La celebración del Día Mundial del Medio Ambiente puso de presente nuevamente la magnitud de las tareas que se deben adelantar para restaurar nuestros ecosistemas y biodiversidad y transformar nuestros sistemas alimentarios y agrícolas.
La biodiversidad se está perdiendo a un ritmo alarmante. Actualmente solo nueve plantas representan el 66 % del total de los cultivos. Los bosques se están reduciendo y mientras desaparecen, también lo hacen las plantas, los insectos y los animales que los habitan. Las abejas y otros polinizadores mueren.
También el 26 % de las razas de ganado están en peligro de extinción y el 33 % de las poblaciones de peces están sobreexplotadas.
En este momento en el que el mundo se enfrenta a desafíos por causa de la COVID-19, dependemos completamente de ecosistemas saludables para contar con alimentos, agua, medicamentos, ropa, refugio, energía y bienestar, pues nuestro planeta está más interconectado de lo que imaginamos. La variedad de vida vegetal y animal que existe a nuestro alrededor y la forma en la que diferentes especies están conectadas e interactúan.
La gestión y el uso racional de los ecosistemas es, por tanto, la mejor solución para lograr la seguridad alimentaria y proteger la salud humana, al tiempo que contribuye a la conservación de la biodiversidad y a la adaptación y mitigación del cambio climático.
La biodiversidad en Colombia
En nuestro territorio se encuentra una biodiversidad enorme. Colombia es un país megadiverso con más de 62.100 especies de animales registradas en 91 ecosistemas, con mayor número diversidad de aves y orquídeas en el mundo y el segundo con el mayor número de plantas, anfibios, mariposas y peces de agua dulce.
En cada una de sus más de 980 áreas protegidas, cinco regiones megaecosistémicas e hidrológicas (Andina, Orinoquia, Pacífica, Caribe y Amazonía) y los corredores de conexión los océanos Pacífico y Atlántico, encontramos comunidades que se han adaptado a vivir allí, con condiciones climáticas y de producción diferentes con conexiones comunes que los denominan como protectores de la biodiversidad.
Tal es el caso de Bolívar, Córdoba, Sucre y Urabá (Antioquia y Chocó), donde comunidades trabajan de la mano de la FAO y de instituciones territoriales en la consolidación de agroecosistemas diversos a través del Proyecto Conexión BioCaribe.
Desde un enfoque de conectividad socioecosistémica adelantan proyectos de producción sostenible mediante modelos silvopastorales, agroforestería, huertos mixtos, restauración de fuentes de agua y del litoral, restauración de manglares y recuperación de humedales con agricultura acuática.
Estos sistemas combinan especies que favorecen tanto la conservación de la biodiversidad como la producción de alimentos, enfocados principalmente al autoconsumo y comercialización a pequeña escala.
Las apuestas de esta iniciativa más significativas: 13 500 hectáreas de nuevas áreas protegidas y otras 116 000 hectáreas en proceso de creación; cultivo de 5.000 hectáreas mediante modelos alternativos de producción sostenible; 1.300 hectáreas de zonas de seguridad de áreas protegidas con planes de producción sostenible y 68 000 hectáreas de mosaicos de conservación y uso adecuado de los recursos naturales.
Forestería comunitaria
Con el propósito de establecer sistemas armoniosos y sostenibles de producción y conservación en ecosistemas boscosos, se ha establecido desde el 2018 un proceso de forestería comunitaria en ocho comunidades ubicadas en Antioquia, Bolívar, Cauca, Chocó, Huila, Putumayo, Tolima y Valle del Cauca, que se integran el manejo sostenible del bosque a la vez encuentran diferentes alternativas para su aprovechamiento.
El proceso inicia con el inventario de las zonas de apta para aprovechamiento forestal, con un monitoreo permanente y el control del corte adecuado y la resiembra de nuevos árboles, productos maderables y no maderables apoyan los medios de vida de estas poblaciones. Para este trabajo cuentan con el acompañamiento técnico de la FAO y el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sostenible, el apoyo de las Corporaciones Autónomas Regionales y la financiación de la Unión Europea.
Se trabajan temas de capacitación con adultos corteros, aserradores y miembros de grupos ecológicos, conformados en su mayoría por estudiantes y maestros, en los que se involucra a toda la comunidad entorno a un mismo objetivo: la conservación de los bosques y su biodiversidad.
De esta manera, grandes y chicos, en un ejercicio de reconocimiento de su territorio y la valoración del mismo, identifican las especies existentes y dan paso a pensar el bosque, el río y la tierra con su hábitat, el mismo que comparten con plantas y animales, que en muchas ocasiones no conocían, pese a haber vivido allí desde siempre.
Este proceso de concientización por el cuidado de la naturaleza les ha hecho replantearse sus modelos de medios de vida, encontrando nuevas alternativas como medio de subsistencia en la que la agricultura y la pesca ocupan el primer lugar, como base de su seguridad alimentaria.
También, a través de los espacios de formación, encuentran la importancia de emprender o fortalecer iniciativas como la creación de viveros en los que no solo conservan la biodiversidad existente de árboles y plantas, sino que además les dan cabida a nuevas especies para ampliar esta diversidad.
Como estos existen, por fortuna, muchos ejemplos de preservación que dan oportunidad a pensar en un mejor futuro para todos, ejemplos con los que se demuestra que es posible producir conservando y con los que se hace cada vez más evidente la necesidad de contar con educación ambiental.
Fuente: FAO Colombia.