La expresión adecuada del celo es fundamental para garantizar una inseminación exitosa y, en última instancia, una producción lechera sostenible a lo largo del tiempo. Sin embargo, diversos factores fisiológicos y ambientales pueden influir en la manifestación del celo, tanto de manera individual como en interacción, como lo explican los veterinarios Juan Vicente González Martín y Ángel Revilla Ruiz (Lea en CONtexto ganadero: Aprenda cómo manejar los celos antes del periodo de espera voluntaria en bovinos)
En este artículo se explora en detalle cada uno de estos factores:
Factores fisiológicos
1. Número de partos y su impacto en el celo: Los expertos dicen que, si bien es cierto que las novillas muestran celos más intensos y prolongados que las vacas multíparas, esta última categoría enfrenta desafíos adicionales. El aumento en el número de partos está asociado con una mayor producción de leche, lo que conlleva a un metabolismo más acelerado y, por ende, a una menor duración e intensidad del celo.
2. Producción de leche y su influencia en el celo: La alta producción de leche puede afectar negativamente la expresión del celo debido a su impacto en el metabolismo hormonal de la vaca. Un metabolismo más acelerado puede resultar en una menor duración e intensidad del celo, lo que dificulta su detección.
3. Condición corporal y su relación con el celo: De acuerdo a González Martín y Revilla Ruiz, “la pérdida excesiva de peso después del parto es un factor directamente relacionado con el anestro posparto, la fertilidad a la primera inseminación y la posterior mortalidad embrionaria”. Esta excesiva baja en el peso aumenta la incidencia de problemas metabólicos y podales, lo que afecta negativamente la manifestación del celo.
Factores ambientales
1. Tipo de suelo y su impacto en el comportamiento sexual: El tipo de suelo en el que se encuentran las vacas puede tener un impacto significativo en su comportamiento sexual y, por ende, en la expresión del celo. Los suelos de tierra o praderas son preferibles a los de cemento, ya que proporcionan una superficie más cómoda y segura para el movimiento de las vacas.
2. Rutina de trabajo y su impacto en la detección del celo: Según González Martín y Revilla Ruiz, “idealmente, los celos se deben observar dos veces al día, mañana y tarde, fuera de los momentos en que la vaca está yendo o viniendo de la sala de ordeño, amarradas para trabajos rutinarios, desplazándose para comer o beber, etc”. La rutina de trabajo inadecuada puede interferir con la detección del celo, especialmente si las vacas están sometidas a estrés durante largos periodos o si hay una alta densidad de animales.
3. Cojeras y su impacto en la actividad y expresión del celo: Para nadie es un secreto que una vaca coja, incluso con cojeras leves, pasa más tiempo tumbada y, por lo tanto, manifiesta peor los celos. Los profesionales exponen que “hay estudios que muestran como las vacas cojas tienen menos actividad y se dejan montar menos veces durante el celo. Pero además esas vacas cojas van menos a comer por lo que pierden peso. Si la cojera sucede alrededor del parto las vacas sufrirán problemas metabólicos con inmunodepresión, metritis y anestros prolongados”. (Lea en CONtexto ganadero: Detección del celo en novillas, clave en la reproducción de su hato)