Las instalaciones, que son pioneras en Latinoamérica, son capaces de producir unas 2.000 lechugas de 5 variedades distintas. La ventaja de esta forma de trabajo es que los alimentos están libres de pesticidas, preservantes y no requieren grandes extensiones de tierra. Ante los daños que ha causado el cambio climático sobre la agricultura tradicional en Panamá, David Proenza, oriundo de ese país se marchó hacia Japón con el objetivo de aprender un poco sobre el modelo que usan en tierra nipona para producir alimentos de forma controlada. (Lea: En EE.UU. se construirá el huerto vertical más grande del mundo) Con ese interés, llegó a suelo japonés en 2010, pasó unos años allí y tras haber aprendido la técnica, ubicó una serie de socios para empezar a estructurar un negocio agrícola rentable. De paso, envió a ese país a otro ingeniero agrónomo para que se capacitara e hiciera parte de la empresa. Urban Farms, como se llama la compañía, está ubicada en la localidad de Río Hato, que hace parte de la provincia de Coclé y queda a unos 125 kilómetros de la capital. Allí se producen al mes 2.000 lechugas de 5 variedades distintas, las cuales crecen bajo el modelo de agricultura vertical que se deriva de la hidroponía. Proenza destinó un espacio de 17 por 12 metros cuadrados para instalar 60 bandejas con capacidad de 30 y 36 plantas cada una. El proceso empieza por la colocación de la semilla, que germina durante 3 días. Posteriormente, se trasplanta a su posición de crecimiento en las bandejas durante 3 semanas, para ser recogidas, cortadas y empacadas para su distribución en supermercados. (Lea: Las huertas crecen como champiñones en Berlín) “El productor tiene el control desde la semilla hasta la cosecha. La idea es producir y consumir localmente”, apuntó el dueño de Urban Farms en diálogo con una agencia de noticias. Entre las bondades de la compañía panameña está el uso de un programa informático, controlado desde un teléfono inteligente, capaz de gestionar la temperatura de la habitación y del agua, así como las lámparas y el riego.
En cuanto a las bombillas de baja iluminación, que permanecen encendidas durante 18 horas y cuyo costo individual es de unos 120 dólares, pueden emitir haces rojos, amarillos o azules, cada uno de los cuales tiene un efecto particular sobre su objetivo. Las bandejas necesitan de 25 a 100 litros de agua, según su tamaño. (Lea: La agricultura robotizada empieza a dar sus primeros pasos) “El productor gana 3 veces más que en el campo. La finca vertical es un 30 % más barata que la agricultura tradicional y 15 % que invernaderos. A eso se le suma que el riesgo es mínimo”, aseguró Proenza. El plan del agricultor es añadir 400 metros cuadrados a la finca vertical con especies de perejil, albahaca, cilantro, rúgula y fresas. En Colombia, Huertical es una de las empresas que viene trabajando en el tema de huertas hidropónicas, verticales y caseras. En su momento, Natalia Flores, quien hace parte de la compañía, aseveró en diálogo con este medio que entre los beneficios que tiene el uso de estos sistemas es la disminución del consumo de agua, pues solo se usa lo necesario. (Lea: Huertas caseras hidropónicas verticales llevan el campo a su casa) “Las ventajas con las huertas caseras hidropónicas verticales son distintas, por ejemplo, no se desperdicia agua, ni nutrientes, el consumo de energía requerido es bajo dependiendo de la zona, la proliferación de plagas es menor y en un mismo espacio se pueden tener variedad de alimentos para consumir”, puntualizó Natalia Flores. Los países líderes en el uso de la agricultura vertical son Japón, Taiwán, Corea del Sur y Estados Unidos.