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Por - 13 de Enero 2020
Una de las tecnologías de mayor impacto en la región NEA (Argentina) es incorporar pasturas megatérmicas que ofrecen una mayor producción y estabilidad de materia seca digestible. Recomendaciones para incrementar la productividad y receptividad de los sistemas ganaderos.
Una de las tecnologías de mayor impacto en la región NEA (Argentina) es incorporar pasturas megatérmicas que ofrecen una mayor producción y estabilidad de materia seca digestible. Recomendaciones para incrementar la productividad y receptividad de los sistemas ganaderos.
Destacada por su secuencia de ambientes muy diversos, la región NEA se caracteriza por tener suelos muy variados que van desde los arenosos y francos en el oeste hasta los arcillosos y limosos en el este. A su vez, cuenta con un régimen de lluvias que oscilan entre los 800 y 1.500 milímetros desde la primavera hasta el otoño e inviernos secos. (Reportaje: Forraje y pastoreo, conceptos ligados a una mejor producción ganadera)
En este contexto, la producción de pasturas megatérmicas se concentra en el período estival y genera una escasez de forraje durante 100 y 150 días, según el año. Para resolver esto, resulta clave la incorporación de especies de mayor estabilidad productiva y adecuación a los efectos climáticos. Recomendaciones del INTA para elegir la correcta.
Fernando Nenning –especialista en pasturas megatérmicas del INTA Formosa– destacó el uso de especies plásticas debido a su gran poder de adaptación y tolerancia a las diferentes condiciones ambientales, como bajas temperaturas, sequías o excesos hídricos. “Para potenciar las habilidades de estas especies, es necesario la consociación con otras gramíneas o leguminosas”, afirmó.
“Existe un número significativo de forrajeras tropicales de distintas características adaptadas a los diferentes ambientes de la región”, aseguró Nenning para quien “cada una genera un salto productivo en comparación a la vegetación natural, sumado a que muchas brindan servicios ecosistémicos como captación de carbono, fijación de nitrógeno y retención de agua”. (Lea: El aforo, vital para el cuidado de forrajes)
Y subrayó: “Para incrementar la productividad de los sistemas ganaderos de la región, se requiere aumentar la superficie de estas pasturas que, en su mayoría, son más productivas y de mejor calidad que el pasto natural”.
A su vez, el técnico explicó que “implementar un manejo estratégico que incremente su consumo sin afectar su persistencia es otra de las patas que convierte al negocio en más sustentable, sostenible y rentable”.
Una especie para cada ambiente
En este sentido, destacó el potencial de la Grama rhodes (Chloris gayana) por ser una especie que posee once cultivares diferentes y, por ende, un gran poder de adaptación a distintas condiciones ambientales. Además, es perenne de crecimiento estival y de porte erecto de tamaño medio, al tiempo que posee guías que enraízan en los nudos, característica que permite cubrir rápidamente el suelo y competir con las especies nativas. (Lea: Maíz, una alternativa para forraje)
“Esta especie se destaca por su fibroso y vigoroso sistema radicular que le confiere cierta resistencia a la sequía”, detalló el técnico, quien recalcó la capacidad para adaptarse a los suelos arcillosos y la tolerancia al frío, a las sequías y a la salinidad. “Se reproduce por semillas y es de rápida implantación, con muy buena resiembra natural”, agregó Nenning.
Asimismo, esta especie presenta rebrote en el invierno, cuando la mayoría de las forrajeras se encuentran secas, y se observa verde en gran parte de esta estación. En caso de heladas, su parte aérea se seca, pero es de rápido rebrote cuando las temperaturas aumentan.
En cuanto a los cultivares diploides como Katambora, Finecut y Reclaimer, entre otras, el especialista del INTA los describió como del grupo de bajo porte, con mayor plasticidad, mientras que los tetraploides como Callide y epica INTA-Peman son de mayor porte, pero requieren suelos de mayor fertilidad. (Blog: Forraje, el futuro de la ganadería)
Ante la disponibilidad de suelos arcillosos de baja fertilidad, Nenning recomendó utilizar un cultivar diploide, ya que, si bien ambos grupos se desempeñan en suelos arcillosos, no son buenos en tolerar largos períodos de encharcamiento.
