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Por - 01 de Junio 2020
Una familia del Meta busca adaptarse al cambio climático restaurando sus bosques para prosperar junto a la naturaleza y de paso aumentar sus ingresos.
Ubicada en San Martín, Meta, desde hace 12 años, la finca La Bendición toma vida cada madrugada con Edilson, guiando su ganado hacia el ordeño. Ahí extrae su principal medio de ingresos, un promedio de 25 litros de leche que le vende a una marca grande en Colombia, la cual busca los insumos de la mejor producción ganadera posible. (Blog: ¿Cuál es el futuro de los bosques tropicales?)
Después del encuentro con el camión lechero, a media mañana, el ganadero identifica el espacio más apropiado para que sus animales se alimenten, y los libera en una de las áreas de rotación de pastos. Sabe que es necesario que su ganado coma de diferentes parcelas para no sobreexplotar su tierra. Luego recorre la finca eliminando plagas y enfermedades de sus franjas en proceso de reforestación. Cuida que los límites estén en buen estado, desayuna con Roxana, su esposa, y quien los acompañe, y termina su jornada haciendo diligencias relacionadas con su actividad ganadera.
Edilson es uno de los casi 4000 ganaderos beneficiados por el proyecto GCS. Durante los diez años de proyecto, los ganaderos recibieron asistencia técnica para la transición hacia una ganadería resiliente al cambio climático, en áreas de alta vulnerabilidad socioeconómica. Esto se traduce en tres aspectos principales: mejor calidad de vida en forma de ingresos y productividad; mitigación de cambio climático en forma de deforestación y emisiones evitadas; y salud ecosistémica en forma de protección de hábitat y biodiversidad donde están ubicadas las fincas.
El proyecto GCS convenció a Edilson de que sembrar árboles, unos dispersos, otros en cercas vivas, funciona muy bien para protegerse del clima. Estas barreras naturales frenan el viento que dispersa plagas devoradoras de los arbustos que mejor nutren sus animales. “Las franjas de cerca viva filtran el mión, y así se protege el botón de oro, que es lo que más les gusta a las vacas”, señala el productor. Con esto, Edilson aprendió a seleccionar una alimentación óptima, reduciendo el impacto sobre la tierra. (Blog: Viaje al futuro de los bosques tropicales)
Los aprendizajes han sido progresivos, pero de largo alcance. Los sistemas silvopastoriles han sido el vehículo más próximo para salir poco a poco de la pobreza en que estaban sumidos Edilson, Roxana y su familia desde que fueron víctimas del conflicto armado. Los Ortiz pasaron de no tener nada y verse obligados a trabajar en Bogotá “en lo que saliera”, en palabras de Edilson, a ser beneficiarios del programa y tener su propia ganadería, y una segura vocación por la conservación de la naturaleza.
Con el capital que les dejó su paso de un lustro por Bogotá, la familia se preparó para reiniciar una vida en el campo. Han sido 12 años donde el aprendizaje a base de prueba y error con la producción ganadera, el cuidado de la tierra y los sistemas agroforestales les ha enseñado a estos campesinos llaneros que, aunque las prácticas del pasado eran efectivas para rentabilizar la tierra, hoy por hoy son inviables por cuenta de la variabilidad climática. Los animales quedan malnutridos porque no tienen alimento suficiente, o, en el peor de los casos, mueren por una combinación de clima extremo, deshidratación y desnutrición.
Los Ortiz encarnan otra lección del proyecto: los pequeños productores son más receptivos a transformar la ganadería en una producción más eficiente y responsable, ambientalmente hablando. Están abiertos a cambiar sus prácticas si esto representa un impacto positivo en sus fincas. (Lea: Pérdida de bosques se ralentiza y áreas protegidas aumentan)
“Una mirada previa nos hace pensar que los ganaderos de grandes extensiones tienen más poder para conservar mayores áreas. Pero en la práctica esto es una apreciación errada, ya que este tipo de productores se preocupa menos por el efecto del clima sobre sus fincas, debido a que el impacto que reciben, proporcionalmente, es inferior al de los pequeños ganaderos”, destacó Yadi Lorena Duarte, Profesional de Operaciones del Equipo GCS en la Regional Piedemonte Orinocense, en el Meta. “A un ganadero con 100 o 200 cabezas no le duele tanto la muerte de un animal como a un productor que tiene 10 o 15”, añadió. Eso, sin tener en cuenta, además, que la inversión que requieren estas medidas puede ser exponencialmente más costosa y de muchísimo más trabajo en fincas de grandes extensiones.
