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Por Revista Semana - 16 de Abril 2023
En diálogo con la Revista SEMANA, José Félix Lafaurie R, negociador del Gobierno, criticó la “lógica del terror” del grupo criminal y dice que debe demostrar su interés de dejar las armas.
JOSÉ FÉLIX LAFAURIE: Una cosa ha sido la mesa y otra la respuesta del ELN al país. En vez de enviar mensajes que les permitan a los ciudadanos pensar que un acuerdo es posible, el mensaje es el mismo que ha tenido esa guerrilla a lo largo de la historia: la lógica del terror. Esta nueva ronda de Cuba será definitiva. Se conocerá si el ánimo del ELN es fortalecerse o, por el contrario, dejar las armas. Si eso no es así, será muy difícil.
J.L.: Hay una frase famosa que dice: “Por los hechos los conocerás”. Lo que han venido haciendo es demencial. Eso no le trae nada bueno al país. Ellos sostienen en sus comunicados que hay unidad de mando, pero lo que he sentido en la mesa no es lo que ha dicho Antonio García en Twitter. Mucho menos lo que termina por pasar en zonas donde esa guerrilla domina el entorno. Tiene que haber unidad de mensajes para hacer creíbles los diálogos.
J.L.: Realista. No se pueden tener ilusiones vanas. Hay que entender la responsabilidad como negociador. He sido muy propositivo y en cada oportunidad he tratado de buscar los escenarios que permitan construir espacios de concertación. Pero con la violación del derecho internacional humanitario no se puede simplemente pasar la página como si nada hubiera pasado. Murieron diez soldados, jóvenes de 19, 20 años, que cuidaban un oleoducto. Es un acto terrorista. No es un tema menor, es de fondo. Hay que asumir esto con realismo y decir las cosas. En Cuba nos enfrentamos a la participación de la sociedad civil y hay diferencias frente a lo que ocurrió con las Farc. Para ellos, la tierra era el elemento central, pero no para el ELN, cuyo tema principal es la sociedad civil y la construcción de democracia. Entonces me pregunto: ¿la sociedad civil podrá participar de un diálogo sincero y abierto sobre la posibilidad de ese nuevo país? Para convocar a las comunidades, necesariamente, tienen que cesar las hostilidades. No puede haber hombres en armas mientras la comunidad delibera.
J.L.: Soy la voz de colombianos escépticos, no enemigos de la paz. Aquí estoy y me he comprometido a ser propositivo. No estoy para ver cómo entorpezco los diálogos. Todo lo contrario. Eso significa que tengo la obligación de decir lo que pienso y de forma oportuna porque de nada sirve cuando las cosas pasan y están consumadas.
J.L.: El presidente Petro, en una reunión con los países garantes y acompañantes, planteó esa pregunta: ¿el ELN quiere este diálogo para fortalecerse o para avanzar en la construcción de un mejor país? La fuerza pública está en la obligación de confrontarlos. El planteamiento del cese al fuego no será tan sencillo en la mesa de negociación en Cuba. He propuesto que arranquemos un piloto en una zona de dominación del ELN (Arauca o el Catatumbo) y hagamos un proceso de participación con la comunidad, pero sin que ellos estén armados. Eso permite que se puedan expresar libremente las necesidades más sentidas en muchísimos aspectos.
ELN, que habla de paz, tenía listas 30 trampas mortales para atacar a soldados del Ejército; con solo tocarlas causan gangrena
J.L.: Evidentemente, ellos tienen unos sistemas de dominación territorial que pueden conducir a generar un poder dual en los territorios. Colombia es un país centralizado que descentraliza funciones en lo territorial. No obstante, hay unidad en la dirección de las políticas públicas. En consecuencia, todos los ejemplos a nivel internacional que se han dado, cuando se intentan construir escenarios de poder dual, terminan mal.
J.L.: Por ejemplo, en Arauca, donde el ELN ejerce una dominación, una comunidad empoderada resuelve hacer una determinada acción y esta va en contravía de lo que el gobernador o el Gobierno establecen, y se genera una tensión que dificulta el buen gobierno. La participación ciudadana en la construcción de transformaciones de la realidad de los territorios no puede dar lugar a la construcción de poderes duales frente a los poderes establecidos por la Constitución. Y esa tensión sería mucho mayor si la participación se hace con hombres armados, porque política y armas, en democracia, son totalmente incompatibles.
J.L.: No lo podría afirmar. Pero es evidente que, como aún no sabemos cómo se verían sus militantes una vez firmado el acuerdo, tendríamos que aventurarnos a pensar cuáles serían las alternativas. Lo que sí sabemos es que ellos tienen unos acumulados sociales y políticos en las regiones donde tienen una evidente influencia. Y no estaría seguro de que estén dispuestos a perder el trabajo de tantas décadas.
J.L.: ¿Eso soluciona algo? No. El Gobierno mantendrá la mesa cuanto más sea posible y todo dependerá de la capacidad del ELN de entender que esa mano extendida del Gobierno tiene que interpretarse de una forma diferente hoy en Colombia.
J.L.: Él no es negociador, no está en la mesa. Desde que nosotros vinimos de México a la fecha no tengo información de que el jefe de la negociación del Gobierno, Otty Patiño, haya tenido comunicación con él o con Pablo Beltrán, que sí es el jefe negociador del ELN.
