El futuro de la producción de alimentos no es intensivo en maquinaria o químicos, sino en conocimiento, dijo el director general de la FAO José Graziano da Silva, en el marco del Segundo Simposio Internacional sobre Agroecología. Graziano da Silva señala hoy hay en el mundo comida suficiente para alimentar a todos adecuadamente, que los modelos que se implantaron a finales de los sesenta, como La Revolución Verde funcionó, porque salvó a cientos de millones de personas del hambre. Pero considera que casi 50 años después, sus límites se han puesto de manifiesto. La razón es porque sigue habiendo hambre en el mundo: unos 815 millones de personas la sufrían en 2016, lo cual muestra que el problema actualmente no es la falta de alimentos, sino el acceso a los mismos. Al mismo tiempo, el mundo se enfrenta a una alarmante epidemia de sobrepeso y obesidad. En 2016, más de 1.900 millones de adultos tenían sobrepeso. Y de ellos, más de 650 eran obesos. Señala adicionalmente que ese modelo de la Revolución Verde se puede considerar agotado es por el enorme coste ambiental que ha tenido aquel aumento en producción y productividad. El extendido uso de fertilizantes y pesticidas químicos ha contribuido al deterioro de la tierra, la contaminación del agua y la pérdida de la biodiversidad. Es hora de innovar de nuevo Innovar debe significar esta vez, aumentar la resiliencia y la sostenibilidad de nuestros sistemas alimentarios, especialmente con la vista puesta en el cambio climático. “Tenemos que lograr sistemas alimentarios que ofrezcan alimentos saludables, nutritivos y accesibles para todos, servicios de los ecosistemas y resiliencia ante el clima. En este sentido, el emergente campo de la agroecología puede ofrecer distintas contribuciones”. Al tratarse de una combinación de ciencia y de sabiduría cultural, pone un gran énfasis en la diversidad, las sinergias, el reciclaje, el uso eficiente de los recursos, la resiliencia ecológica y socioeconómica, el conocimiento compartido y los vínculos entre los valores humanos y los medios de vida sostenibles. También incluye el rol que debe asumir la cultura en las tradiciones alimentarias, y el importante papel que juegan los mecanismos responsables de gobernanza (en aspectos que van desde la gestión de la tierra al modo en que se utilizan los subsidios públicos) para apoyar inversiones a largo plazo que mejoren la sostenibilidad. Hay muchos ejemplos concretos de los beneficios de la agroecología. En Trinidad y Tobago, por ejemplo, años de cultivo de caña de azúcar causaron la degradación y acidificación de los suelos. Pero los agricultores familiares han utilizado una especie de manto de hierba de limón (también conocida como limoncillo) para enfriar el suelo, impedir la erosión y acabar con hierbas que de otro modo hubiesen necesitado herbicidas. Esto, unido a un ingenioso sistema de reciclado del agua, ha convertido modestas parcelas de tierra en prósperas y abundantes cosechas de frutas y verduras. En la China occidental, los agricultores han desarrollado novedosos ecosistemas con elaboradas redes de diques de moras y estanques de peces para canalizar el agua. Y han utilizado los desechos de modo beneficioso para todas las fases de un sistema agrícola circular que ya fue utilizado durante milenios para la lucrativa producción de gusanos de seda El Segundo Simposio sobre Agroecología Estos temas fueron abordados en el Segundo Simposio Internacional sobre Agroecología, que se realizó del 3 al 5 de abril de 2018, en la sede de la FAO en Roma. El objetivo es identificar las necesidades y los problemas a los que se enfrentan los países en la adopción y la implementación de la agroecología, evaluar el impacto de las políticas públicas al respecto e identificar las necesidades de creación de capacidad de las instituciones relevantes. La sostenibilidad y la innovación son palabras clave y se trata de un nuevo paradigma: el futuro de la agricultura y de los sistemas alimentarios no es intensivo en insumos sino en conocimiento.