Este 7 de agosto, los jefes de las Farc dieron a conocer en La Habana un documento intitulado “Diez propuestas mínimas para la democratización de la información y la comunicación y de los medios masivos de comunicación”. Ese texto no pretende “democratizar la información” en Cuba. Recoge las ideas más presentables que ellos tienen para acabar con la libertad cultural, de prensa e información en Colombia.
No hay allí nada original. Son ideas que ya han sido aplicadas por el chavismo en Venezuela, por el correísmo en Ecuador y por el castrismo en Cuba, con resultados desastrosos.
Desde luego el tono que emplean los artistas de las Farc es beato y zalamero. Se diría que con ese decálogo ellos van a hacernos el favor a los colombianos de “ampliar la democracia”, para satisfacer a la señora Clara López, jefe del Polo Democrático (comunista), quien ha hecho de esa frase su nuevo fondo de comercio. (Lea: "Ni el Gobierno ni las Farc saben de desarrollo rural": Lafaurie)
Las Farc aspiran a que el Gobierno de Juan Manuel Santos y el partido liberal acojan como algo muy progresivo ese nuevo plan estrafalario, como acogieron los otros que llegaron a la mesa de “negociación” en Cuba.
Según el nuevo plan, las Farc están llamadas a “regular la producción de información” en Colombia. Lo primero que harán es apoderarse del organismo que gerencia el espectro radioeléctrico, o electromagnético, del país. Es decir el organismo que otorga y retira las licencias de transmisión a las cadenas de televisión, radio y telefonía. Quien no esté de acuerdo con el nuevo poder, y no se someta a los dictados del régimen que las Farc quieren dirigir, no tendrán posibilidad alguna de existir ni de salir al aire.
Sin el aval de las Farc, ese organismo no podrá atribuirle a nadie nuevas bandas de frecuencia o validar las actuales. Lo dicen así: “De manera especial se garantizará la participación social en la definición del Cuadro Nacional de Atribución de Bandas de Frecuencias-CNABF, instrumento clave de la gestión, la administración y el control del espectro radioeléctrico.” (Lea: Farc descartan acelerar negociaciones de paz)
Nadie ignora que cuando las Farc hablan de “participación social” o de “sector social” o de “sector comunitario”, ellas hablan, en realidad, de ellas mismas, no de los grupos humanos que integran la sociedad libre colombiana.
Esa será la principal palanca para esclavizar e incluso destruir la empresa privada del sector mediático y para ponerle un corsé asfixiante a los ministerios que tienen que ver con los medios de información. Pero no será la única.
Las Farc quieren, por otra parte, restablecer la censura previa y posterior sobre los contenidos de los medios de comunicación e información. Para lograr eso, proyectan crear, como hizo Rafael Correa en Ecuador, un organismo que ejerza un “control social y popular sobre los medios de comunicación”. Lo dicen así, sin rodeos. (Lea: "El acuerdo alcanzado con las Farc es desafortunado": Lafaurie)
Para dejar bien atado el tamal fariano, van a “diseñar una política de información y comunicación” que todo el mundo deberá acatar al pie de la letra.
Piensan crear enseguida un organismo “especial” que imparta a toda la población del país –mediante el concurso obligado de la televisión, la radio, la prensa escrita, la telefonía e internet-- esa “política de información y comunicación” así como la nueva cultura y la nueva doctrina fariana, la cual dirá qué se puede pensar en el país y qué se puede decir en los medios bajo control del nuevo régimen. Tratarán así de introducir en la mente de cada ciudadano la terrible visión del mundo que tienen las Farc. Ellos llaman eso de esta manera: “Programa especial de información y comunicación para la reconciliación y la paz con justicia social orientado a la población en general.”
Vean lo que le echarán a su tóxico coctel: “Tal programa tendrá como contenido principal la difusión y explicación amplia [ah que bien utilizada la palabra amplia] de los Acuerdos entre las FARC-EP y el Gobierno, así como la promoción de una cultura para la reconciliación nacional y la paz con justicia social en medios impresos, en radio y televisión e internet.”
Ya sabemos qué significa eso de la “promoción de una cultura para la reconciliación nacional”: aceptar a las Farc como los nuevos amos del país, cerrar los ojos ante la impunidad de todos sus crímenes, negar los derechos de las víctimas, aplaudir el desmantelamiento de la fuerza pública, elogiar las medidas anticapitalistas, consentir la abolición de la propiedad privada, tolerar la concentración de los poderes públicos en un poder ejecutivo y alabar el alineamiento de Colombia a la política exterior de Cuba y Venezuela. En breve, esa “cultura” consiste en aprobar la destrucción de Colombia.