J.L.: No se refiere a ello. Por eso digo que es como una trilogía. En la mesa el manejo ha sido tranquilo y respetuoso, contrario a lo que pasa con los trinos de García o las acciones en los territorios por parte de los diferentes frentes de guerra.
J.L.: Ellos tienen su propia jerarquía, entre ellas, el Coce. Entiendo que García es el comandante en jefe y tienen diferentes frentes de guerra. Aquí hay una trilogía muy complicada, difícil de comprender, puede ser parte de su estrategia. Si lo es así, no responde a la expectativa de la sociedad colombiana.
J.L.: Ellos dicen que sí la hay, pero lo que percibe la sociedad es lo contrario. Usted no puede afirmar que respeta el DIH y cometer los actos de los últimos 20 días.
SEMANA: Eso preocupa porque no se está negociando con todo el ELN.
J.L.: Ese es uno de los temas que habrá que ir examinando con el Gobierno.
J.L.: No voy a renunciar a lo que pienso. Lo que ha sucedido es que el ELN repite la misma cartilla equivocada y si creen que al intimidar a la sociedad obligan al Gobierno a cualquier acuerdo, se equivocan. No creo que el Gobierno esté dispuesto a firmar cualquier acuerdo.
J.L.: Mal puedo fingir. No creo que me hayan invitado a una delegación para que deje de decir lo que pienso. Si me invitan como parte de un sector de la sociedad es para expresar lo que ese sector considera.
J.L.: Sí. Me parece que los dos ciclos han debido tener una mejor velocidad, pero quienes tienen más experiencia que yo en este tema sostienen una tesis válida: en cuatro años en Quito acordaron una agenda y nosotros, en dos ciclos, en pocos meses, construimos sobre lo construido y tenemos una agenda. Es decir, en tres meses hicimos lo que ellos hicieron en cuatro años.
J.L.: Depende de lo que se pacte. Si se acuerdan cosas que realmente sean asimilables por parte de la sociedad, de pronto esto termina siendo un factor que empuje positivamente la imagen del Gobierno. Si, por el contrario, el Gobierno, por las circunstancias propias de gobernar, pierde popularidad y la mesa no avanza, evidentemente ese acuerdo no tendrá ningún tipo de respaldo.
SEMANA: ¿El cuarto ciclo de diálogos podría ser en Colombia?
J.L.: Eso se ha dicho, pero nunca ha habido una postura ni positiva ni negativa. Por lo pronto, los países garantes han ofrecido sus naciones como sede. No sé si después iremos a Chile o Brasil. Eso podría tener un espacio solo en la medida en que donde se converse no haya hombres en armas. No se puede ir al Catatumbo a establecer un diálogo con ellos cuando hay guerrilleros armados.
J.L.: Por eso hay que ser muy cuidadosos con lo que se acuerde. Contrario a lo que fue la negociación con las Farc, aquí lo acordado se va implementando.
J.L.: Mala idea. Ahora bien, si Pablito y Antonio García cometen actos criminales y la fuerza pública, que está en la obligación de proteger la vida de los ciudadanos, los da de baja, está en el cumplimiento de una misión constitucional.
J.L.: Entiendo que sí, que está vivo. Algo alcancé a escuchar que quería haber ido a México. Es un chisme de pasillo.
J.L.: Por lo pronto, creo que no forma parte. No lo he visto en la mesa.
J.L.: Ha sido fácil. Si se tienen ideas claras, si se exponen con respeto, no hay momentos críticos. Tal vez al comienzo, cuando les dije que me parecía inconveniente la presencia de la mujer del ELN señalada de instalar el explosivo en el Centro Comercial Andino, en Bogotá, y respondieron que no habían objetado la mía porque yo, supuestamente, era paramilitar. Yo le hice el comentario a Otty Patiño, él habló con Pablo Beltrán y él manifestó que ellos (el ELN) no habían puesto ninguna objeción para que yo participara. Ese fue un tema que se trató en una comida privada con una delegación pequeña del ELN (Pablo Beltrán, Aureliano Carbonell, Bernardo Téllez y Silvana Guerrero) y el Gobierno (Danilo Rueda, Iván Cepeda y Otty Patiño), fue una conversación propositiva. Nunca me he sentido incómodo. Hay un ambiente muy amigable, positivo, constructivo, incluso con gente muy de izquierda.
J.L.: De la delegación colombiana con quien más converso es con Iván Cepeda. En el caso del ELN, son verticales. En las reuniones formales quien lleva la vocería es Pablo Beltrán; subsidiariamente, Aureliano Carbonell. Cuando estamos en los pasillos, en el momento del café, uno conversa indistintamente. Lo hago con Beltrán, Carbonell y un comandante de guerra, Bernardo Téllez, quien, curiosamente, nació en Codazzi, donde tengo la finca. El tratamiento es muy cordial.
J.L.: Ella no ha estado de acuerdo con mi participación, pero, por supuesto, respeta los roles. Ella es una persona madura, consolidada políticamente. Los dos tenemos opiniones coincidentes en muchos temas. Y como se han podido dar cuenta en esta entrevista, no estoy renunciando a lo que pienso.
Fuente: Tomado de Revista Semana
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