En una finca en San Anterito, Montería, desaparecieron más de 100 animales sin que nadie levantara sospechas. El hurto, ejecutado lentamente a lo largo del último año, dejó al descubierto una peligrosa modalidad delictiva que amenaza a los productores. El caso evidenció la fragilidad de la seguridad en el campo.
Elías Vega, ganadero cordobés, descubrió que su finca fue saqueada poco a poco durante medio año, sin alertas ni testigos, hasta perder 120 bovinos entre 180 a 200 kilos de la raza cebú blanco comercial.
Este productor, miembro de la familia Vega Milanés y propietario de una finca en San Anterito, Córdoba, fue víctima de un robo meticuloso. No hubo armas, ni forcejeos, ni ruidos en la noche. Fue solo al hacer el inventario semestral que se reveló la desaparición de 120 cabezas de ganado. El método fue simple, cinco animales hoy, cuatro mañana y tres la próxima semana.
Humberto Lora, presidente de la Federación Ganadera de Córdoba (Ganacor), denunció que “este robo fue continuado. No se las llevaron todas juntas, lo hicieron por partes durante meses”. (Lea en CONtexto ganadero: Robo de película: hurtan 28 bovinos de 650 kilos con alarmante precisión)
Según Lora, las investigaciones preliminares apuntan a una posible complicidad del administrador de la finca y la participación de grupos armados ilegales que operan en la zona.
“Esto no es un hecho aislado. Hay bandas que se infiltran en las rutinas de las fincas, que conocen los hábitos y operan sin levantar sospechas”, advirtió.
A diferencia de los robos masivos, donde el ganado es cargado en camiones a plena madrugada, los robos hormiga son silenciosos, difíciles de detectar y mucho más complejos de rastrear. La mayoría de los animales sustraídos bajo esta modalidad terminan sacrificados en mataderos clandestinos.
Golpe millonario
El perjuicio económico para Vega ronda los 200 a 250 millones de pesos, calculando un valor promedio de dos millones por novilla. Pero el daño va más allá del dinero.
“Eso nos deja muy mal parados en términos de seguridad. Estamos solos frente a un problema que nos supera”, afirmó Lora.
Desde Ganacor se han desplegado campañas preventivas en conjunto con el Gaula y la Policía de Carabineros. De acuerdo con Lora, “los carabineros rurales han sido nuestros escuderos. Esto no se resuelve con una patrulla al mes. Hay que trabajar a diario, porque si bajamos la guardia, los delincuentes regresan”.
Inseguridad, parte del diario vivir
El abigeato no es el único flagelo que golpea al sector. Extorsiones, llamadas carcelarias, fleteos y amenazas forman parte del día a día de muchos productores. Como afirmó el dirigente gremial, “el sector ganadero es el más golpeado de todos los sectores productivos del país”.
Las recomendaciones oficiales sigue siendo denunciar ante cualquier flagelo. Sin embargo, la respuesta institucional no siempre llega a tiempo.
“Denunciamos y vienen las amenazas al administrador, al dueño de la finca, al gremio. Pero igual seguimos adelante”, dijo Lora. (Lea en CONtexto ganadero: ¿Por qué se perpetúa la inseguridad y la impunidad en el sector rural?)
Lo ocurrido en San Anterito es apenas un síntoma de una enfermedad más profunda relacionada con la inseguridad estructural en el campo. Mientras el abigeato se reinventa, las soluciones siguen llegando tarde.
Finalmente, Lora aseguró que “esto no es un trabajo de una semana, ni de un mes, ni de seis meses. Es un trabajo que hay que hacer de manera permanente”.
La lucha por proteger la producción ganadera no puede seguir siendo una tarea solitaria del gremio. Se necesita una respuesta decidida del estado antes de que la ilegalidad termine por expulsar al productor de su propia tierra.