Víctimas y antiguos victimarios del conflicto armado en Colombia conviven en Santa Rosa, una deprimida barriada del sur de Bogotá, con casas agrietadas y en riesgo de demolición, donde los vecinos buscan entre las limitaciones oportunidades para superar una vida de violencia.
Ciro Guerrero, de 44 años, es un exguerrillero de las Farc que completó su proceso de reinserción y ahora, desde una humilde casa de este barrio, lleva una exitosa empresa de confección que emplea a otros desmovilizados y a madres cabeza de familia que han abandonado sus hogares en otras regiones de Colombia por la violencia y falta de oportunidades.
"Soy de Cundinamarca (centro) y me desmovilicé en 2003. Tenía una finca a la que volví al dejar las Farc, pero allá me mataron dos hermanos: a mi hermano, la guerrilla para robarle los animales que cuidaba, y a mi hermana, los paramilitares", contó a la AFP este hombre, que llegó a Bogotá un par de años después de desmovilizarse y arrancó su empresa con un crédito del Gobierno. (Lea: Las víctimas ganaderas encontraron en Fundagán el mejor aliado)
"Cuando tuve la oportunidad acá trabajé juicioso y me ha ido bien con la confección", explicó Guerrero, asegurando que no pudo volver a sus tierras -donde quedaron sus padres- porque allá "si no molesta la guerrilla, molestan los paramilitares".
La historia de Guerrero, como la de muchos en Santa Rosa, está marcada por el conflicto interno que hace más de 50 años golpea a Colombia y en el que han intervenido, además de varias guerrillas de izquierda, milicias paramilitares de derecha, que oficialmente se desmovilizaron entre 2003 y 2006 pero muchos de cuyos integrantes se han sumado a bandas criminales.
Vista del barrio Santa Rosa de Bogotá el 21 de enero de 2014
© AFP/Archivos Guillermo Legaria
Desde noviembre de 2012, el Gobierno del presidente Juan Manuel Santos lleva a cabo un proceso de paz en Cuba con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (Farc, comunistas) y este año arrancó un diálogo exploratorio con la otra guerrilla aún activa en el país, el Ejército de Liberación Nacional (ELN, guevarista).
"Mucha violencia, mucha injusticia"
Para expandir su negocio, Guerrero recibió ayuda de la ONG francesa Proyectar sin Fronteras, que le consigue clientes, créditos y promueve la formación de nuevas costureras.
Esta composición social responde a los orígenes de Santa Rosa, construida como un conjunto habitacional en los años 1990 y cuyas casas comenzaron a mostrar problemas de infraestructura rápidamente, al punto que una de las mayores preocupaciones de sus habitantes es la constante amenaza de demolición. Proyectar sin Fronteras trabaja en la localidad bogotana de San Cristóbal, con foco especial en el barrio de Santa Rosa, por "la constitución social de esta zona donde se concentran muchos desplazados y desmovilizados", explicó a la AFP César Lechémia, coordinador del proyecto de huertos urbanos.
Abandonadas por sus primeros dueños tras recibir una indemnización, muchas viviendas fueron ofrecidas como soluciones habitacionales para familias de desmovilizados hacia 2005, mientras otras -aunque tenían ventanas y puertas selladas con ladrillos- fueron ocupadas luego a la fuerza por desplazados. (Lea: Las víctimas ganaderas encontraron en Fundagán el mejor aliado)
Así, en las escalinatas de acceso a este barrio de más de 3.000 habitantes, ubicado al borde de una quebrada, Guerrero y otros excombatientes se cruzan a diario con víctimas del conflicto.
Luz, una habladora mujer de 65 años, llegó a Santa Rosa después de rodar por el país desde los 10 años y ver "mucha violencia, mucha injusticia y muertos".
Tiene cuatro años allí, primero pagando arriendo y desde hace dos años en una casa invadida a la que se mudó con su esposo y dos de sus seis hijos.
También con ayuda de Proyectar sin Fronteras, Luz ha hecho cursos de confección y sembró un huerto frente a su casa que contribuye a la alimentación de su familia.
"Hice el curso de costura, ahora sé hacer los chicles (leggins), y voy a hacer el curso de ropa de bebé", contó entusiasmada, mientras recolectaba lechugas para el almuerzo y le pedía asesoría a una de las facilitadoras de la ONG para arrancar su propia miniempresa de confección.
En casas invadidas como la de Luz, viven también desde hace unos meses unos 200 desplazados por la violencia en Buenaventura, el principal puerto del Pacífico colombiano, donde a la acción de las Farc se ha sumado la violencia de bandas narcotraficantes que se pelean el control de la zona y han asesinado brutalmente a centenares de personas.