el mensaje positivo del “sí se puede”, el mensaje claro de que la fuerza y la “lógica del terror” no van más, y que es mejor el “efecto demostración” de las transformaciones en el territorio, para convencer a Colombia de una paz posible a partir de mejores condiciones para los 14 millones de compatriotas que viven en el campo.

Emprendamos, entonces, un “gran piloto”, en una región azotada por el abandono, la pobreza y la violencia del narcotráfico; en el Catatumbo, por ejemplo.

Pero... ¡Hagámoslo ya! …, no sigamos aplazando las decisiones de futuro.

Concentremos allí la presencia y los recursos del Estado, y en un entorno de cese al fuego, llevemos seguridad, bienes públicos e inversión privada con incentivos tributarios, que la calamidad pública del abandono de esos territorios bien lo merece.

Cuando Colombia vea los resultados del desarrollo integral, y la coca empiece a ser desplazada por el reverdecer de la producción agropecuaria, las demás regiones tomarán la iniciativa de potenciar sus propias transformaciones con el apoyo del Estado y del sector privado.

Y así, para cuando la cocaína sea desplazada por el fentanilo, más barato, más adictivo y producido en laboratorio, ya habremos ocupado los campos con verdadero desarrollo rural; ya nos habremos borrado el estigma de ser el primer productor mundial de coca, y estaremos entrando al escalafón de los principales productores de alimentos.

Solo entonces…solo entonces el país podrá quebrar su historial de aplazamientos y avanzar en un Gran Acuerdo Nacional, un acuerdo político y social que, por fin, se ocupe de lo fundamental: de la justicia, la educación, la salud, el emprendimiento, la cultura y ese largo etcétera cuya carencia está detrás de la corrupción, del narcotráfico y de la inequidad imperante.

Yo tengo fe en Colombia. Hoy no es su primer día de paz; no vale la pena engañar al país y al mundo con anuncios grandilocuentes y promesas vanas, pero hoy sí es un día de enorme importancia para empezar a construir una posibilidad real de tener un mejor país.

Hago votos por que volvamos a encontrarnos en seis meses. El mejor acuerdo humanitario es el cumplimiento riguroso del Cese al Fuego. De ser así, una paz posible se estará asomando en el horizonte de la patria.

Tengo fe en que así será.

¡MUCHAS GRACIAS!

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