Relacionar la información nutricional de los recursos forrajeros con los requerimientos de nutrientes, según el propósito de la explotación ganadera, es clave para desarrollar sistemas de alimentación que realmente funcionen.
Así lo planteó Agrosavia en un documento que resalta el valor nutricional de los recursos forrajeros de Colombia, teniendo en cuenta las particularidades del trópico colombiano y que la producción de carne y leche en Colombia se realiza fundamentalmente en pastoreo, lo cual es un factor determinante, debido a que los forrajes representan, desde la alimentación, la oferta de materia seca más económica.
De acuerdo con lo expuesto por la entidad, en la cadena láctea colombiana, se estima que la alimentación tiene una participación del 42 % en los costos directos de producción, en comparación con EE. UU., donde se estiman en un 63 %, mientras que en los sistemas de producción de carne, la alimentación puede llegar a tener una participación de hasta el 50 % del costo total de producción.
Existen diversos factores que afectan la calidad nutricional de los recursos forrajeros, entre los cuales se encuentran aquellos inherentes al forraje, como la genética (familia, especie) y la morfología de la planta; el ambiente, que incluye la ubicación geográfica (altitud, latitud y longitud); la condición agroclimática (presión atmosférica, concentraciones de CO2 y O2, radiación UV, radiación térmica y temperatura); y, los factores asociados con el manejo de la pradera, como la edad del rebrote y altura de la planta al pastoreo. (Lea: Forrajes son clave para incrementar la productividad del ganado)
La calidad nutricional de un forraje se puede definir como el potencial que tiene este para producir la respuesta animal deseada.
El valor nutricional de los recursos forrajeros está determinado por las características morfológicas, fisiológicas y químicas de las familias y especies, las cuales son una expresión de la genética de la planta.
Los principales recursos forrajeros utilizados en la alimentación de rumiantes se encuentran agrupados en dos familias de plantas: las gramíneas y las leguminosas. En los últimos años, se ha dado importancia al uso de árboles y arbustos para la alimentación de rumiantes que hacen parte de diversas familias. Los forrajes del trópico tienen una mayor proporción de pared celular, lo cual influye negativamente sobre la digestibilidad y consumo de materia seca (MS).
Por esta razón, la investigación asociada a la nutrición y alimentación de rumiantes se ha enfocado en identificar especies forrajeras que se adapten a las condiciones ambientales y sean más digestibles con menores contenidos de fibra en detergente neutro (FDN), fibra en detergente acido (FDA) y lignina, para obtener mayor contenido de energía y así satisfacer los requerimientos de mantenimiento y producción del animal.
La estructura morfológica de la planta tiene una influencia directa sobre el valor nutricional y el consumo voluntario de los animales: cuanto mayor sea el porcentaje de hojas, tendrá mayor digestibilidad de MS, debido al menor contenido de fibra y mayor porcentaje de proteína. En las especies forrajeras que presentan menor relación hoja-tallo, el valor nutritivo es menor por su mayor contenido de carbohidratos estructurales. (Lea: Cuatro factores determinantes en la producción forrajera)
Así mismo, los rangos de temperatura ambiental y tipologías de suelo son elementos del ambiente que influyen sobre la calidad nutricional de un forraje. A medida que aumenta la luminosidad, la radiación UV y la temperatura, se acelera el crecimiento de las plantas y, con ello, la lignificación de la pared celular, lo cual afecta su digestibilidad. En contraste, las plantas que crecen en gradientes de altitud elevada (trópico alto) experimentan un crecimiento lento.
Por su parte, la ubicación geográfica permite identificar características del entorno (ambiente) que influyen en el desarrollo de las plantas utilizadas para la alimentación animal. Teniendo en cuenta esto, en el sector agropecuario se ha propuesto que los sistemas productivos se categoricen en tres rangos de altitud ya mencionados. En el trópico alto colombiano, en general, los forrajes presentan un mayor contenido de proteína, menor contenido de fibra y, por lo tanto, mayor valor energético, al compararlos con forrajes de los trópicos medio y bajo.
