"Acá producíamos cafés comunes y apenas nos alcanzaba para vivir. Nunca se nos hubiera ocurrido hacer cafés especiales", afirma Afonso Abreu de Lacerda, un cultivador brasileño, sorprendido aún de tener "un tesoro entre los dedos". Lacerda, de 45 años, y sus vecinos de las laderas de los montes Caparaó, entre los estados de Espírito Santo y Minas Gerais, terminan de recolectar las bayas rojas y amarillas de cafetos de hasta dos metros de altura. Esos frutos darán el café de tipo arábica 'especial', de calidad y precios muy superiores a los del café común, del cual Brasil es el primer productor mundial. El nuevo nicho que garantiza la estabilidad de ingresos de los productores, al ponerlos al abrigo de las fluctuaciones de los mercados internacionales. Después de seleccionar las bayas según su madurez y despulparlas con una máquina, Afonso lava los granos maduros y los coloca en un invernadero con aireación lateral, en un terreno cuesta abajo de una plantación de 20 hectáreas. Junto a sus hermanos Ademir y José Alexandre, remueve los granos con un rastrillo ocho a diez veces por día, para que el secado sea uniforme. Según la estación, el proceso puede durar hasta un mes. "Antes recolectábamos todas las cerezas de café al mismo tiempo, incluso las que no habían alcanzado el punto de maduración. Las poníamos a secar sin descascararlas y cuando llovía las cubríamos con un plástico", cuenta. La cosecha se vendía a torrefactoras "que mezclaban todos los granos, sin importarles la calidad". Su parcela de Forquilha do Rio, una localidad de la comuna Dores do Rio Preto, a 1.180 metros de altitud sobre el nivel del mar, perteneció al abuelo y luego al padre de Afonso, todos caficultores con dificultades para ganarse el sustento. 'Escoger el mejor grano' Todo empezó a cambiar hace unos diez años, tras la visita de un técnico del Incaper, un instituto de investigaciones y asistencia a los productores rurales de Espírito Santo. "Nuestro suelo es ideal, pero teníamos que mejorar nuestros métodos de trabajo, en especial después de la recolección", explica Afonso. Siguió cursos de formación junto a otros cultivadores, que en 2009 obtuvieron de las autoridades una máquina para seleccionar y extraer la pulpa de las bayas de café. Al año siguiente, Afonso ganó el primer premio de un concurso regional de café de calidad superior. El anuncio lo tomó por sorpresa, pero desde entonces su producto recibió varios otros galardones. Actualmente, en sus dos parcelas produce anualmente 750 sacos de 60 kilos, 400 de ellos de café especial, que vende a 1.500 reales la unidad (465 dólares). Laos de café común se venden a 430 reales. Pedidos en lista de espera Afonso y sus hermanos, pioneros del café especial en esta región, venden sus granos a las mejores tiendas de Brasil y exportan las dos terceras partes a países tan distantes como Estados Unidos, Australia o Japón. Decenas cultivadores de los montes Caparaó los imitaron, apostando por un mercado en plena expansión. Según la Asociación Brasileña de Cafés Especiales (BSCA), la demanda mundial de café común viene aumentando de 2% al año estos últimos años, pero la de cafés especiales crece de 10% a 15%. "Al principio, teníamos que ir a buscar clientes, pero hoy tenemos pedidos en lista de espera", afirma Ceclia Nakao, productora y catadora. En su posada, cerca de una plantación de Afonso, degusta los cafés con paladar de profesional y da consejos a sus vecinos. "Con este tipo de café, el agricultor se aproxima del consumidor final y de su propio producto y puede permitirse ser más exigente con sus intermediarios", afirma Nakao, de 53 años. "Para un pequeño caficultor brasileño, convertirse en un actor clave del mercado es algo muy nuevo", sostiene.