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columna

El 'PIPE'

por: - 31 de Diciembre 1969

Para armar su Plan de Impulso a la Productividad y el Empleo (PIPE) el Gobierno terminó amarrando perro con longaniza, porque al final se empaquetaron en un solo conjunto de 24 medidas algunas nuevas al lado de otras que ya se habían tomado.

Para armar su Plan de Impulso a la Productividad y el Empleo (PIPE) el Gobierno terminó amarrando perro con longaniza, porque al final se empaquetaron en un solo conjunto de 24 medidas algunas nuevas al lado de otras que ya se habían tomado, como el desmonte de la sobretasa en la factura de la energía del 20% y del gas 8.9% hace casi un año o la extensión de la desgravación arancelaria para la importación de maquinaria, equipos y materias primas que no se producen en el país que data desde finales del 2010 hasta agosto de 2015.

Una y otra medida les han significado un alivio importante en los costos de las empresas, pero le están saliendo por un ojo de la cara al fisco de la Nación. Lo propio podemos decir con respecto a la anticipación en dos meses de la entrada en vigencia del desmonte parcial de los parafiscales que se había decretado desde finales del año pasado a través de la reforma tributaria, el cual redundará en una reducción de costos para las empresas del orden del 5% sobre el valor de la nómina a partir del primero de mayo. (Entrevista: Mirada panorámica a la economía de Colombia con Amylkar Acosta)

Entre las nuevas medidas se destacan: el ahorro en el extranjero de recursos del FONPET provenientes de las regalías, sin contar para esta decisión con el consentimiento de las entidades territoriales que son sus dueñas (otra manifestación más de la centralización de las regalías), además de “inducir” a los fondos de pensiones para que en vez de tener invertido en el exterior el 6% de los ahorros de sus afiliados dicha exposición suba, a través de la figura del ahorro previsional, hasta el 11%. Con estas dos medidas se aumentaría la demanda por divisas en US$5.000 millones adicionales a las del Banco de la República, lo cual supuestamente tendría que traducirse en una apreciación del dólar, que es de lo que se trata.

A este respecto coincido con el analista Mauricio Cabrera cuando afirma que si bien “el diagnóstico es correcto, las medidas son equivocadas”. Como él lo señala, en 2012 entraron al país por concepto de inversiones de portafolio US$6.157 millones, así es que si en 2013 sigue llegando a ese mismo ritmo, ahora incentivadas por la reforma tributaria, las mismas anularían por sí solas el efecto que se espera con las medidas anteriores.

Valga decir que en solo el mes de marzo de este año los ingresos de divisas por tal concepto se incrementaron el 37%. A ello añádale la deuda en dólares de las empresas, que el último año ascendió a cerca de US$2.500 millones. Nadie se explica por qué el Gobierno se obstina en no ponerle cortapisas ni a la afluencia de los capitales golondrinas ni al endeudamiento externo del sector privado que pasó de US$30 mil 570 millones en 2011 a US$34 mil 659 millones en 2012, que contribuirían mucho a que ceda la presión sobre la tasa cambiaria. (Columna: Plan de choque o impulso)

En los días subsiguientes al lanzamiento del PIPE la tasa de cambio se ha venido revirtiendo y la revaluación del peso empezó a ceder, pero no propiamente por las medidas anunciadas pues es demasiado pronto para hacer sentir sus efectos. Más bien se trata de la confluencia de varios hechos que han causado incertidumbre y han impactado la cotización del dólar, no solo en Colombia sino en otras latitudes.

Como lo señala la analista de Helm Bank Marisol Torres, “el contexto internacional claramente está ayudando a que la tasa de cambio esté en los niveles actuales. La caída del petróleo y de más de 1% en las bolsas en Estados Unidos y Europa, está teniendo efecto tanto en el peso colombiano como también en todas las monedas de América Latina”. A ello se viene a añadir la incertidumbre que generó la rebaja de la calificación triple A de la deuda alemana y los pésimos resultados corporativos en los EE.UU. conocidos el 17 de abril, los cuales causaron pánico y llevó a muchos inversionistas a buscar refugio en activos de renta fija y lógicamente en el dólar. (Columna: ¿Y la pobreza rural…?)

Y es un hecho, como lo hemos venido recalcando, que el boom minero – energético está en su cuarto menguante, merced a la contracción del mercado de los commodities y la destorcida de los precios internacionales de los mismos. Hoy por hoy, más grave que la revaluación del peso para la economía colombiana es la caída de los precios del carbón, el petróleo, el café, el oro y el ferroníquel y por consiguiente el deterioro de los términos de intercambio. Este, a la larga, es mucho más dañino y afecta más el crecimiento de la economía. A guisa de ejemplo, digamos que una caída de 10% en el precio del barril de crudo impacta en un 0.2 puntos porcentuales el crecimiento del PIB.

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