Con solo con escanear los códigos de barras que aparecen en las cajas se puede saber la raza, sexo, edad, peso y lugar de procedencia.
Uruguay es un pequeño país de apenas tres millones de habitantes y casi 12 millones de vacas. El 80% del ganado se exporta y es la principal fuente de ingresos.
Por eso las autoridades idearon un sistema de trazabilidad que puso a Uruguay en el mapa y permitió el ingreso de su carne en los mercados más exigentes.
María Nela González, Coordinadora del Sistema Nacional de Información Agropecuaria, afirma que “hay restaurantes en Europa (…) donde a través de un código de barras en el bife se puede rastrear y seguir toda la huella de ese producto”.
Desde 2006, se implementó un sistema de rastreo obligatorio por ley para todos y cada uno de los bovinos del país. El primero de estas características en todo el mundo.
Desde sus primeros días de vida cada animal es marcado con una caravana o aro visual -colocado en la oreja izquierda- y uno electrónico -en la derecha- que lo acompaña a hasta su llegada al frigorífico.
Productores grandes y pequeños se han acostumbrado a las ventajas de este sistema costeado a medias con el Estado. Y dicen que es simple de mantener.
Dalqui Rojas, productor familiar de cría de bovinos de carne sostiene que “si se pierde una es muy fácil decir se perdió tal caravana la 3025 por decir algo, voy a reponer esta por la 3025, entonces es bien fácil”.
Y los datos que registra esta caravana, como le llaman en Uruguay, logran que la tonelada de carne uruguaya se pague por encima de los 9.000 dólares, cuando el promedio ronda los 3.000.
A la par o incluso por arriba de los productores más importantes del mundo como Estados Unidos, Australia, Nueva Zelandia y Canadá.
Algo determinante para un país cuyos niveles de exportación, en el orden de 400.000 toneladas, están cerca del límite de su capacidad productora.
“Del riesgo sanitario que implica y de la seguridad alimentaria y demás es un hándicap que tenemos muy interesante (...) Lo que llama la atención es que uno pueda desde el plato ver la cara del productor”, dice Fernando Pérez Abella, vicepresidente del Instituto Nacional de Carnes de Uruguay.
Un rostro que brinda garantías a los consumidores, pero implica un largo trayecto del campo hasta la mesa. Un recorrido al que Uruguay ha decidido no perderle el rastro.