En un momento en que la seguridad alimentaria mundial es de máxima importancia, el Índice de Seguridad Alimentaria Global (GFSI) muestra que el entorno alimentario mundial está deteriorándose.
Después de alcanzar su punto máximo en 2019, el GFSI ha disminuido desde entonces en medio de la subida vertiginosa de los precios de los alimentos y el hambre en una escala sin precedentes, señala el informe realizado por The Economist Impact, con el apoyo de Corteva Agriscience.
Con base en once años de datos, el índice destaca que el sistema alimentario se ha ido debilitando a lo largo de los años, con sobresaltos en 2020-22, incluido el covid-19 y altos precios de las materias primas, mostrando esta fragilidad. Estos shocks exacerban el sistema problemas que amenazan la seguridad alimentaria y debilitan la resiliencia del sistema alimentario.
En una medición entre 113 países, “el aumento de los costos de los alimentos, la inflación, la pandemia por la Covid-19, el debilitamiento de la libertad del comercio internacional y la incapacidad de los gobiernos para financiar las redes de seguridad alimentaria adecuadas, han hecho que sea más difícil para las personas comprar alimentos en todo el mundo”, señala el informe.
A lo anterior, se suma la volatilidad en la producción agrícola, la escasez de los recursos naturales y el aumento de la desigualdad económica, que siguen debilitando el sistema alimentario mundial, impulsado en parte por problemas estructurales y la reciente situación socioeconómica. (Lea: Cinco claves para fortalecer la seguridad alimentaria desde la agricultura)
Dicha investigación considera 68 indicadores diferentes para calcular los puntajes por país, que se clasifican en cuatro pilares clave: asequibilidad; disponibilidad; calidad y seguridad; sostenibilidad y adaptación. La novedad de este año es la inclusión de métricas críticas que vinculan los esfuerzos agrícolas, como el acceso a insumos agrícolas y la inversión en I+D, con la seguridad alimentaria.
Al respecto, si bien a corto plazo muchos países están luchando contra el aumento de los costos de los alimentos, el pilar de asequibilidad de los alimentos cayó un 4% (de 71,9 a 69), entre 2019 y 2022.
En este sentido, uno de los llamados del índice es abordar los desafíos a corto plazo como el impacto del aumento de los precios de los alimentos y los conflictos, con innovaciones e iniciativas que contribuyan a construir resiliencia y seguridad del sistema alimentario a largo plazo.
La medición también revela cómo el gasto público en investigación y desarrollo en el sector agrícola se ha reducido cerca del 10% en los últimos 11 años.
“La seguridad alimentaria a largo plazo depende de abordar algunos de los principales desafíos que afectan hoy a los agricultores. Con los resultados de esta medición, existe una necesidad urgente de renovar nuestro compromiso colectivo con la innovación y la colaboración para combatir la inseguridad alimentaria”, dijo Tim Glenn, vicepresidente ejecutivo de la Unidad de Negocios de Semillas de Corteva Agriscience. (Lea: Garantizar la seguridad alimentaria, gran reto de Colombia)
A nivel general, ocho de los diez mejores en 2022 provienen de Europa, encabezados por Finlandia (con una puntuación de 83,7), Irlanda (con 81,7) y Noruega (con 80.5). Estas naciones obtienen una puntuación alta en los cuatro pilares del GFSI. Japón (con una puntuación de 79,5) y Canadá (79,1) completan el resto de la parte superior.
En consonancia con años anteriores del índice, seis de las diez naciones con peor puntuación en 2022 provienen de África Sub-sahariana. Medio Oriente y Norte de África, junto con América Latina. Siria se sienta al final de la lista (con una puntuación de 36,3), seguido de Haití (38,5) y Yemen (40,1).
Mientras tanto América Latina obtuvo un promedio de 63,4 puntos en seguridad alimentaria, con un aumento del 8,1 % desde 2012. Tanto la calidad como la seguridad y la asequibilidad siguen siendo sólidas en la región.
La calidad y la seguridad crecieron 7 % impulsadas por un mejor mecanismo de inocuidad de los alimentos. Las puntuaciones bajas en materia de disponibilidad se deben a la falta de cadena de suministro, infraestructura y dependencia de la ayuda alimentaria crónica. Los puntajes bajos en sostenibilidad y adaptación son impulsados por la ausencia de medidas de alerta temprana para el sector agrícola.
Las mayores mejoras se observaron en Bolivia, Uruguay y Panamá impulsados por el compromiso político con la adaptación, estándares nutricionales e investigación agrícola y desarrollo. Los mayores deterioros se observaron en Colombia, Haití y Venezuela impulsado por el aumento de los precios de los alimentos, la dependencia de ayuda alimentaria crónica y falta de seguimiento nutricional. (Lea: Colombia mejoró en el Índice Global de Seguridad Alimentaria)
La economía y los choques sociopolíticos de los últimos años sólo han exacerbado un ya debilitado entorno alimentario. A medida que estos choques se vuelven más frecuentes y graves, la seguridad alimentaria mundial será cada vez más amenazada.
Concluye señalando que todas las partes interesadas deben trabajar juntas para construir un sistema alimentario robusto y resistente que puede soportar tensiones y conmociones más amplias en medio de una demanda de más alimentos en tierras limitadas por el calentamiento global.