Edilson maneja 19,6 hectáreas, donde ha implementado sistemas silvopastoriles con el fin de tener una producción ganadera responsable, evitando deforestar y obteniendo una mejor alimentación de sus animales. Pasó de tener dos novillos, en el inicio del programa, a más de diez, gracias a una buena genética y un cuidado minucioso de la salud de sus animales. El ganadero le atribuye su éxito a la asistencia técnica que lo asesora en cada etapa del camino y se asegura de que no se desmotive, debido al exigente trabajo que implica introducir estas medidas agroforestales a largo plazo.
El productor es enfático en señalar la importancia de los técnicos que acompañan la implementación en cada finca. “Como uno se demora en ver resultados, se desmotiva rápido. Los técnicos (extensionistas) que les hacen seguimiento a las fincas llevan cada proceso en la cabeza y tratan de que uno no se rinda; traen soluciones”, dice. (Lea: Cómo lograr que un bosque ofrezca múltiples beneficios)
Para el llanero, la clave del programa está en tomar consciencia de que la producción ganadera se puede proteger y trabajar sosteniblemente. Así mantienen la productividad en sus manos, ya que dependen menos de las estaciones. “El clima está muy impredecible y eso hace más difícil la siembra, pero si planto cerca viva o árboles dispersos, ellos reducen esos impactos sobre mi tierra, y mis animales están protegidos”, observa Rosalba. El cambio en los patrones meteorológicos de la región ha hecho que las sequías o las temporadas de lluvias sean muy prolongadas.
Ese cambio ha afectado a los Ortiz con la agricultura porque ha hecho más difícil calcular el tiempo que exige cada ciclo. La siembra y la cosecha se han vuelto un problema porque no pueden sembrar cuando hay demasiada lluvia, y la siembra no crece cuando la sequía es excesiva.
Ahora, que ellos ya no puedan calcular bien el clima hace que los silvopastoriles los lleven a posicionarse como innovadores, y a mejorar sus prácticas. El efecto se nota especialmente en el alimento de las vacas, en consecuencia, en la produccion ganadera. La familiaintrodujo medidas sostenibles para descompactar el suelo o evitar la deforestación, han aumentado la calidad del pasto y han evitado deficiencias nutricionales en el ganado. Hay una idea clara de que la ganadería no sostenible, no planificada, no puede continuar. (Lea: Los 7 secretos más preciados de los bosques)
A la dificultad del clima se suma una baja fertilidad de los suelos, compactados y muy ácidos, donde cuesta mucho la actividad agrícola. Esto hace que cualquier ejercicio de siembra sea una apuesta de mucho riesgo. Fácilmente, una producción se puede perder en una época de sequía o de lluvia. Además, carecer de formación comercial los pone a merced de los mercados y una fijación arbitraria de precios, lo cual hace que establecer otro tipo de cultivos sea considerado mal negocio.
Para Edilson, los aportes de los sistemas silvopastoriles a los esfuerzos de conservación son un beneficio secundario de la implementación de las medidas. El catalizador de su esfuerzo por lograr una producción ganadera sostenible es que la buena salud de sus animales le permite mejorar su situación económica. “Todo lo que produzco lo invierto en mejorar las condiciones lecheras de mis vacas”, dice Ortiz.
Yadi explica uno de los motivos de este pensamiento: “El llanero es muy tradicional y es difícil que cambie sus métodos de acción si no ve resultados claros y concretos”. Por eso, la finca La Bendición es un ejemplo dentro GCS, su historia de implementación de una producción ganadera sostenible ha sido tomada como ejemplo para llevar nuevos beneficiarios en las últimas etapas de inscripción del proyecto. (Lea: Ganadería en el bosque, la nueva opción sustentable)
Aunque pareciera que la de los Ortiz es una motivación común de ganadería desconectada de los esfuerzos de conservación, el aporte de los extensionistas es ayudarnos a comprender el contexto en el que surgen las necesidades de los productores y del proyecto, así como las medidas agroforestales correctas. “Estos productores no tienen una cultura de la autobastecimiento: todo lo que producen las fincas se va a comerciar para comprar víveres y subsistir”, señaló Yadi.
La percepción que tienen estos ganaderos es que sembrar mal y equivocarse puede convertirse en un problema de vida y muerte fácilmente. Ya que el riesgo de volver a un espiral de pobreza es una posibilidad real, estos productores intentan minimizarlo a través de sistemas silvopastoriles que cuiden su principal fuente de ingresos, su explotación.
El ejemplo de Los Ortiz es una de las caras visibles de las virtudes y las dificultades de los compromisos con la conservación. (Lea: Ganadería sostenible puede ayudar a conservar bosque seco tropical)
Fuente: TNC Colombia.
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