Con instrumentos sencillos, los productores podrán cuidar los suelos, evitar la degradación de los mismos y optimizar la cantidad de pasturas; lo cual beneficiará al hato y sus niveles de producción.
Cuantificar la cantidad de pasto o forraje que existe en un área determinada, ese es el concepto de esta actividad que permite medir la productividad del suelo para la actividad ganadera. Sin embargo, en el país muchos productores bovinos reconocerán la cantidad de animales, pero no la producción forrajera.
Es necesario hacer de esta una costumbre, a través de las mediciones de biomasa verde (aforos) que se producen previo al pastoreo, con el fin de ajustar la carga animal, dependiendo el predio; es decir, mantener cargas adecuadas por hectárea, el período de ocupación y de descanso en los espacios, lo que se conoce como manejo de praderas.
Una vez se establecen estos elementos, se puede conocer la reducción total, estimada y proyectada de forraje, calculando la disponibilidad del alimento por cosecha y teniendo en cuenta factores como la reserva para el rebrote posterior, el pisoteo, el tamaño de los lotes y la carga animal. (Lea ‘Establecimiento y manejo de praderas’)
Para la siembra de pastos es ideal realizarlo una vez finaliza el período de lluvias, ya que de esta forma se pueden tomar los correctivos previo a la plantación. Las herramientas para llevar a cabo esta actividad dependen de la disponibilidad del productor y de la humedad del suelo, aunque en su mayoría se usan palas, un balde plástico para recolectar las submuestras, bolsas plásticas para empacarlas, marcadores permanentes para la identificación y cajas de cartón para enviar las muestras al laboratorio. (Lea ‘Semillas forrajeras: clave para contrarrestar invierno en Putumayo’)
Escoger los 4 o 6 sitios más representativos en todo el predio para reflejar el volumen total de pasto que hay en todo el predio, luego demarque un área, en cada uno de ellos de un metro por un metro, usando tablas de 10 centímetros de ancho y 120 de largo, forme un cuadro y asegure con tornillos en cada una de las esquinas.
Una vez demarcados los sitios, use la mano, de tal forma que simule el corte que haría el animal al consumir el pasto, posteriormente pese el pasto, el peso total de este lo divide por el número de cuadros cosechados y de esta forma se obtiene la cantidad que se debe producir por cada metro cuadrado.
Teniendo en cuenta que en el país la calidad del suelo varía y también la estacionalidad climática, es necesario llevar a cabo la medición constante del pasto, con el fin de ajustar el tamaño de los potreros y la cantidad de animales. (Lea ‘Las praderas tropicales, propicias para mejorar la ganadería en Santander’)
Con el uso de esta práctica el ganadero podrá optimizar el pastoreo de su predio, lo que beneficiará la producción cárnica y láctea.