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Por - 05 de Abril 2021
Esta es la vida y obra de Álvaro Enrique Aristizábal Mejía, un ingeniero agrónomo zamorano que durante más de 40 años se ha dedicado a la producción ganadera y que desde hace 10 viene aplicando con éxito las enseñanzas de la ganadería regenerativa en su finca Manzanares.
Nació en Medellín el 8 de septiembre de 1946, el séptimo de los diez hijos del matrimonio entre Alberto Aristizábal Moreno y Atahala Mejía Gutiérrez. Según contó, sus abuelos fueron campesinos, pero don Álvaro fue el único de sus hermanos que se dedicó al sector rural.
“Por una crisis económica, mis abuelos se vinieron a Medellín. En mi familia, todos son industriales y comerciantes, yo soy el único campesino de los diez hijos. Teníamos una pequeña finca en Sabaneta y unos tíos tenían una finca un poco más grande donde tenían ganado. Desde ahí empecé a entusiasmarme con la ganadería y los animales”, contó.
De igual manera, su paso en el colegio Jorge Robledo donde cursó hasta el quinto año y donde ingresó a los Scouts, cuya filosofía ha marcado su vida y respeto hacia la naturaleza. (Lea: Lanzan "Pasión por la ganadería", libro en homenaje a Álvaro Aristizábal)
Desde pequeño, se interesó por los negocios y comercializó palomas, peces y perros de exposición, bajo la supervisión de su padre que siempre procuro que primaran los valores y la rectitud en sus negocios. Asimismo fue un apasionado por los caballos desde la época estudiantil.
En 1961, a la edad de 15 años, fue trasladado a Rochester en Minnesota (Estados Unidos), hogar de la reconocida Clínica Mayo, donde le practicaron una cirugía a corazón abierto. Tres años más tarde, luego de superar esta dificultad, se graduó como bachiller en el Colegio Benedictino de Envigado, como la primer promoción de bachilleres de dicha institución en 1964.
En 1965, ingresó a hacer Veterinaria en la Universidad de Antioquia, pero solo cursó el primer año, principalmente porque el programa no le ofrecía todos los conocimientos que deseaba adquirir. (Lea: Para ser ganadero regenerativo, hay que cumplir estas condiciones)
“Veterinaria no me llenaba del todo y ver solamente agronomía tampoco, porque en esa época no existía la carrera de Zootecnia. Además, estábamos en pleno furor de huelgas por el movimiento comunista. Desesperado, empecé a buscar y me acordé de un pariente que había estudiado en el Zamorano, donde apliqué porque reunía lo que estaba buscando: la parte pecuaria y agrícola”, relató.
Al llegar a la Escuela Agrícola Panamericana Zamorano, ubicada en Honduras, confirmó que el programa de Ingeniería Agrónoma respondía a sus intereses, porque incluía el estudio de animales pero comenzaba por el estudio del suelo y de la agricultura. Así, comenzó en 1966 y obtuvo su título en 1968.
Allí cultivó una de sus amistades más preciadas con Ricardo Botero Maya (Zamorano 1969), el reconocido ganadero con quien compartió a lo largo de 35 años de amistad hasta el fallecimiento de este en 2014. (Lea: La ganadería pierde a Ricardo Botero Maya)
En diciembre de 1968, Aristizábal regresó a Colombia donde empezó su vida laboral con la empresa Tabacos Colombianos Austin Company como agrónomo de planta en El Carmen de Bolívar (Colombia), asistente en cultivos hasta que alcanzó a ser gerente de planta en 1971.
Ese año, entró a la compañía Colombiana de Tabacos como asesor técnico en las exportaciones de tabaco negro, pero en agosto de 1972 se retiró para dedicarse a su propia empresa especializada en el tratamiento de productos agropecuarios almacenados, y junto con Jorge Hernán Noreña crearon Fumagro Ltda.
Con los socios de Andimex, compañía exportadora de la cual es fundador, compró posteriormente la finca La Mata en Arjona (Bolívar) y durante su proceso de adecuación, impulsaron cultivos de algodón y sorgo, así como ganado.
Luego se vinculó como asesor de la empresa Balsillas Ltda. donde también estableció potreros dedicados a ganadería y la siembra de coco, en la inspección Rincón del Mar de San Onofre (Sucre). (Lea: Regresan las tertulias ganaderas del ing. Aristizábal en la finca Manzanares)
También comenzó a fungir como asesor técnico y coadministrador de empresas ganaderas como Hacienda El Juncal en Arjona, Hacienda La Parrilla en Santa Rosa de Lima (Bolívar), Hacienda Los Arroyos en Santa Catalina (Bolívar), Hacienda Las Cebas, Isala Cuello y El Ojo en María La Baja (Bolívar).
Esto lo hizo de forma paralela y gracias a su trabajo con Fumagro, con la cual incursionó en la distribución de cercas eléctricas, maquinaria agrícola y otros productos, siendo distribuidor exclusivo de Durespo hasta el año 2005.
En 1976, se casó con la cartagenera Rosario Elena Lengua Abello, de cuyo matrimonio nacieron Silvia Elena y Jorge Alberto. En el año 2000, cuatro años después de haberse divorciado, conformó una familia con Shirley Martínez Salcedo, con quien actualmente vive y de cuya unión nació su tercer hijo Álvaro Diego.
Su contribución a la ganadería
En mayo de 1991, nació la Asociación Colombiana de Criadores de Ganado en Doble Propósito (Asodoble), de la cual fue socio fundador junto con Ricardo Botero Maya, Luz Mercedes Botero Botero y otros ganaderos. Según él, su participación en este gremio se debió a su naciente interés por este sistema.
