Por: Olber Ayala Duarte: subdirector de Ciencia TeI Fedegán-FNG
Japón no es un país ganadero en el sentido tradicional. No tiene vastas llanuras, ni extensiones de pasturas sin fin, ni la cultura de grandes rebaños que define a muchos países productores de carne. Sin embargo, ha logrado posicionar su carne como la mejor del mundo. Visitar sus granjas, ver de cerca la crianza del negro japonés (Kuroge Washu), es como viajar al futuro de la ganadería. Un futuro que no se construye sobre volumen, sino sobre diferenciación, valor agregado y perfección.
Este viaje se realizó en el marco del proyecto de investigación SATREP, una iniciativa de cooperación científica y tecnológica que cuenta con el respaldo de la Agencia de Cooperación Japonesa (JICA), el Ministerio de Ciencia y Tecnología de Japón, las Universidades de Nagoya y Chubu, y por parte de Colombia, Agrosavia y Fedegán-FNG. Este esfuerzo conjunto busca fortalecer la ganadería sostenible mediante el intercambio de conocimiento y tecnología entre ambos países.
Una ganadería de precisión
En Japón, la ganadería no se mide en hectáreas, sino en detalles. Cada animal es registrado con un código genético, y su historia es trazada con precisión quirúrgica. La alimentación, el manejo y hasta el bienestar de cada bovino están diseñados con una obsesión por la calidad. La carne de Wagyu no es un commodity, es una marca. Y eso cambia todo.
Comparado con Colombia, donde la ganadería extensiva domina el paisaje y la producción está más enfocada en volumen que en nichos de alto valor, el modelo japonés ofrece una lección clara: no se necesita ser el mayor productor para ser el mejor. Se necesita control, trazabilidad, un enfoque obsesivo en la calidad y una estrategia comercial bien definida.
Limitaciones convertidas en fortalezas
Japón no tiene suficiente tierra para criar ganado a gran escala. Tampoco produce la mayoría de los insumos que su ganadería requiere. Sin embargo, ha transformado esas limitaciones en una oportunidad: al no poder competir en cantidad, decidió competir en calidad. La crianza del KurogeWashu es un arte: se cuida la genética con precisión, se alimenta el ganado con dietas diseñadas específicamente para lograr el famoso marmoleo de la carne, y el sacrificio se realiza con protocolos que maximizan la terneza y el sabor.
En Colombia, donde la ganadería enfrenta retos ambientales, problemas de trazabilidad y desafíos en la comercialización internacional, este enfoque ofrece un camino posible. En lugar de intentar producir más y competir en precio con mercados gigantes como Brasil o Estados Unidos, Colombia podría apostar por diferenciarse con una carne de calidad superior, con trazabilidad certificada y una historia que la respalde. Además, Colombia tiene una ventaja competitiva clave: su ganadería es mayoritariamente a pasto, lo que le confiere a la carne características únicas en sabor, con un perfil más saludable, rico en ácidos grasos omega 3 y una mayor sustentabilidad ambiental.
Ciencia, tecnología e innovación: pilares del futuro ganadero
El éxito de la ganadería japonesa no solo se debe a su enfoque en la calidad, sino también a su apuesta por la ciencia, la tecnología y la innovación. La investigación genética ha permitido desarrollar líneas de Wagyu con características superiores, mientras que el uso de inteligencia artificial y análisis de datos optimiza la alimentación y la salud del ganado. Desde la trazabilidad con blockchain hasta el monitoreo en tiempo real de los animales, cada avance tecnológico contribuye a mejorar la calidad final del producto.
En Colombia, la adopción de estas tecnologías podría potenciar la producción de carne premium, asegurando estándares de calidad y sostenibilidad. El uso de drones para evaluar pasturas, la aplicación de bioinsumos para mejorar la calidad del forraje y la implementación de herramientas digitales para el seguimiento del ganado son estrategias clave para transformar la ganadería nacional y posicionarla en mercados de alto valor.
Un modelo de negocio con propósito
En Japón, el Wagyu es más que un producto, es un símbolo de identidad nacional. El mercado lo percibe como una experiencia gastronómica y está dispuesto a pagar por ella. Este modelo es un recordatorio de que la carne no es solo proteína, es cultura, es narrativa, es percepción de valor.
Colombia tiene todo para desarrollar una ganadería premium: razas adaptadas, un entorno natural privilegiado y consumidores en mercados internacionales buscando calidad y sostenibilidad. Lo que falta es la decisión de orientar una parte de la producción hacia ese segmento, con una estrategia clara de marca y diferenciación. La carne colombiana, criada en praderas naturales y con un perfil nutricional excepcional, puede ser un elemento diferenciador en el mercado global.
Volver del futuro
Recorrer una granja de Kuroge Washu es ver la ganadería desde otra perspectiva. Es entender que la clave del éxito no está en tener más cabezas de ganado, sino en tener las correctas. No está en vender carne, sino en vender una experiencia. No está en competir en precio, sino en dominar un nicho.
Japón nos demuestra que es posible ser los mejores del mundo sin ser los más grandes. Volver del futuro significa traer esa visión a nuestra ganadería y preguntarnos: ¿cómo queremos que nos reconozcan en el mundo? Quizás la respuesta esté en aprender de quienes, con menos recursos, han logrado hacer lo que parecía imposible