Investigadores del Inta de Argentina recomiendan el uso de estas 2 técnicas sencillas y de bajo costo, especialmente en épocas de verano. En el mundo hay técnicas que contribuyen a nutrir o aumentar los niveles de calidad del suelo. Sin embargo, son pocos los procedimientos que se conocen para descontaminarlo, luego de haber usado productos como plaguicidas, fertilizantes químicos, pesticidas, entre otros. Por ello, en los últimos años, investigadores del Instituto Nacional de Tecnología Agropecuaria, Inta, de Argentina, concentraron sus esfuerzo para desarrollar 2 técnicas no contaminantes de desinfección del suelo. La solarización, en combinación con la biofumigación, han demostrado un alto potencial para controlar malezas y patógenos. (Lea: Los abonos orgánicos sólidos) “La biosolarización es una técnica que disminuye el uso de plaguicidas en la producción de hortalizas y flores al no requerir compuestos tóxicos para la salud de los trabajadores y el medio ambiente”, explicó la especialista en manejo integrado de enfermedades en cultivos intensivos del Inta San Pedro, Argentina, Mariel Mitidieri. La especialista afirmó que la adopción de estas técnicas necesariamente deben ser parte de una gestión integral del productor. “El objetivo de producir un cultivo con bajos niveles de agroquímicos y con técnicas de bajo impacto ambiental, crea la posibilidad de obtener un valor diferencial y la posibilidad de posicionar mejor el producto en el mercado”. Según lo anterior, se recomienda al productor la planificación de las actividades en cada invernadero por medio de un diseño del sistema productivo que determine los momentos óptimos para biofumigar o biosolarizar. Además debe conocer el momento en el cual acceder a las enmiendas orgánicas que le permitan bajar el inóculo de nematodos y patógenos del suelo, y así evitar la pérdidas económicas. (Lea: Presentan novedoso invento que potabiliza al agua en pocos segundos) Sobre las técnicas La solarización es el uso de la energía solar para pasteurizar el suelo con la finalidad de disminuir la población de patógenos y malezas sin utilizar plaguicidas de síntesis química. Consta de tratamientos repetidos con altas temperaturas y humedad en el suelo, que activan y eliminan los microorganismos patógenos, nematodos y semillas de malezas. Además, se logra un saneamiento de toda la estructura del invernadero, en caso de aplicarse la técnica en invernáculo, aunque también se puede aplicar en parcelas al aire libre. “Para captar la energía solar es necesario, luego de preparar el suelo para el trasplante, instalar el sistema de riego y tapar herméticamente con un plástico. De esta manera, por acción de la radiación solar aumenta la temperatura del suelo y se repite el proceso todos los días. El suelo debe estar húmedo, para que el vapor de agua que se genera profundice el efecto deseado, ya que la humedad activa los propágulos de patógenos que luego mueren por el efecto de las altas temperaturas”, agregó Mitidieri, quien también explicó que este tipo de prácticas se recomienda realizarlas en épocas de verano. Por otro lado, la biofumigación es el control de plagas y patógenos del suelo por medio de la liberación de compuestos originados naturalmente de la descomposición de residuos orgánicos, desde distintos tipos de estiércoles a residuos de cultivos como tomate, pimentón, papa, sorgo y maíz, entre otros. (Lea: Recomiendan combinar forrajes para reducir uso de fertilizantes) “Las experiencias indican que lo más efectivo es combinar ambas técnicas. El aporte de materia orgánica (de 4 a 5 kilogramos por metro cuadrado) contrarresta la pérdida por mineralización que producen las altas temperaturas que, por otra parte, aceleran el proceso de biofumigación al estimular la liberación de fumigantes provenientes de las enmiendas orgánicas”, dijo Mitidieri. Asimismo, sostuvo que puede aplicarse a todas las producciones, pero es en los cultivos hortícolas y florícolas donde tiene mayor aplicación. Esta técnica permite la mejora de la calidad del suelo, a través del aporte de materia orgánica, y reduce el costo y el impacto ambiental de la producción, ya que puede realizarse con material reciclado (plásticos usados) y los rastrojos de los cultivos. (Lea: Agricultura y ganadería ecológica, una alternativa sostenible) Los resultados dependen del grado de infestación del cultivo, pero la especialista del Inta aseguró que en un invernadero con alta presencia de nematodos y patógenos del suelo, los aumentos del rendimiento, en un cultivo de tomate por ejemplo, pueden superar el 40 por ciento.