La noche del domingo 6 de octubre quedará marcada en la memoria de los habitantes de la vereda Canutillal, en el municipio de Tierralta, Córdoba. Una intensa tormenta eléctrica, que sorprendió a la comunidad, causó la muerte de 38 vacas que se refugiaban bajo un árbol en una finca productora de carne y leche. (Lea en CONtexto ganadero: ¿Lluvias o sequias? Esto dice el IDEAM sobre el pronóstico del clima para este mes de octubre )
Un fenómeno común, pero devastador
Las tormentas eléctricas son habituales en esta región de Córdoba durante los meses de octubre y noviembre. Sin embargo, la tormenta del pasado domingo resultó particularmente destructiva. Según testigos locales, la fuerte actividad eléctrica comenzó alrededor de las 9:00 de la noche, cuando un rayo impactó en un árbol que las vacas habían elegido refugio, provocando la muerte instantánea de los animales.
Los residentes de la zona, acostumbrados a la llegada de lluvias torrenciales, no esperaban que este fenómeno natural desencadenara una tragedia de tal magnitud. “Fue una pérdida enorme”, comentaron los propietarios de la finca, quienes describieron el impacto económico y emocional que este suceso representó para ellos.
Pérdidas millonarias para la comunidad ganadera
La finca afectada, al igual que muchas en la región, depende de la producción de carne y leche como principal fuente de ingresos. La muerte de las 38 vacas se traduce en un duro golpe económico para sus dueños, quienes calculan que las pérdidas ascienden a más de 100 millones de pesos. Esta cifra incluye no solo el valor de los animales, sino también la producción futura que se pierde con su desaparición.
Para los propietarios, este evento es devastador, ya que representa una parte significativa de su inversión y trabajo de años. En una región donde la ganadería es clave para la economía local, esta tragedia afectará no solo a la familia propietaria, sino también a la cadena productiva y comercial de la zona.
Solidaridad en medio de la tragedia
A pesar del dolor y las pérdidas, los propietarios de la finca decidieron aprovechar la carne de las vacas fallecidas, compartiéndola con la comunidad de Tierralta. Este gesto, nacido de la voluntad de no desperdiciar los recursos, fue recibido con gratitud por los vecinos, quienes enfrentan también las dificultades económicas propias de la región.
La solidaridad entre la comunidad y los ganaderos es un rasgo distintivo de esta zona rural. A menudo, en situaciones de adversidad, los habitantes se apoyan mutuamente, compartiendo lo poco o mucho que tienen. En este caso, los propietarios esperan que, al repartir la carne entre sus vecinos, la vida les devuelva algo de la buena suerte que esta tormenta les arrebató.
Llamado a la protección del ganado
Aunque las tormentas eléctricas han sido siempre comunes en la región, algunos expertos señalan que su intensidad ha aumentado en los últimos años, lo que plantea nuevos desafíos para los ganaderos y agricultores.
En este contexto, surge la necesidad de que los productores tomen medidas preventivas para proteger a su ganado. Entre ellas, se podrían considerar la instalación de pararrayos en las fincas o la construcción de refugios más seguros para los animales, que puedan evitar tragedias similares en el futuro.