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columna

Las Farc, el Catatumbo y el futuro narco Estado

por: - 31 de Diciembre 1969

¿Cuántos César Jerez más están preparando las Farc para echarle mano, una mano de hierro, despiadada, a las zonas de “reserva campesina” que existen hoy en Colombia y a las que serán creadas cuando el Gobierno de Juan Manuel Santos concluya su negociado con la banda criminal en La Habana?

¿Cuántos César Jerez más están preparando las Farc para echarle mano, una mano de hierro, despiadada, a las zonas de “reserva campesina” que existen hoy en Colombia y a las que serán creadas cuando el Gobierno de Juan Manuel Santos concluya su negociado con la banda criminal en La Habana?

Pues lo que acaba de descubrir el país, gracias a los servicios del ministro de Defensa, Juan Carlos Pinzón, quien en buena hora dio esa información a la prensa, es que la supuesta revuelta “campesina” del Catatumbo, que ya lleva más de veinte días con dos muertos y varios heridos, voladura de oleoductos y todo, no es más que una farsa en la que los campesinos son obligados a amotinarse bajo amenazas y que ese operativo fariano está siendo dirigido por un aventurero formado en la URSS por cuenta del Partido Comunista Colombiano y orientado por los tres fallecidos jefes terrorista “Raúl Reyes”, “Mono Jojoy” y “Alfonso Cano”, según los computadores de éstos. (Lea: Las Farc esperan multiplicar zonas de reserva campesina)

El pedigrí del señor César Jerez, líder visible de la violenta asonada en Catatumbo,  no puede ser más completo. Oigamos lo que cuenta el diario bogotano El Tiempo: “César Jerez, no es propiamente un labriego. Es un geólogo [formado en] la Academia Estatal Azerbaijana de Petróleos (antigua Unión Soviética), con maestría en geología industrial de petróleo y gas. Jerez, quien además ha sido profesor y traductor de ruso, tiene estudios de gestión y planificación del desarrollo urbano y regional. Tampoco es del Catatumbo.”

El diario bogotano sugiere que César Jerez es, sobre todo, un hábil agitador y propagandista  que nutre con escritos tres portales de las Farc: “Una buena parte de sus artículos son retomados por portales como Anncol, Resistencia y Café Stéreo [una radio fariana instalada en Estocolmo]”. Y agrega: “Durante el segundo mandato del presidente Álvaro Uribe (2006-2010) estuvo exiliado en España, aunque recorrió buena parte de Europa promoviendo el trabajo de organizaciones campesinas y denunciando persecución del Gobierno. También es señalado de mantener contacto con algunos exiliados de las Farc en el Viejo Continente.” (Lea: Pese a oposición, Incoder planea crear Zonas de Reserva Campesina)

Ese individuo, Jerez,  participó en los preparativos de la comedia “campesina” del Catatumbo pues llegó a esa zona cuando el paro estaba en gestación. Para justificar su presencia allí invocó ante la prensa un título que no se sabe si también es una mentira: que es “presidente de la zona de reserva del río Cimitarra, en Santander”. La prensa duda de esa calidad pues el hombre admitió que “no se dedica  al campo” y que únicamente viene de una familia campesina del Valle del Cimitarra.

Jerez dijo algo que podría ser cierto: “Yo solo soy el líder visible de la protesta”. Lo que quiere decir que hay líderes ocultos que podrían ser, hasta que se demuestre lo contrario,  los jefes de las Farc escondidos en Venezuela, pues el Catatumbo colinda con la frontera. Como fue tan lejos en esa frase, el extremista echó marcha atrás con esta otra: “Pero hay 200 líderes campesinos que la dirigen. Ellos seleccionaron a seis voceros, yo solo soy uno de ellos”. Empero, nada permite creerle que allí hay “200 líderes campesinos”. Si todos son como César Jerez…

Lo que revela la asonada de Catatumbo es que existe una voluntad de las Farc de defender sus narco-finanzas y apoderarse de enormes zonas agrícolas y forestales, con su población, aún antes de que los “diálogos” en La Habana concluyan. Las Farc quieren ampliar las zonas de cultivo de cocaína y amapola. Lo que están pidiendo los amotinados es precisamente eso: que el Gobierno suspenda las erradicaciones de cultivos ilícitos y, por ende, ponga fin a las operaciones anti subversivas en esa región. (Lea: ¿Qué negocia nuestro negociador?)

