Durante el proceso de henificación ocurren muchos cambios que el productor debe tener en cuenta a la hora de decidirse por elaborar este tipo de reservas de alimentos importante para las épocas criticas. Conozca a detalle cómo es el proceso.
En un artículo elaborado por CATIE se explica que apenas se corta el forraje se detiene el flujo de agua y nutrientes de la raíz a la biomasa aérea (tallo, hojas, flores y frutos), pero las células presentes en esta que se cortó se mantienen vivas, por consiguiente, continúan el proceso de respiración, es decir que los carbohidratos se oxidan con la consecuente liberación de CO2. (Lea:¿Sabe usted de qué depende la calidad del heno?)
La respiración del forraje cortado se detiene cuando el contenido de materia seca del forraje ha alcanzado alrededor de 38 a 40%, pues bajo esas condiciones se produce la muerte de las células vegetales. Por eso se recomienda que el proceso de deshidratación sea lo más rápido posible, para prevenir que ocurran pérdidas de nutrientes que contiene el forraje.
En los primeros momentos después del corte, la tasa de secamiento tiende a ser rápida, porque el agua es eliminada fácilmente de las células que están en las porciones más exteriores de las hojas y tallos; siempre y cuando el aire o la radiación solar alcance toda la superficie de la planta. (Lea: 4 factores que afectan la calidad del pasto con que se produce el heno)
Después de las primeras horas de secado, disminuye la velocidad de pérdida de agua por evaporación, ya que el agua localizada en las células más internas tiene que pasar a la superficie, y esto es por difusión, con la consecuente resistencia de las paredes celulares.
Una forma de acelerar el proceso de secado es colocar el forraje cortado en hilera y estar volteándolo periódicamente, para exponer así una mayor superficie del forraje cortado en contacto con el aire y el sol. Si no se hace esto, se pueden secar solo las plantas cortadas que se ubican en la superficie, pero las que están debajo (no expuestas al sol y a la circulación de aire) se mantienen húmedas, y pueden llegar a fermentarse, e incluso a desarrollar mohos.
La presencia de mohos u hongos resulta en la pérdida del forraje que se quería guardar como heno, pues los animales no comen ese forraje dañado e incluso algunos hongos y mohos pueden ser toxicos para el ganado.
Cuando el secado es lento, el forraje seco tendrá un color amarillento parecido al de la paja o rastrojos secados en campo, porque se pierden los pigmentos tales como el caroteno, la xantofila y el tocoferol, como consecuencia de una sobre exposición al sol.
Además de esto se pierde mucho contenido de las vitaminas del complejo V y la vitamina C.
Mientras más rápido sea el secado con temperaturas no muy altas, preferiblemente entre 26 a 32ºC, mejor será la preservación de estos componentes, y por tanto el heno mantendrá la coloración verde del forraje original y se mantendrá su riqueza en vitaminas. (Lea:7 factores que determinan la calidad del heno)