Hablar del Cholo Valderrama, es hablar de la música llanera y de un embajador del folclor de esta región a nivel internacional, pero también un hombre que no ha dejado sus raíces de campesino, de llanero, de vaquero, que le ha tocado recorrer esas amplias sabanas.
“Quiero decirles que la música y el vivir en el campo no están separados nunca. No es por un lado el músico y por otra el campesino. Simplemente soy un campesino que le gusta la música”, señaló.
Para el “maestro” como muchos le dicen, estas dos actividades son un complemento porque “tenemos un dicho en el llano, que llanero que no canta, silva; la música está, desde que uno nace, está ahí”.
Sostiene que aprendió a cantar joropo y a tener sus inicios “en la barriga de mi mama que era ordeñadora y que cantaba muy bien las tonadas de ordeño y me levanté con esas tonadas y con esa música en la cabeza”.
Añade que para el campesino no se necesita un instrumento o un celular, para oír música porque desde el momento mismo que se despierta tiene el concierto de aves en el monte, tiene el bramar de la vaca y todo eso es un compendio de música. (Lea en CONtexto ganadero: Gobierno promueve el paisaje ganadero de la Orinoquía colombiana)
“No soy un compositor, estoy de acuerdo con el gran cantor argentino Atahualpa Yupanqui, cuando decía que la pampa le dictaba sus versos, a mí el llano me dicta los versos. Fui escogido como muchos a quienes escogió el llano para transmitir sus canciones, las canciones no son nuestras, son de la sabana”, asegura.
Un tema que le preocupa es el impacto que ha tenido el desarrollo en la vida de los campesinos llaneros porque fue algo que les llegó “de sopetón”, como dice, y los gobiernos llámense departamentales o nacional, no le pusieron cuidado a socializar y culturizar al campesino. Entonces “para nosotros es muy duro que llegue gente foránea a decirnos: así no se hacen las cosas, las cosas se hacen así”.
Tradición y desarrollo
Para ilustrar eso dio el ejemplo de un hato en el Vichada donde no permiten al llanero cantar ni gritar, le quitaron el mandador, no dejan salir los perros a la sabana. “Está bien, sé que eso les produce dinero porque es un trabajo que tienen con su ganadería, pero están abusando de nuestra idiosincrasia. Es un ejemplo de lo que digo que llegan con otras costumbres y matan las nuestras”. Puede que lo hagan con un propósito loable como es el bienestar animal y eso es entendible, pero lo que se pregunta es cómo compaginar las tradiciones con el desarrollo.
“Uno no se levanta a las cuatro de la mañana con ganas de cantar jamás, simplemente canta porque al cantar apacigua a la vaca que libera la oxitocina y eso hace que la leche baje, es una forma de trabajo por eso se llama canto de trabajo, no son los cantos por cantar es porque tienen una labor específica”, explica. (Lea en CONtexto ganadero: Casanare le apunta a conservar todos los cantos de llano y vaquería)
Algo similar pasa con el canto del cabrestero “es un poco más fuerte, es un grito que pego y afortunadamente ha estado sonando por ahí. Canta el cabrestrero y canta duro para que los quinientos o mil novillos que lleva lo escuchen y lo puedan seguir como guía. Todo tiene su trabajo. Y esos trabajos de nosotros los campesinos son los que debe tomar la cultura de las universidades y poderlo poner a trabajar con ellos y no eliminarlos”.
Manifiesta que esto no afecta el ganado porque “es algo que nació con nosotros, nació con la ganadería, si no hubiera ganado, pues no se cantaba, porque el canto llanero, llámese como se llame pasajes, joropo, etc., se canta porque hay ganado y hay caballos si le quitan el ganado y los caballos no se canta o algunos de ustedes han oído a un llanero cantándole a un sembradío de arroz o un sembradío de maíz”, dijo.
Así mismo, se refirió a otras prácticas propias del Llano y que muchas veces no se entienden porque no los escuchan, como es el caso de las quemas. La sabana se quema sola, no necesita un fósforo para quemarse. “La sabana entra en un mes de marzo después de que ya los pastos se han ido que se pulverizan, se forman una capa casi de cemento y hace el efecto de lupa con el sol y revientan, lo digo por experiencia porque me lo enseñó mi papá al andar por la sabana y este sol está como para que revienten candelazos. No siempre es la mano del hombre la que mete la candela. Estoy de acuerdo que hay que quemar y hacer muchas cosas porque eso regenera el suelo”.
Alternativas de negocio
Igualmente, contó una historia que le sirvió para ver que hay negocios que se pueden desarrollar paralelamente a la ganadería o a otras actividades. (Lea en CONtexto ganadero: La restauración arbórea también hace parte de GCS)
“La música me llevó a cantar en el teatro nacional de Perú y estando en Perú me dijeron que qué quería tomar y dije la bebida que hay en Perú —porque uno tiene que conocer las culturas— y me dieron una chicha amarilla, riquísima, y donde la pedía y averigüé que con que la hacían y me dijeron que era el aguaje que lo utilizan también para hacer productos de belleza, champú, lociones y otros productos”.
Inquieto por el tema decidió averiguar más sobre este producto resultó que es el mismo moriche que se da endémicamente en la Orinoquía y “nosotros con tanto que tenemos y ellos lo explotan, se lo comen y es riquísimo y hacen diversos productos, nosotros podríamos hacer lo mismo y si nos produce dinero seguramente vamos a cuidar más los moriches”.
Señaló que “estas son soluciones que les dejo, pensamientos de viejo criollo, que podemos hacer otras cosas con nuestra tierra y no necesariamente meter especies foráneas y cosas foráneas teniendo nosotros aquí toda la riqueza para explotarla”.
Concluyó con una frase muy diciente para el gobierno y para las personas en general, “nosotros los llaneros pertenecemos a esa media Colombia olvidada pero jamás olvidaremos que somos Colombia”.