Nada de eso podrán hacerlo si los medios de información y comunicación siguen siendo libres y alertas. Las Farc saben que Hugo Chávez se quejaba por no haber abolido desde el comienzo de su tiranía la prensa y los medios libres, como sí logró hacerlo Fidel Castro, mediante el paredón y la cárcel, desde los primeros momentos de su dictadura. La prensa fue siempre una piedra en el zapato para Chávez y lo sigue siendo para Maduro, Correa, Ortega y Evo Morales. (Lea: ''Queremos una paz sin impunidad'': Alejandro Ordóñez)
Las Farc no quieren que la prensa, los medios, los periodistas, los blogueros y la ciudadanía en general, tengan medios intelectuales de defensa. Quieren arrebatarles esas palancas de libertad para imponer sin obstáculos su detestable dominación.
Hace unos días, un grupo indígena del sur del país, le pidió al Ejército que cerrara su radio bajo el pretexto de que sus programas “violaban la identidad cultural” de esa comunidad. El Gobierno rechazó, por fortuna, ese abusivo pedido pero no se sabe si cederá más tarde ante el primer descuido de la opinión. Ese episodio muestra cómo las Farc –el verdadero motor de esa exigencia-- ven como una prioridad la manipulación del “sector comunitario”, y llegan a imponerle a este tareas para destruir las iniciativas mediáticas del Ejército y por ende del Estado y del sector privado, y para avanzar hacia el deterioro fatal de las libertades que el país ha tenido en su larga vida republicana.
Hay otros puntos en el programa de las Farc: grandes sumas de dinero del presupuesto nacional y de la empresa privada tendrán que ser vertidas para financiar, óiganlo bien, la creación de la enorme maquinaria de propaganda que quieren montar las Farc en el nuevo periodo que les abren los diálogos de La Habana.
Sacar esa plata del presupuesto nacional será muy fácil, pues el nuevo régimen, según las Farc, habrá desmantelado gran parte de la fuerza pública, acto que en el lenguaje faruco equivale a una simple “reducción del gasto en seguridad y defensa”. En cuanto al sector privado este “contribuirá con la contratación del diez por ciento de su pauta publicitaria.”
Para erigir el ministerio de Propaganda de las Farc será pues indispensable arruinar el Ejército y la Policía y expoliar a la empresa privada. Grandes economistas, Timochenko e Iván Márquez, tienen la fórmula mágica para eso: echarle mano a los “créditos blandos estatales”, recurrir a la “cofinanciación estatal” y desviar hacia ellos las “pautas publicitarias”. En el documento del 7 de agosto no hablan de otra cosa y la palabra “control” está en todas partes. (Entrevista: “Política exterior del país es rehén del proceso de paz”: Rafael Guarín)
En Ecuador existe un aparato represivo que basa su acción en la reciente “Ley Orgánica de Comunicación”, una camisa de fuerza para la prensa escrita y audiovisual, que es, según la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), una verdadera “ley mordaza”, que rompe con “los estándares internacionales en materia de libertad de prensa y expresión”. Esa ley liberticida de Correa, según la SIP, “tiene la potestad de controlar la propiedad de los medios, imponer censura directa e intromisión en los contenidos, definir quién puede o no se periodista y crear nuevos delitos de prensa que privilegian a las autoridades y funcionarios públicos por sobre los ciudadanos.”
Las Farc copiaron ese sistema y quieren agravarlo, pues proponen erigir la dictadura de los llamados “sectores sociales” sobre los medios de información y los periodistas. Estos, sobre todo aquellos que siguen diciendo que en La Habana se está avanzando hacia la paz y que las Farc sí va a convertirse, esta vez, a la democracia, deberían leer las diez propuestas de las Farc para la “democratización real” del país.
Tienen que bajarse de esa nube antes de que les llegue el “sector social” y les dicte qué deben escribir y qué deben pensar. Antes de que reciban una orden para comparecer ante una “comisión de control” por haber escrito una frase contra “el sector social”, o por no haber fulminado contra un “enemigo del pueblo”, o por no haber cubierto de elogios las proezas “sociales” de los nuevos amos. (Columna: La Paz, un galimatías)
Con esos instrumentos, las Farc podrán pilotear lo que escriben todos los diarios y semanarios del país, lo que dicen las radios y las cadenas de televisión, y lo que difunden los portales, blogs y otras ventanas de la esfera web. El paraíso estará pues al alcance de la mano de las Farc.