La prueba de un aditivo alimentario llamado Bovaer, diseñado para reducir las emisiones de metano en las vacas, ha generado divisiones entre consumidores, ambientalistas y la industria láctea, de acuerdo con el medio Euro News.
El ensayo con Bovaer para combatir el metano
El aditivo Bovaer, desarrollado por la empresa científica dsm-firmenich, tiene como objetivo reducir las emisiones de metano de las vacas, un gas de efecto invernadero que contribuye significativamente al cambio climático. Una pequeña dosis diaria del compuesto, equivalente a un cuarto de cucharadita, promete disminuir las emisiones en un 27% para vacas lecheras y hasta un 45% en ganado bovino.
El proyecto, avalado por autoridades de seguridad alimentaria en el Reino Unido y la UE, fue lanzado en 30 granjas británicas en colaboración con Tesco, Aldi y Morrisons. Arla Foods, que lidera la cooperativa láctea más grande del Reino Unido, lo integró como parte de su estrategia para reducir un 30% las emisiones de CO2 de su producción lechera para 2030.
“Esta colaboración tiene el potencial de abordar desafíos climáticos clave en nuestro sistema alimentario”, afirmó un portavoz del consorcio. Sin embargo, esta promesa de sostenibilidad ha encontrado resistencia en la opinión pública.
Reacciones divididas: entre la esperanza y el rechazo
Mientras algunos aplauden el avance tecnológico para reducir la huella climática del sector ganadero, las críticas en redes sociales han sido contundentes. Grupos ambientalistas y consumidores cuestionan los efectos a largo plazo del aditivo en la salud animal y humana.
En el centro del debate está el compuesto 3-NOP (3-nitrooxipropanol), principal componente de Bovaer. Aunque la Agencia de Normas Alimentarias del Reino Unido lo declaró seguro para el consumo animal y sin impacto en la calidad de la leche, advirtió que puede ser corrosivo para los ojos e irritante para la piel. Esto alimentó la preocupación entre los consumidores, que ven el aditivo como una medida experimental apresurada.
“¡No volveré a consumir esto!”, escribió un usuario en X (anteriormente Twitter), acompañando su comentario con un video en el que desecha un cartón de leche Cravendale, una de las marcas estrella de Arla Foods.
El rechazo escaló rápidamente a un boicot contra las cadenas de supermercados implicadas. Clientes han devuelto productos a las tiendas, y empresas como Yeo Valley Organic se apresuraron a confirmar que no utilizan Bovaer. “Los componentes de este aditivo no están permitidos bajo los estándares de la agricultura orgánica”, advirtió The Soil Association.
Un desafío para la sostenibilidad y la confianza del consumidor
La controversia refleja un dilema más amplio en la lucha contra el cambio climático: ¿hasta qué punto estamos dispuestos a aceptar innovaciones tecnológicas en la alimentación sin comprometer la percepción de seguridad?
Además, esta polémica ha puesto de relieve la desconexión entre los esfuerzos por modernizar la industria alimentaria y las expectativas de los consumidores. La percepción de que el aditivo es un “producto experimental contaminado a base de fármacos” ha eclipsado su potencial como herramienta climática.
El ensayo de Bovaer es solo el comienzo de un debate que probablemente se intensifique. Si bien su éxito podría sentar las bases para una ganadería más sostenible, la oposición indica que el camino hacia su adopción masiva no será fácil.