En muchas regiones del país ya se sienten los efectos de el Fenómeno de La Niña, y con su ingreso, se empiezan a observar inicialmente la disminución de la producción de agua y de forraje y, por ende, reducción de la comida para los animales, pero es un cambio que exige ponerle atención al estrés térmico, además de los altos costos económicos que comporta.
Para el primero -estrés térmico por frío- se deben procurar unas condiciones que protejan a los animales contra condiciones climáticas extremas cuando puedan representar un riesgo serio para el bienestar de los animales, en particular para los neonatos y los animales jóvenes, así como para otros que estén fisiológicamente comprometidos.
Para esta época los ganaderos deben asegurarse de que el ganado tenga acceso a alimento y agua suficientes durante el golpe de frío.
Desde el punto de vista administrativo se debe vigilar las variaciones en la tasa de mortalidad, aspecto físico, comportamiento como posturas anormales, escalofríos y apiñamientos, y, si se registra frío extremo se deberá implementar un plan de emergencia para que el ganado tenga refugio, así como alimento y agua suficientes.
En el estrés térmico por calor, entran a jugar otros factores ambientales como la temperatura del aire, la humedad relativa ambiente y la velocidad del viento, al igual que por factores relativos al animal, como la raza, la edad, la condición corporal, la tasa metabólica, y el color y densidad del pelaje.
Aquí el ganado presenta un cambio de comportamiento, incluyendo la frecuencia del jadeo y respiratoria, tasa de morbilidad, tasa de mortalidad.
Aquí entra a jugar papel importante el Índice Temperatura Humedad, ITH, pues el estrés calórico no solo hace referencia a la temperatura, sino a la relación de esta con la humedad, que depende naturalmente de la región donde se encuentren sus animales. (Lea en CONtexto ganadero: 7 acciones para evitar el estrés calórico en las vacas).
Si se tiene alta temperatura pero poca humedad, el estrés no importa. En Córdoba, por ejemplo, los animales deberían estar en un índice de humedad de 70 y a una temperatura de 27 grados centígrados, pero muchas veces se someten a 80 y 29, respectivamente.
Ahora bien, si se esperan condiciones que induzcan estrés térmico por calor, el ganadero deberá limitar las actividades de rutina diarias que requieran el movimiento del ganado.
Si el riesgo de estrés por calor alcanza niveles muy altos, el ganadero deberá implantar plan de emergencia que puede incluir una reducción de la densidad de población, la preparación de espacios con sombra, el libre acceso a agua potable y la aspersión de agua de riego para que penetre a través del pelaje y los refresque. (Lea en CONtexto ganadero: 8 criterios medibles de bienestar del ganado vacuno de carne)