Los productores de café en Colombia ante una situación muy difícil paralizaron al país para exigirle al Gobierno Nacional soluciones. Producir una carga de café cuesta $700 mil pesos y solo reciben en pago $510 mil, en consecuencia trabajan a pérdida. Por lógica, un negocio que no produce ganancia debe cerrarse, el problema es que detrás están 600 mil familias que desde hace más de cinco generaciones están esta actividad, es lo que saben hacer y lo único que tienen, es un gravísimo problema social.
¿Cuándo se origina el problema y por qué el Gobierno debe darle solución? En 1989 con ocasión de la ruptura del Acuerdo Internacional del Café que por algo menos de 25 años rigió el mercado del grano. (Lea: Termina el paro cafetero tras el anuncio de la creación de un subsidio)
En el interregno, Colombia cumplía con una cuota que le proporcionaba parte importante del mercado a buen precio y le garantizaba importantes ingresos en dólares. Simultáneamente, la regulación del mercado cambiario por el sistema crawling peg, Decreto 444 el de la devaluación gota a gota, garantizaba a los productores pingues utilidades. El país llegó a producir 16 millones de sacos de café arábigo. Al romperse el pacto hay que competir en calidad y precio y ahí es cuando comienza el viacrucis. Hoy producimos menos de 8 millones de sacos mientras Brasil y Vietnam triplicaron su producción.
Nos estrellamos contra el mundo cuando comienza la competencia porque no estábamos preparados. Colombia, que se había posicionado gracias a la ventaja comparativa, la que generan las condiciones naturales, no tenía idea de la ventaja comparativa que es el factor determinante del éxito en el comercio internacional. (Lea: Termina paro cafetero y ya se anuncia el arrocero)
¿Qué había pasado en el entretanto? Que el Gobierno Nacional y la Federación de Cafeteros –quienes manejan de consuno la actividad cafetera- feriaron los ingentes recursos generados por la bonanza cafetera en diversos negocios que terminaron en ruina: El Banco Cafetero, antigua Avianca, Flota Mercante Grancolombiana, Ingenio Risaralda, Aces y la Corporación Nacional de Turismo. Además, una costosa e ineficiente burocracia nacional e internacional: Juan Manuel Santos vivió 10 años en Londres por cuenta de los cafeteros, estudiando: Futuros del Café.
La perla fue el gasto a rodos para posicionar el emblema Café de Colombia que llegó a ser tan conocido como el logo de Coca-Cola con la diferencia que mientras ésta es un producto de consumo inmediato, el otro era solo el logo para un commodity sin proceso al que la Lonja de Internacional de Tostadores y sus asociados convertían en café de marca, tipo Starbucks que lo transforma en bebidas, galletas, confites, postres, helados, regalos, etc. todos con excelente aceptación. (Lea: Luego del paro cafetero, el sector ganadero debe cambiar el ‘chip’)
En Colombia, recientemente resolvieron procesar el grano a través de la marca Juan Valdez, para capitalizar algo de la imagen ociosa.
Nuestra producción es costosa, la generalidad de las fincas son minifundios entre una y tres hectáreas que impide generación de economías de escala, nuestra variedad es vulnerable a la roya y otras plagas, los insumos para el cultivo son costosos. De otra parte, la revaluación de la tasa de cambio los revienta.
La única solución pasa por facilitar la salida de los productores definitivamente ineficientes y una reconversión de la industria con los que queden. En la bonanza, con el dinero feriado se hubiera transformado la industria y hoy seríamos reyes del mercado internacional. Hoy, eso vale bastante pero es menos malo que botar la plata en subsidios que no resuelven nada.
El Gobierno pretendió satanizar la protesta al calificarla de ´rebelión anti Santista´ pero la conjuró con el gasto de casi un billón de pesos abriendo una tronera que va a causar una hemorragia fiscal – ya hacen cola los bananeros, lecheros, arroceros, palmeros, etc.- que agota los recursos para Capital Humano, incrementará la pobreza y de paso nos traslada a todos los costos de la improvidencia.