Así se va a comportar el clima en diciembre: tres regiones de Colombia bajo alerta
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Por CONtexto ganadero - 06 de Marzo 2023
La historia de El Llano SAS, empresa que se dedica a la comercialización de insumos agropecuarios y elaboración de productos lácteos comienza en 1993 en el norte de Antioquia donde los ganaderos no sabían qué hacer con la leche que no les compraban.
En Yarumal los ganaderos perdían su leche. Nadie les compraba y, en medio de la desesperación, la arrojaban a la quebrada. De aquella crisis nació la idea de Aydee Botero y su esposo Fernando de crear una empresa solidaria y exitosa que ha sacado adelante a los campesinos de la región.
Empezaron ayudando a tres familias campesinas de su comunidad comprándoles la leche sin saber a quién se la iba a vender ni cómo iba a hacer pero “me sentía feliz de recibir la leche de los clientes que no tenían dónde venderla”.
Recuerda que era leche en caneca y no en las mejores condiciones higiénicas y de inocuidad y con enormes dificultades para recogerla porque las carreteras eran muy malas y los fletes resultaban demasiado costosos, “perdíamos plata todas las quincenas y tocaba irle a tocar la puerta al banco cada quincena”.
Treinta años después ella con su empresa Llano SAS comercializa la leche de 1.500 familias productoras y el norte de Antioquia está presente en productos por todo el país. La empresa creció, capacitan a los clientes, los bancarizan a todos con la ayuda que les dio Bancolombia.
Aydee creció entre vacas, ordeñando y aprendiendo a cuidar de ellas. Cada una tenía un nombre, personalidad y necesidades específicas. La rutina empezaba muy temprano, en la industria lechera no hay excusa que valga y se necesita precisión a la hora del ordeño, según relato publicado por Bancolombia. (Lea: Productores lecheros de Antioquia recibieron apoyo con insumos)
A principios de los noventa, Aydee empezó a notar cómo muchas personas de la zona le pedían prestado un bulto, alguna herramienta, cualquier cosa y, en medio de la necesidad, se le ocurrió poner un negocio y dejar de estar prestando.
Aunque no tenían el dinero, con la ayuda de su suegro montaron una bodega en el corredor de la casa. Comenzaron a vender insumos agropecuarios. Con el tiempo, y gracias al interés de Aydee en las personas y en el pequeño consumidor, se hizo de buena fama en el sector. Se interesaba en conocer a sus clientes y vecinos de una manera poco común. Les preguntaba por sus vidas, no limitaba sus interacciones a simples transacciones monetarias, sino que intentaba entender a las personas. Confiesa que eso lo heredó de su padre. El respeto era mutuo. La gente los apreciaba y, producto de la confianza y el trabajo duro, el negocio se movía bien.
Todo cambió cuando, durante una de las crisis lecheras que vivió Colombia, un cliente le dijo a Aydee que no tenía cómo pagarle, que lo único que podía darle a cambio era un televisor. Le ofreció llevárselo ese mismo día. Ella no aceptó: la conmovió saber que era el único que tenían y que los niños de su cliente, seguramente, iban a sentir la ausencia. Pero sí se le ocurrió otra manera de recibir los pagos que le adeudaban. A los campesinos no les compraban la leche y, en medio de la desesperación, la arrojaban a las quebradas. Aydee, que no soportaba la idea de que la leche fuera vista como veneno, le dijo a su esposo que iba a aceptar la leche como pago por los insumos. Aunque no tuvieran qué hacer con ella, algo se les iba a ocurrir. Fue ahí, en medio de la desesperación que trajo consigo la crisis, que El Llano comenzaría a surgir.
Tiempo después, buscaría cómo hacer para que vendieran su producto. Hija de una madre que los había sacado adelante ordeñando, Aydee sabía que, si lograba ayudar a los campesinos, ellos seguirían comprando sus insumos y todos saldrían beneficiados de la situación.
Lo primero que hizo fue venderle la leche que recibió a una empresa. Y de ahí en adelante recibía los litros que los campesinos le llevaban, los aceptaba, los vendía y volvía al campesino con un cheque. Se convirtió en una intermediaria. Durante el proceso surgieron algunas envidias que intentaron perjudicar el negocio, sin embargo, sus clientes no la abandonaron. Impulsada por la confianza de la gente, montó un acopio para conservar la leche. Todas las mañanas iba al mercado La Minorista, de Medellín, para comprar hielo y enfriar los litros que le llegaban. Y, a pesar de los contratiempos iniciales y lo rudimentario del procedimiento, ella seguía insistiendo con su idea y la comunidad, que la respetaba, seguía con ella sin importar lo que sucediera.
La lealtad de sus clientes le permitió comprar mejores equipos. Los 1.500 litros de leche que llegó a recolectar en ese tiempo, se convirtieron en 100.000. Ha trabajado con grandes empresas. Su producto se caracteriza por tener una calidad única y Los Llanos de Cuivá son parte importante de la vía láctea antioqueña. (Lea: Herramientas que fortalecerán las zonas lecheras de Antioquia)
Pero el aporte de Aydee a la comunidad no se limitó a únicamente vender leche e insumos agropecuarios. Sabía que si lograba que los campesinos tuvieran más vacas, podrían recolectar más leche, tener mejores ingresos y mejorar su calidad de vida. Una premisa sencilla. El problema era ¿de dónde sacar el dinero suficiente como para financiar este tipo de iniciativas?
La respuesta fue: Bancolombia. El primer banco del país le sonaba como algo aterrador, como una empresa exclusiva para los ricos. Sin embargo, gracias al compromiso que tenían los campesinos de la zona y la fuerza de la comunidad que se había erigido en El Llano, Bancolombia creyó en el proyecto: no solo bancarizó a todos los pequeños productores de la zona, sino que también les dio acceso a créditos con una tasa de interés accesible.
El esfuerzo conjunto llevó a un crecimiento casi que inmediato. A pesar de la resistencia de los campesinos hacia el cambio, por ejemplo, el paso del cheque a la tarjeta débito, no era la primera vez que Aydee encontraba la manera de que la adaptación al nuevo sistema les trajera beneficios a todos. Ya lo había logrado cambiando la manera en la que muchos campesinos limpiaban las canecas en las que recolectaban la leche; en su manejo de enfermedades; en la calidad de la leche que iban a vender. Los estándares de calidad les permitieron competir con mejores precios en el mercado y el acceso a créditos bancarios les dio la oportunidad de mejorar su productividad.
Aydee cree que el éxito de El Llano se debe al respeto que hay entre ella y sus clientes. La admiración que despierta su nombre es muy particular. Es una mujer sencilla, sin mucho afán de gloria o reconocimiento. Habla de El Llano como habla de su familia.
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