“Me entró la fiebre por el doble propósito. Ricardo me hizo un llamado y, entre todos, creamos lo que para la Asociacion debían ser las pautas y parámetros del Doble Propósito. A partir de ahí me dediqué más a la parte pecuaria y prácticamente dedicaba el 95 % de mi tiempo a Asodoble, luego a las asesorías técnicas y cada vez me fui vinculado a la ganadería en distintos aspectos”, dijo.
Con estos reconocidos ganaderos de Asodoble y Tecno Agropecuaria Magangué, organizaron el primer Seminario de Ganadería Doble Propósito Sistema para el tercer mundo, que tuvo lugar en Cartagena. Luego, junto con Roberto Tatis Zambrano y la junta directiva de Asodoble, realizaron la primera feria Internacional de Ganados Manejados en el Sistema de Doble Propósito también en La Heroica.
Ha organizado o participado en distintos seminarios con temas como selección y clasificación de ganado en doble propósito, regeneración del suelo con Pastoreo Racional Voisin (PRV), empresa ganadera del siglo XXI, ganadería regenerativa, conservación de suelo y agua en sistemas agropecuarios, entre otros.
En 1995, fue socio fundador de la cooperativa de Asodoble (Coodoble), cuyo propósito fue lograr reducir el precio entre los ganados blancos y los ganados cruzados producto del doble propósito. Fue gerente fundador y martillo oficial de la subasta hasta el año 2005 en Arjona (Bolívar).
También trabajó en Soluciones Financieras Agropecuarias CEBAR Ltda., una empresa de outsourcing de Bancolombia, hasta alcanzar el cargo de director técnico en atención y manejo de leasing ganadero, contratos ganaderos a término, inversiones ganaderas con base en bones de bolsa, asesoría para créditos de Finagro, entre otros.
Participó en publicaciones como “Génesis y consolidación del sistema vacuno en doble propósito”, en la dirección del libro “Ganadería lógica, razonable y práctica”, homenaje realizado a Ricardo Botero Maya y el libro “Ganadería para Todos”.
Además de otros seminarios, conversatorios y talleres, realizó el Seminario internacional en Cartagena “Ganadería para Todos” con ayuda de su esposa Shirley Martínez y la dirección de su hija Silvia. También fue socio fundador de la Asociación Colombiana de Ganadería Regenerativa (Acoganar), creada julio del 2019; sigue siendo miembro de la junta directiva, director de Ferias y Eventos y juez grado A.
La finca Manzanares
En 2020, cumplió 45 años con esta finca ubicada en Turbaco (Bolívar), pero solamente desde hace diez fue que empezó a cambiar la forma de hacer ganadería. (Reportaje: Contratos al partir, una forma de invertir sus animales para obtener utilidades)
“La compré en el año 75, la tuve como paradero cuando hice compra y venta de ganado, después tuve ovinos. En esos procesos se deterioró mucho el suelo, entonces tuve que retomar y ahí comencé con la ganadería regenerativa hace diez años”, reveló Aristizábal.
El productor se preguntaba por qué se había degradado su finca a pesar de que los campesinos decían que eran tierras frescas, por lo que releyó a Voisin, Savory y demás expertos para recuperar conceptos que alguna vez aprendió pero había olvidado, sobre recuperación de suelos y manejo de potreros.
De este modo, logró mejorar la capacidad de carga, pasando de 0,6 cabezas por hectárea a 3,3 cabezas luego del proceso de recuperación. Tiene un sistema doble propósito donde cría ganado para vender a cebadores y donde las vacas de mayor edad se destinan a matadero.
Siguiendo un precepto de la ganadería regenerativa, no le da importancia a la raza ni a la pureza genética, sino al biotipo, esto es, que tenga el animal más adaptado a las condiciones del medio de su finca, cuya cobertura vegetal incluye todo tipo de forrajes y árboles nativos.
“El objetivo es seleccionar los más adaptados para que usen menos insumos. La fijación por razas frena el emprendimiento y el desarrollo, porque las razas son productos de selecciones y el ganado va cambiando según cambia el medio”, manifestó el experto.
Y añadió: “Para mí lo más importante es la capacidad de carga y la reproducción. Lo que busco siempre es tener más número de animales por hectárea, para que sea más eficiente la producción”. Para él, es mejor tener 15 animales de 400 kg en 10 hectáreas, que 10 animales de 600 kg en el mismo terreno.
En cuanto a la reproducción, al igual que los demás ganaderos, busca tener bovinos con los índices más altos de precocidad, tratando de bajar el intervalo de partos y lograr que sus vacas se preñen rápido y tengan más crías en menos años. Sin embargo, no emplea biotecnologías sino monta natural, porque a su juicio el toro es más eficiente por sí solo.
A lo largo de la última década, no solo se ha dedicado a aplicar estas enseñanzas, sino que ha destinado gran parte de su tiempo (por no decirlo todo) a replicarlas en la mayor cantidad de ganaderos. Por eso, organiza capacitaciones en su finca, incluso de forma personalizada, y asiste a cuanto seminario o curso lo invitan, tanto en Colombia como en otras países de Latinoamérica.
Así ha logrado ser reconocido por miles de productores, estudiantes, profesionales, técnicos y trabajadores que disfrutan de sus charlas y aprenden de él y con él, pues todos los días se adquieren nuevos conocimientos. Como dijo su hija Silvia, para don Álvaro el campo no es un trabajo, sino su pasión, por lo que el libro que ella editó en homenaje a él se titula “Pasión por la ganadería”.
“Lo describiría mejor, diciendo que es su estilo de vida. No lo concibo viviendo en una ciudad, sin "sus vacas" cómo él las llama. Todas las conversaciones, ejemplos o anécdotas, terminan siendo de ganado aun la conversación fuese de otro tema”, dice sobre su padre.
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