Implementar estas prácticas no solo mejora la salud y la productividad de los animales, sino que también se traduce en ventajas competitivas en el mercado, mayor rentabilidad y sostenibilidad a largo plazo. Trabajar con buenas prácticas y bienestar animal no solo es una responsabilidad ética, sino también una estrategia inteligente para mejorar la rentabilidad. (Lea en CONtexto ganadero: BPG, un sistema que permite mejorar la producción del hato ganadero)
Marcos Giménez Zapiola, consultor agropecuario en Argentina, explica que las personas muchas veces no se interesan por el bienestar animal porque “nadie se los paga”.
A pesar de ser cierto que implementar estas estrategias no genera una ganancia o pago monetario directo, hay que pensar que si el ganadero produce animales con buenas prácticas y bienestar animal, “el producto es mejor. Es decir, la carne de un animal bien tratado, por ejemplo en el embarque y el transporte, es mejor porque se tienen menos perdidas”, asegura Giménez Zapiola.
Cuando suceden estos golpes en el transporte, la parte del músculo que se ve afectada suele no ser pagada de la misma manera en el frigorífico, que una zona sana que no ha sufrido ningún tipo de afectación.
Los animales que se encuentran en un ambienta adecuado, con suficiente espacio, alimentación balanceada, acceso a agua limpia, y bajo condiciones de manejo que minimicen el estrés, suelen tener mejor rendimiento.
De acuerdo con Giménez Zapiola, “cuando se produce con mayor calidad, el comprador llama al productor para aumentar los precios. El secreto cuando se tiene el control del negocio es quién llamó, por lo que en teoría, implementar prácticas de bienestar animal y buenas prácticas sí genera una ganancia monetaria”.
Esto quiere decir que los productores que implementan buenas prácticas y bienestar animal pueden mejorar significativamente su reputación, tanto a nivel local como global. Esta reputación no solo atrae a más clientes, sino que también puede ser un factor determinante para la obtención de financiamiento o apoyo institucional.
Según Giménez Zapiola, otro concepto de beneficios no económicos que se obtienen con estas prácticas son los costos y beneficios invisibles, “que como no aparecen en la contabilidad de la finca, se piensan que no son costos. Por ejemplo, disminución en la preñez por mal manejo, es un costo. Muchas veces la tasa de preñez es baja porque se hace IATF y sacan el 50% y están felices de la vida, pero no cuentan que un 50% lo perdieron”.
En ese orden de ideas, aunque la implementación inicial de buenas prácticas y bienestar animal puede representar una inversión importante, los costos a largo plazo suelen disminuir. Un manejo adecuado reduce la incidencia de enfermedades, lo que significa menos gastos en tratamiento veterinarios y menor mortalidad.
Finalmente, hay que tener claro que los animales saludables tienen mejores tasas de reproducción, lo que incrementa la rentabilidad de la operación ganadera. (Lea en CONtexto ganadero: Conozca la guía para determinar las buenas prácticas en una finca)