De otra parte, los árboles y arbustos forrajeros no leguminosos del trópico bajo presentan mejor calidad nutricional, si se compara con los forrajes del trópico medio.
La calidad nutricional de las gramíneas, además de variar por la ubicación geográfica, también se ve afectada por el tipo de crecimiento del pasto. En el trópico alto, las gramíneas de crecimiento erecto de porte alto presentan menor calidad nutricional en comparación con las que crecen en otros trópicos. Por su parte, los forrajes de crecimiento erecto de porte bajo, semierecto y rastreros del trópico bajo presentan menor valor de proteína y mayor valor de FDN, que se refleja en un bajo valor energético. Un perfil nutricional bajo limita la expresión de los animales en términos de eficiencia y reproducción con resultados económicos limitados en el corto y mediano plazo.
Entre tanto, el volumen de agua caída por las precipitaciones (mm) y su distribución durante el año es otro factor que afecta el crecimiento y la calidad nutricional de los forrajes por su estrecha relación con los factores bioquímicos y fisiológicos que regulan los procesos biológicos de la planta. Así, tanto el exceso como la escasez de precipitaciones pueden desencadenar estrés en los cultivos forrajeros. En este sentido, un exceso de lluvia en suelos mal drenados causa anoxia en las raíces y afecta su respiración aeróbica, absorción de minerales y agua. (Lea: La planeación es esencial para usar correctamente los forrajes)
Ahora bien, el estrés por sequía afecta el comportamiento fisiológico y morfológico de las plantas, por ejemplo, se reduce el crecimiento de los tallos y se aumenta la proporción de hojas, que son características propias del retraso en la madurez de las plantas. En sequias cortas, se disminuye la concentración de la pared celular en las hojas y tallos de los forrajes, aunque sucede de forma variable en sus componentes estructurales, por la necesidad que tiene la planta de mantener altos valores de carbohidratos en formas solubles durante los ajustes osmóticos. En sequias de larga duración se presentan dos fenómenos que influyen negativamente sobre el contenido de proteína cruda en los forrajes: el primero es causado por la baja absorción del N del suelo debido a su mineralización; el segundo fenómeno está asociado a que reduce la movilización de N, capturado en la parte aérea de la planta en el proceso de marchitez y su baja fijación simbiótica en el suelo.
Igualmente, el manejo de las pasturas influye directamente sobre la producción de masa forrajera y la calidad nutricional del forraje; por lo tanto, identificar la edad y altura adecuadas de pastoreo es fundamental para hacer un correcto aprovechamiento de estos, sin llegar a afectar el rebrote y su persistencia en las praderas.
El valor nutritivo de los recursos forrajeros tiene una estrecha dependencia con la edad o estado de madurez de la planta. Durante el proceso de crecimiento, la planta incrementa rápidamente su contenido de materia seca al presentar cambios en sus componentes orgánicos e inorgánicos. Luego de llegar al estado de madurez, la formación de los componentes estructurales ocurre a mayor velocidad que el incremento de los carbohidratos solubles y los componentes nitrogenados; esto se debe a que la proporción de tallos aumenta con relación a las hojas. En la medida en que se aumenta la edad de la planta, la pared celular de sus tejidos se va lignificando, lo cual se ve reflejado en un bajo valor nutricional.
La altura de corte o pastoreo de los recursos forrajeros es determinante en su dinámica de crecimiento por la incidencia de la remoción de los puntos de crecimiento que ocurren durante la cosecha y el balance de carbohidratos de reservas. Cuando el corte o pastoreo se realiza a alturas muy bajas, según el hábito de crecimiento de la especie, se afecta drásticamente el crecimiento vegetativo en la primera etapa de crecimiento debido a que la planta no cuenta con un área foliar remanente capaz de fotosintetizar. Lo anterior condiciona a que el crecimiento dependa únicamente de las reservas orgánicas de la planta.