Ese escenario de las llamadas “zonas campesinas”, que tanto le interesa a Iván Márquez  y a Timochenko, busca la balcanización de Colombia para llegar a transformarla en un narco Estado. Ellos quieren repetir el proceso de los años 60, pero con un agravante: el negocio trepidante de la droga.

Esas zonas serán enclaves controlados por las Farc para incrementar sus narco cultivos, acumular fuerzas y retener a sus víctimas. Desde esas zonas vedadas al Estado lanzarán operativos para secuestrar, asesinar y cometer atentados en otras ciudades y regiones del país, como hacían Tirofijo y otros en la época de las 14 “república independientes”. Y crecerán como una metástasis cancerosa sobre toda la geografía del país. Si los dejamos obrar.

Ellos harán eso mientras los jefes de las Farc, y sus zombis en la justicia y en los media, piden, desde el Congreso y las universidades, la reducción de las fuerzas militares y de policía, el cambio de la doctrina militar, la abolición del fuero militar y cárcel para los miembros del alto mando, disfrazando esa acción destructiva como la “ampliación de la democracia” y los “pasos nuevos y definitivos hacia la paz”. 

Lo de Catatumbo es un llamado de atención a todos, al país y sobre todo a los negociadores del Gobierno y al presidente Santos. Lo de Cuba no le está aportando nada a Colombia. Por el contrario. La onda desestabilizadora está en marcha. Muchos lo dicen y lo repiten ahora: esas negociaciones sirven para mejorar el posicionamiento de las Farc en su labor de destrucción de la democracia, de la economía y de las fuerzas de defensa de Colombia.

Pero Santos sigue con su plan. Las Farc no quieren la paz. Ellas quieren la revolución, la instauración de una dictadura de partido único y de opresión generalizada. Eso es lo que está detrás de los contactos en La Habana, del pedido de una Constituyente y de la nueva alianza, recientemente revelada, entre las Farc y el Eln. (Lea: Las Farc tomarían control sobre 1 millón de campesinos)

El presidente Juan Manuel Santos y los negociadores del Gobierno no pueden ignorar esto. Por eso la responsabilidad de todos ellos es plena y total frente a lo que está pasando.

La respuesta de César Jerez ante las acusaciones oficiales fue la habitual: “Todo es montaje, una cortina de humo”. Y como las Farc se declararon “víctimas”, Jerez agregó una gota de eso a su coctel: el es una “víctima del DAS”. Lo que se sabe acerca de César Jerez debe ser solo la punta del iceberg. Mucho sigue siendo obscuro, como el papel de desinformación que está jugando Telesur, la televisión chavista. Lo descubierto sobre Jerez confirma, en todo caso, que una vez más las Farc provocan conflictos para engañar y brutalizar al pueblo y arrinconar a los gobiernos timoratos.

Y lo han hecho siempre. Desde antes de que el PCC creara a las Farc, esa organización explotaba ya, sin vergüenza alguna, la llamada “movilización social” para avanzar sus planes egoístas. La sangrienta huelga de las bananeras, en 1928, fue instigada y dirigida por agentes colombianos y extranjeros de la Internacional Comunista. Los obreros de las plantaciones fueron víctimas de la violencia y de las provocaciones de esos agitadores, como lo son hoy los campesinos del Catatumbo. Pero Colombia sigue ciega, muda e impotente ante las lecciones del pasado.