Elegir el animal adecuado es una de las decisiones más importantes para un ganadero. Según los expertos, más que un gasto, su costo representa una inversión estratégica para el éxito del negocio.
Comprar un toro no es solo adquirir un animal, sino invertir en la genética de la finca y en el futuro de la producción bovina. Por ello, la pregunta que muchos productores se hacen es: ¿cómo calcular el valor máximo que se puede pagar por un macho reproductor sin comprometer la rentabilidad? (Lea en CONtexto ganadero: «No todos los machos bonitos son aptos»: claves para escoger al toro reproductor)
El médico veterinario Juan Diego Páez explicó que para determinar cuánto se puede pagar por un semental bovino, es fundamental considerar dos variables: el costo de una preñez vía inseminación artificial a tiempo fijo (IATF) y el rendimiento reproductivo del animal en la finca.
En la primera es clave conocer cuánto cuesta una preñez lograda con inseminación en la finca, considerando el protocolo, el precio del semen utilizado y la tasa de éxito de la inseminación. Por ejemplo, en Colombia, este costo suele estar entre $110.000 y $120.000 por preñez, según Páez.
En el segundo caso, el experto aseguró que hay que tener claro que un toro promedio en el país logra entre 25 y 30 preñeces por año. Si tiene una vida útil de 5 años, podría alcanzar alrededor de 150 preñeces en total.
Con estos datos, el cálculo se debe hacer de la siguiente manera:
- Si un toro cuesta 15 millones de pesos, el costo por preñez será de $100.000 (15.000.000/ 150 preñeces).
- Este valor debe compararse con el costo de la preñez vía IATF para determinar si la inversión es rentable.
- En este ejemplo, si el productor estuviera dispuesto a pagar hasta 20 millones de pesos por el ejemplar, el costo por preñez se igualaría al de la IATF.
Más allá del costo
Si bien este cálculo proporciona una base sólida, Ricardo Arenas Ovalle, médico veterinario especialista en Finanzas y Negocios Internacionales, señaló que es necesario ir más allá. Se deben incluir otros aspectos en el análisis como la calidad genética del toro versus el semen de inseminación.
“No todos los toros tienen la misma calidad genética. Un toro de alta calidad puede mejorar la genética del hato, lo que genera terneros más productivos y valiosos”, aseguró.
A esto hay que sumarle que un semental en la finca requiere alimentación, cuidados veterinarios, manejo y otros importes que deben ser considerados.
El experto señaló que un bovino puede enfermarse o morir antes de alcanzar su rendimiento óptimo, mientras que una pajilla de semen no representa este riesgo. Al ser un activo biológico, el toro tiene vulnerabilidades que deben considerarse en la planificación productiva.
Augusto Campo Bornacelli, médico veterinario y profesional regional en Desarrollo Ganadero de Fedegán-FNG, expuso que a estos aspectos hay que sumarle la adaptación al entorno, pues es clave seleccionar toros aclimatados a la zona para garantizar su desempeño y evitar pérdidas por problemas de adaptación.
Calidad genética y rentabilidad
Arenas Ovalle destacó que la genética en un toro no solo afecta la calidad de las crías, sino también su desempeño reproductivo en términos de crecimiento, conversión alimenticia, fertilidad y resistencia a enfermedades. Esto tiene un impacto directo en la rentabilidad.
Un ejemplar de alta valor genético puede transmitir mayor ganancia de peso diario, mejor eficiencia alimenticia, mayor fertilidad en su descendencia, resistencia a enfermedades y parásitos, y adaptabilidad a condiciones climáticas extremas.
Además, explicó que hay diferencias entre genética de crecimiento y genética de adaptación. Un toro con excelente genética productiva en sistemas intensivos puede no rendir igual en condiciones extensivas, donde la adaptación es fundamental. De ahí la importancia de seleccionar machos cuyas características hereditarias se adapten a la realidad productiva de la finca.
Otro factor relevante es que la IATF permite acceder a semen de toros con evaluaciones genéticas certificadas, garantizando crías con características superiores. En cambio, en la monta natural, la variabilidad genética es mayor y el rendimiento del animal depende de factores ambientales y de manejo.
Por esa razón, Arenas Ovalle concluyó que, más allá de calcular el costo del animal, el ganadero debe enfocarse en determinar qué tipo de genética necesita su hato y cuál es la mejor estrategia para obtenerla.
IATF vs. monta natural
Elegir un semental no es solo cuestión de precio. La genética juega un papel fundamental en la eficiencia de la reproducción y en la calidad de los futuros terneros. En palabras de Campo Bornacelli, un buen toro debe tener un fenotipo y genotipo adaptado, contar con evaluaciones de fertilidad, adaptabilidad y origen genético confiable.
Además, el experto recomendó considerar razas criollas, ya que han desarrollado mayor resistencia a parásitos y condiciones climáticas adversas. Estos toros pueden representar una inversión más segura en ciertos aspectos productivos.
De otro lado, es importante determinar cuál es el método reproductivo más adecuado para su ganadería. La inseminación artificial ha demostrado ser una herramienta efectiva para mejorar la genética y la producción ganadera. Sin embargo, la monta natural sigue siendo la opción predominante en muchas fincas, especialmente en aquellas con menos acceso a tecnología.
Campo Bornacelli expuso que el costo de una inseminación con IATF puede rondar los $45.000 - $48.000 COP, mientras que una transferencia embrionaria puede ser más costosa pero con mejores resultados genéticos.
En este sentido, un toro no es solo un gasto, sino una inversión que debe evaluarse en términos de retorno económico y genético. (Lea en CONtexto ganadero: Recomendaciones y ventajas de implementar IATF)
La clave está en hacer cálculos precisos y no dejarse llevar solo por el precio inicial del animal. Una compra inteligente puede representar mayor productividad y rentabilidad en el hato a largo plazo.