Así se va a comportar el clima en diciembre: tres regiones de Colombia bajo alerta
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Por - 03 de Junio 2013
(AFP) - Numerosas familias de pequeños productores de miel son desplazadas dentro del territorio de Argentina por "la marea verde" de la soja que se expande cada vez más y arrasa con flores, árboles y plantas, sin dejar alimento para las abejas.
Numerosas familias de pequeños productores de miel son desplazadas dentro del territorio de Argentina por "la marea verde" de la soja que se expande cada vez más y arrasa con flores, árboles y plantas, sin dejar alimento para las abejas.
Es el caso del apicultor Ángel Dovico, quien tuvo que mudar sus colmenas a través de 130 kilómetros, desde la localidad de Luján, en la rica región central conocida como Pampa Húmeda, a Ibicuy, en el Delta del río Paraná (este).
"!`Me tuve que ir con la música a otra parte!", bromea Dovico, un robusto y simpático descendiente de italianos, de 52 años, que vive con su esposa y dos hijos de 18 y 24 años, amantes como él de la conservación de especies animales. (Columna: Por qué nos estancamos)
En la fértil llanura pampeana, el cultivo de la soja creció de 12 a 20 millones de hectáreas en la última década, hasta alcanzar una superficie casi igual a las de Rumanía o Belarús.
Dovico cuenta a la AFP que "la soja ha desparramado a los apicultores hacia las costas o hacia las montañas", mientras acarrea las colmenas desde su bote hasta un predio escondido dentro de un bosque con fauna y flora silvestres en una isla del caudaloso Paraná.
Este apicultor se instaló en Ibicuy, en el corazón de las islas Lechiguanas, con un medio ambiente virgen y un paisaje que se asemeja al delta estadounidense del Misisipi.
Reina en el río y en las islas un silencio solo quebrado por el motor de la lancha en la que Dovico y su socio, Fernando Hins, un ingeniero químico de 57 años, transportan a las abejas.
"En las provincias pampeanas cada vez hay menos apiarios. Y aquí no hay contaminación ni agroquímicos", dice Hins, otro apicultor que se mudó a este paraíso orgánico a 140 km al norte de Buenos Aires. (Lea: Argentina anuncia millonaria inversión en producción pecuaria)
Ni la soja ni el maíz tienen el néctar ni el polen que necesitan las abejas para desarrollarse.
Sin flora para libar
La soja en Argentina es transgénica, modificada genéticamente, y se cultiva con siembra directa sin arar los campos. Precisa de agroquímicos, como el glifosato, que no deja maleza viva ni flores donde las abejas puedan libar.
"Trashumancia siempre hubo. Pero ahora es peor por la soja. La fumigación de campos es tóxica, y la flora no crece ni en las alambradas, ni en las banquinas (a la vera) de las rutas", explica a la AFP la bióloga Laura Gurini.
Experta en variedades de miel en la ciudad de Campana, cerca de las Lechiguanas, Gurini relata que "la producción bajó, aunque el país es líder en el mundo".
Argentina es el segundo exportador mundial de miel detrás de China, pero del récord de ventas externas de 120 mil toneladas en 2004 se bajó a 70 mil toneladas en 2012.
El 95% de la miel argentina se exporta y los principales destinos son Estados Unidos (57%), Alemania (16,3%) e Italia (2,6%), con ingresos globales por 200 millones de dólares el año pasado. (Lea: Uruguay busca comercializar carne vacuna de alta calidad en Rusia)
"Viajamos a Argel y le vendimos miel a los árabes porque cuando celebran el Ramadán deben consumir de noche calorías para afrontar luego el esfuerzo y el ayuno", cuenta Dovico, consciente de es una utopía competir con la soja, cuyas exportaciones aumentaron de 7.500 a 25.000 millones de dólares en la última década, casi un tercio de las ventas totales, según la OMC y la secretaría de Agricultura.
Una miel amarga
"El 80% de los productores de miel tiene menos de 200 colmenas. No viven de la apicultura. La soja los corrió a muchos. ¿A cuántos? No lo sabe nadie.
Pero había 30 mil hace 10 años y ahora serán unos 24 mil", calcula Roberto Imberti, un apicultor de 53 años, dirigente de la cámara que los agrupa.
Con menos de 800 colmenas nadie se gana la vida y solo hay poco más de una decena de apicultores grandes con unas 4.000 colmenas, según la cámara Sociedad Argentina de Apicultores.
"La fumigación para la soja deja la tierra arrasada, no crece una margarita, ni un trébol, no es posible hacer miel. Cada colmena producía antes 70 u 80 kilos y ahora hacemos una fiesta si llegamos a 25 kilos", se lamenta Imberti.
Dovico y Hins se calzan sus mamelucos protectores con máscara, abren la colmena y los insectos les zumban alrededor.
Así vestidos parecen personajes escapados de la célebre historieta de ciencia ficción El Eternauta, con trajes artesanales para defenderse de una nevada mortal provocada por una invasión extraterrestre.
Pero el avance invasivo de la soja no es un cuento.
El "paquete tecnológico de herbicidas te deja miles de hectáreas sin una mísera florcita", se queja Dovico, que encontró su nuevo lugar en el mundo en una isla sin soja.
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