La implementación de estrategias para mitigar las emisiones de metano y óxido nitroso en ganadería mejoran la eficiencia productiva y hay mayor capacidad de adopción si también mejoran la rentabilidad económica.
Así lo concluye el trabajo “Mitigación de emisiones provenientes de la ganadería en la región andina”, realizado por el IICA y la Universidad Agraria La Molina de Perú, en donde se indica que la magnitud de la posible reducción de emisiones de metano y óxido nitroso en un sistema ganadero dependerá, en gran medida, de sus características productivas generales y puede haber diferentes respuestas ante una misma estrategia. (Lea: La producción en pastizal reduce las emisiones de GEI)
No obstante, advierte que la capacidad de implementación de estrategias de mitigación puede estar limitada por factores fuera del alcance del productor, como el acceso a conocimiento y tecnología, la naturaleza de las políticas públicas, el costo de insumos o el acceso a los mercados.
El estado de avance de las políticas públicas promotoras de la mitigación de emisiones en ganadería en los países andinos es variado. Todos cuentan con marcos normativos que fundamentan acciones de mitigación, pero no todos poseen políticas específicas, señala el trabajo. (Lea: Así puede optimizar las ganancias y reducir las emisiones de GEI)
Consideran los autores que el proceso de identificación y evaluación de estrategias empleado puede escalarse a nivel de planteamientos nacionales en mitigación pues, además de la estimación de emisiones, brinda indicadores económicos y productivos, ayudando a visualizar los resultados que tendría el productor en la aplicación diaria de una estrategia, así como sus posibilidades de adopción.
“La actividad ganadera ha sido bastante criticada por su contribución al calentamiento global, atribuyéndosele un 14.5 % de las emisiones globales de gases efecto invernadero (GEI). En el contexto ganadero, estos gases se originan principalmente durante la producción y procesamiento de alimentos para el ganado, la fermentación entérica de los rumiantes (como las vacas, ovinos y caprinos) y el manejo de excretas”. (Lea: Ganadería Colombiana y Cambio Climático)
Sin embargo, dice el trabajo, así como la ganadería es responsable de generar parte de las emisiones de GEI, aquellos que viven de esta actividad también sufren los impactos del calentamiento global. En el ámbito andino, por ejemplo, el retroceso de los glaciares genera problemas de disponibilidad de agua y cambios en la composición florística de las praderas naturales donde se alimenta el ganado, la disminución de los caudales de agua afecta el crecimiento de las praderas y el incremento de eventos climáticos extremos representa un considerable riesgo para la ganadería. Estos factores afectan la producción pecuaria y la seguridad alimentaria. (Lea: Calentamiento global puede hacer que los forrajes se vuelvan más fibrosas y menos proteicos)
Los productores pequeños –por lo general en zonas rurales de menor acceso, con pocos animales y tierras– en muchos casos son los más pobres y los más vulnerables. Esta realidad de la pequeña producción es bastante generalizada en la región andina e involucra a un número importante de animales del total nacional.
En el Perú el 88 % del ganado está en manos de pequeños productores y el 55 % de los ganaderos vive en la pobreza y extrema pobreza. En Colombia el 82 % de los predios ganaderos son considerados pequeños (con menos de 50 animales). En el 84 % de los hogares de la zona rural de Ecuador se cría ganado, en un promedio 2.8 cabezas/hogar, es decir la mayoría son pequeños ganaderos. En Bolivia el 87 % de los predios ganaderos son pequeños (menos de 25 vacas) y sostienen al 43 % del ganado vacuno.
En general, la ganadería contribuye al calentamiento global, pero en simultáneo sufre sus efectos, resultando necesario el compromiso del sector para hacerle frente al problema.
Una forma es a través de las Contribuciones Nacionales Determinadas (NDC por sus silgas en inglés), en el marco del cumplimiento del Acuerdo de Paris de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCCC), en la cual los países se comprometieron a identificar e implementar estrategias para mitigar las emisiones de GEI y disminuir la vulnerabilidad de sus sectores priorizados, a través de estrategias de adaptación. (Lea: Los ganaderos no son los culpables del cambio climático)
La mitigación del sector ganadero consiste en reducir las emisiones de los mencionados gases, ya sea haciendo que partes del proceso resulten más eficientes (como la alimentación del ganado, por ejemplo) y emitan menos de lo que suelen emitir para generar la misma cantidad y calidad de producto; o capturando los gases del ambiente a través de la creación de sumideros de carbono, mediante conservación de la cobertura vegetal en pastizales o la incorporación de árboles en el sistema pastoril.
Si bien, es posible concretar esfuerzos para reducir emisiones desde las actividades productivas en los diferentes sectores al corto plazo, reducir los impactos a nivel de ecosistemas y los múltiples servicios que brindan, puede tomar varias décadas y hasta cientos de años.
Para la realización del trabajo se efectuaron ensayos en los diferentes países de la región. En el caso de Colombia se planteó un escenario típico de la ganadería lechera de pequeños y medianos productores en el altiplano de Cundinamarca, entre los 2 500 y 4 000 m. s. n. m. La temperatura promedio es de 14°C y la precipitación anual varía entre los 500 y 1500 mm, teniendo épocas de mayor (abril a noviembre) y menor (diciembre a marzo) cantidad de lluvias. En este sistema productivo la raza predominante es la Holstein (76%), con diferente grado de mejora genética. Estas vacas producen en promedio 4248 litros de leche/lactancia durante un periodo de 12 meses. (Lea: 5 consejos para desarrollar una lechería especializada en Colombia)
La alimentación planteada para el escenario típico se basa en el pastoreo en praderas de kikuyo, considerando el ingreso de ganado a los 56 días de rebrote (los productores usan entre 50 y 70 días), con capacidad de carga para 1.9 vacunos/ha. Esto se complementa con ensilaje de maíz durante los meses más secos (diciembre a febrero), a razón de 8 kg/animal/día, y concentrado comercial en un promedio de 1.9 kg/animal/día, ofreciendo mayor cantidad a los animales en la época lluviosa.
La estrategia de alimentación sometida a simulación consistió en modificar el momento de pastoreo a 42 días de rebrote en época seca y 35 días en época de lluvias. La oferta de concentrado también se ajustó a un promedio de 1.2 kg/animal/día. La estrategia estuvo basada en el manejo del pastoreo y la provisión de suplementos. (Lea: Alimentación del ganado vacuno)
Esta estrategia conjugó la reducción de emisiones y de los costos para el productor. Se buscaba reducir emisiones mejorando la digestibilidad de las pasturas de 62.5% a 65.0% solo con manejo del pastoreo, y reducir costos limitando la cantidad de concentrado. No se logró impactar en la reducción de emisiones porque la mejora de digestibilidad es pequeña y, al reducir el aporte de concentrado, se limita la ingesta de carbohidratos no estructurales, el tipo de carbohidratos que reducen la metanogénesis.
En el caso de emplearse ajustes de esta estrategia, incrementando los insumos con menor contenido de carbohidratos estructurales, se terminaría reduciendo la rentabilidad para el productor, por lo que sería necesario examinar mecanismos de adopción por los productores. (Lea: Conozca las franjas de alimentación del ganado)
Un camino para lograr una reducción de emisiones que no afecte al productor podría estar en los cambios de disponibilidad y los precios de los insumos, o en conversiones de los sistemas productivos a otras especies de pastos más digestibles, pero se dejaría de aprovechar el recurso forrajero naturalizado.
Asimismo, sería necesario un análisis integral de costo beneficio de la introducción de pasturas cultivadas.