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De la urgencia de tener políticas públicas para un país rural que quiere subsistir en la próximas décadas.
De la urgencia de tener políticas públicas para un país rural que quiere subsistir en la próximas décadas. Ahora que están en la palestra los temas de la comercialización del arroz y el maíz, con sus impactos en los ingresos de los productores nacionales por la baja de precio y el aumento de las importaciones, resulta de gran interés las lecciones de esta publicación de la FAO, que muestra la urgencia de tener políticas públicas para un país rural que quiere subsistir en la próximas décadas. (Lea: “Ahorrar para crecer” en la práctica: maíz, arroz y trigo. Guía para la producción sostenible de cereales) Detrás de la urgencia de la coyuntura, en la que el gobierno siempre termina conjurando la crisis con la expedición de unas medidas paliativas generalmente referidas a precios de sustentación o subsidios al almacenamiento y otros, se obvia que lo que está en juego es la seguridad alimentaria del país y las posibilidades de reducir el empobrecimiento del campo. Esta publicación de la FAO, de enero de 2016, cae como anillo al dedo sobre la gran problemática que se cierne sobre la producción de cereales en Colombia. Es un problema que se puede sintetizar así: El descalce entre la oferta final y la demandan final, que incluye el efecto del comercio exterior, deja un sinsabor a los productores nacionales que ven que sus ingresos por unidad de producto se nivelan con los registrados hace más de una década. La pelea, como en todos los demás sectores productivos del agro incluyendo el de la producción de leche y su transformación, se reduce a muchos productores con baja capacidad de negociación frente a un pequeño número de comercializadores y/o industriales con un alto poder de negociación, entre los cuales median por lo general, unos funcionarios públicos cuya función principal ha sido la de apagar incendios para mostrar unos resultados, con el agravante que en la mayoría de las veces se inclinan en favor de uno u otro bando. Las medidas de salvamento que suelen expedir, y que sirven para apaciguar los ánimos, no les permite pensar el futuro, ni prever estrategias. De Estados Unidos vendrá más arroz Un claro ejemplo es la gran amenaza se cierne sobre nuestro sector productor de cereales. La noticia que divulgó en este medio sobre el anuncio que hiciera el pasado 17 de agosto el secretario del Departamento de Agricultura de los Estados Unidos, Sonny Perdue, y el representante comercial de los Estados Unidos, Robert Lighthizer, del acuerdo alcanzado con el gobierno de Colombia para permitir un mayor acceso al mercado de arroz paddy, es preocupante. (Lea: Ahora vendrá más arroz de USA a Colombia) El nuevo acuerdo levanta las barreras para arancelarias que se tenían en el Acuerdo de 2012, con el efecto previsible –tal como lo señalan estos representantes del gobierno de Estados Unidos-, de que se acelerará aún más el aumento de las exportaciones estadounidenses de alimentos a Colombia. Pasaremos entonces a un estadio más avanzado de la globalización mundial que, para efectos prácticos, es la captura del mercado nacional por productores estadounidenses. La planeación del sector agropecuario está entonces, acotada por la fecha de ingreso y la de renuncia el ministro. Funcionarios que en la mayoría de las veces poco de conocimiento técnico traen. Las lecciones
El libro “Ahorrar para crecer” de la FAO llama a perfeccionar la producción de cereales para contribuir al necesario aumento de la producción de alimentos en un 60 % para 2050. El maíz, el arroz y el trigo representan el 42,5 % de todas las calorías humanas. La publicación propone un modelo de agricultura que incrementa el rendimiento de los cereales básicos y su calidad nutricional, al tiempo que reduce los costes para los productores y el medio ambiente. Caterina Batello, experta de la FAO, asegura que “será difícil mantener en el futuro la producción de cereales como se ha hecho en las últimas décadas porque, a pesar de que la producción total de cereales es todavía muy alta, la productividad por hectárea ha disminuido”. En consecuencia, insta a entender mejor la capacidad de los ecosistemas y reducir los insumos. Aquí entra en juego la eficiencia para producir. El modelo de sembrar más sin preocuparnos por los rendimientos, está pasando la cuenta de cobro. Entre las prácticas sostenibles, la publicación llama a mejorar la variedad de cultivos, conservar los suelos de manera orgánica, utilizar la rotación de cultivos y diversificar la producción de cereales integrándola con árboles, ganado y acuicultura. Las prácticas recogidas por la FAO buscan beneficiar a los países en desarrollo años después de la llamada Revolución Verde, que supuso un fuerte aumento de la productividad agrícola mediante la innovación tecnológica en las décadas de 1960 y 1970, sobre todo en Asia. La rotación de cereales con pastos en Brasil y la práctica de podar árboles y aportar mantillo en Centroamérica son dos de las prácticas sostenibles reconocidas en el libro de la FAO. Destaca cómo en Brasil está aumentando en varias partes de Sudamérica la rotación de cultivos con hierbas para el pastoreo, pues el ganado vacuno es una importante fuente de ingresos para muchos agricultores. “Latinoamérica tiene millones de hectáreas de cereales y pastos, pero a menudo son tratados como monocultivos, lo que suele incrementar las dificultades para aumentar la producción”, afirma Batello. Frente a la erosión del suelo causada por el monocultivo intensivo de soja o los excesos de la ganadería, muchos productores han reaccionado adoptando la labranza cero (sin arar) para aumentar la cobertura del suelo, y combinando los cereales con especies forrajeras, que también sirven de abono. Otro de los sistemas que la FAO anima a reproducir es el agroforestal llevado a cabo en distintas partes de América Central y que consiste en podar los árboles y aportar mantillo en vez de talar y quemar materia orgánica, motivo esto último de deforestación y degradación de los suelos. En conclusión “Aumentar de forma sostenible la productividad de las tierras agrícolas exist
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