Con respecto a la especie Dicantio erecto (Dichanthium aristatum), Nenning la consideró una especie perenne que crece formando matas no muy grandes, muy agresiva, persistente bajo pastoreo continuo y muy tolerante a sobrepastoreo. “Posee alta producción de semillas y muy buena resiembra natural, muy palatable y de buen valor nutritivo”, detalló.
Si bien es una especie lenta en primavera para rebrotar, encaña rápidamente a fines de verano cuando florece y disminuye su calidad, pero con tallos finos y muy buena aceptación por parte del ganado como diferido. Prospera en suelos de textura media a pesada o arcillosos, de fertilidad media. “No persiste en suelos arenosos o salinos y soporta períodos cortos de anegamiento”, explicó el técnico del INTA. (Lea: Así se difieren los forrajes)
Por su parte, el Dicantio rastrero (Dichanthium caricosum) es una especie perenne de crecimiento estolonífero que rápidamente cubre el suelo formando un tapiz completo y denso. Florece semanas más tarde que el Dicantio erecto y tolera un poco más el anegamiento y los suelos de menor fertilidad.
En cuanto al Pasto tangola – Braquiaria híbrida, Nenning indicó que “Tangola, Tangola 161 y Tangola 162 son tres materiales forrajeros rastreros que no presentan semillas viables y cuya reproducción se realiza mediante segmentos de tallos denominados comúnmente guías”.
Si bien florecen en el otoño, lo hacen sólo algunos años mostrando muy pocos ápices florales. “Este comportamiento de las plantas permite extender su etapa vegetativa/crecimiento hasta casi la entrada del invierno, lo cual maximiza la producción de hojas y mejora su calidad forrajera”, destacó Nenning. (Lea: 5 principios de aprovechamiento de los forrajes)
Se trata de una especie que crece durante primavera, verano y otoño; las bajas temperaturas del invierno reducen su biomasa verde, se secan con las heladas, pero rebrotan rápidamente cuando aumenta la temperatura. La longitud de sus guías puede alcanzar varios metros, conformada por nudos distanciados cada 10 a 15 cm que enraízan y generan macollos fácilmente cuando toman contacto con el suelo húmedo o el agua.
“Esta característica le otorga fuerte agresividad y facilidad para colonizar y generar buena cobertura en ambientes con anegamientos de poca profundidad, al tiempo que le permite competir muy bien con la vegetación natural”, reconoció el técnico de Formosa.
En cuanto a los ambientes ideales de desarrollo, el especialista indicó que “los tres materiales forrajeros poseen un comportamiento muy plástico y se adaptan a una amplia gama de texturas y fertilidad de suelos”. Son ideales aquellos sitios de suelos arcillosos con alternancia de encharcamiento, como pajonales, palmares, espartillares etc. (Lea: ¿Es conveniente el exceso de sombra sobre los forrajes?)
Por su parte, la Aeschynomene es una leguminosa nativa de América del sur, de ciclo anual o bianual, de porte erecto. Es muy palatable, de buena calidad nutritiva, que se adapta a suelos arcillosos con anegamientos temporarios y precipitaciones superiores a los 800 mm anuales. Se consocia bien con especies como Grama rhodes, Dicantio y Gatton panic.
También está la especie Melilotus (Melilotus albus), una leguminosa muy utilizada en consociaciones. “Puede incorporarse junto con las megatérmicas al momento de la siembra o intersembrarse con lotes de pasturas ya implantadas”, indicó Nenning, quien agregó: “Esta especie, además de producir pasto de calidad a la salida del invierno, aporta nitrógeno atmosférico al suelo que será aprovechado por la gramínea”.
La planta tiene un crecimiento invernal, florece en septiembre, fructifica en octubre y luego muere. Su germinación comienza en abril y reinicia nuevamente su ciclo. “Ofrece pasto cuando las megatérmicas no lo hacen, permite lograr una buena cadena forrajera y, combinada con Aeschynomene que es de crecimiento estival, asegura cadenas forrajeras de leguminosas durante todo el año”, explicó el técnico.
“La inclusión de leguminosas en una pastura otorga ventajas directas sobre el animal, debido al aporte de proteína a la dieta y al sistema en general”, concluyó Nenning.
Fuente: INTA.
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