Hasta hace pocos años, el Cambio Climático era una posibilidad aterradora, pero una posibilidad al fin y al cabo. Hoy en día estamos conviviendo con él, no ya como una hipótesis sino como una realidad cotidiana. Hoy en día, la rehabilitación ecológica de las tierras degradadas es más importante y más urgente que nunca. En cientos de miles de hectáreas de tierra en las laderas andinas colombianas, la degradación de los suelos limita seriamente la productividad de la ganadería. La historia se repite en las tres cordilleras, las serranías de la región Caribe, la Orinoquia y en buena parte de las colinas del trópico bajo: durante los períodos de baja oferta de alimento para el ganado (sequía en todas las regiones salvo la Amazonia), los potreros, que suelen ser extensos y con cercas de mala calidad, son sometidos a sobrepastoreo; el pisoteo repetido en terrenos con escasa vegetación deteriora la estructura física del suelo; las plantas palatables y nutritivas desaparecen rápidamente en los suelos compactados y son reemplazadas por plantas de baja digestibilidad y escasa calidad nutricional para el ganado. Las quemas agravan los problemas Una reacción de muchos productores a la degradación de sus potreros de ladera, es la quema de estos terrenos con el objeto de favorecer el rebrote de follajes tiernos para el ganado. Sin embargo, este beneficio de muy corto plazo, tiene un costo elevado para el ganadero y su finca: la degradación cada vez mayor del suelo por erosión. A lo anterior se agrega que los manantiales, reservorios de aguas lluvias y márgenes de ríos y quebradas no están protegidos del ganado ni del fuego, de tal forma, que año tras año, se deteriora la calidad del agua y se reduce la oferta hídrica en las fincas. El fenómeno es similar en grandes extensiones de América Latina y el Caribe. Las laderas con pastoreo de ganado están atrapadas en un círculo vicioso de degradación, en el cual las quemas que buscan restablecer la calidad de los forrajes para el ganado solo logran agravar los problemas que causan la baja oferta alimenticia. En épocas de sequía extrema como las que se presentan durante el Fenómeno de El Niño (cada vez más frecuente), los efectos son dramáticos: elevada mortalidad de ganado, decenas de miles de hectáreas quemadas y tierras que pierden tanto valor que son abandonadas. ¿Es posible recuperar laderas degradadas sin dejar de producir ganado? Existen alternativas para recuperar las laderas degradadas por la sobrecarga animal. Una de ellas, la descompactación directa del suelo con maquinaria agrícola, es poco viable por su alto costo y porque puede causar una erosión aún mayor del terreno. En zonas pendientes se descarta la mecanización y solo es posible hacer un subsolado con bueyes, que al ser escasos y costosos, se destinan con mayor prioridad para la agricultura. Otra posibilidad está en los árboles y arbustos, particularmente aquellos que son capaces de regenerar y establecerse por sus propios medios en los potreros, sin los costos asociados a la siembra directa. Las raíces de los árboles ayudan a descompactar el terreno, con lo cual mejoran la aireación y la infiltración. Por otra parte, favorecen la actividad biológica mediante exudados de las raíces. La hojarasca y las ramas que se desprenden de los árboles protegen el terreno de la erosión, aportan materia orgánica, contribuyen a reactivar la vida en el suelo y mejoran su capacidad de almacenar agua. Todos estos cambios benefician a la tierra. Pero también hay beneficios para el sistema ganadero: la sombra de los árboles mejora las condiciones de bienestar para los animales, y las hojas y frutos proporcionan recursos alimenticios complementarios. Al contrario de lo que se piensa, muchas gramíneas mejoran su calidad nutricional en la semi-penumbra, con menores contenidos de fibra, más proteína y una mayor proporción de hojas suculentas. La mayor parte de las laderas andinas y colinas tropicales bajas tuvieron bosques nativos densos y variados. Casi todos los ganaderos y trabajadores de campo saben que el bosque tiende a crecer nuevamente en las praderas. De hecho, las labores de mantenimiento de los potreros, tales como la limpieza manual y la aplicación de los herbicidas y el fuego, están orientadas en gran medida a detener el proceso de avance del bosque, es decir, a frenar la sucesión ecológica. Sin embargo, es importante conocer y entender este proceso natural para manejarlo en forma inteligente, en vez de eliminar indiscriminadamente toda la vegetación leñosa que regenera en los potreros. La sucesión vegetal Cuando un hábitat es perturbado, por ejemplo un bosque afectado por un incendio, la flora y la fauna del sitio se recuperan gradualmente. Al poco tiempo se establecen en el sitio las especies pioneras, adaptadas a las condiciones de los hábitats alterados. Los yarumos (Cecropia spp.) son árboles pioneros típicos porque pueden crecer rápidamente en las áreas perturbadas. Si no ocurren nuevas perturbaciones en el sitio, las especies pioneras son reemplazadas poco a poco por especies de más larga vida hasta que se forma un bosque similar, aunque no idéntico, al que había antes de la perturbación. Podemos afirmar que las praderas ganaderas son bosques en potencia, cuyo avance detenemos permanentemente mediante el machete, la guadaña, el herbicida o el fuego. El manejo orientado a conservar el potrero libre de plantas leñosas es lo que impide que esta potencialidad se exprese. Durante el último siglo y medio de ganadería hemos creado un gusto inconveniente por los potreros limpios, que en términos ecológicos son una “sucesión detenida”. Pero los nuevos vientos que soplan en la ganadería, y la valoración de los servicios ambientales que prestan los árboles en estos agroecosistemas, nos obligan a revaluar las prácticas nocivas que frenan la sucesión y a adoptar un método práctico para aprovechar este proceso natural. Por: Zoraida Calle Díaz, Coordinadora del Área de Restauración Ecológica de CIPAV, zoraida@cipav.org.co. Enrique Murgueitio R., Director Ejecutivo de CIPAV. Walter Galindo, Investigador del Área de Ganadería Sostenible CIPAV. Luis Fernando Castro, Hacienda Las Cañas, Jamundí (Valle del Cauca). Publicado en Carta Fedegán 132 (Lea: Recuperar laderas andinas y colinas tropicales degradadas).