Los autores partieron de a conclusión del filósofo francés René Descartes, que en la primera mitad del siglo XVII sostuvo que “los cuerpos de los animales y los hombres actúan enteramente como máquinas, y se mueven de acuerdo con leyes meramente mecánicas”.
En los siguientes tres siglos, el pensamiento científico osciló entre la visión mecanicista, según la cual los animales son “autómatas” que se mueven sin sentido de su propia existencia, y una visión opuesta donde estos tienen pensamientos y sentimientos similares a los de los seres humanos.
En “El origen de las especies” (escrito en 1859), las ideas de Charles Darwin sobre la evolución comenzaron a despertar dudas acerca de la visión mecanicista del comportamiento animal. (Lea en CONtexto ganadero: El temperamento de los bovinos es heredable, ¿cómo puede aprovechar este dato en su predio?)
De acuerdo con Grandin y Deesing, “Darwin observó que los animales comparten muchas características físicas” y creía que la selección artificial y la selección natural estaban íntimamente asociadas, delineando la teoría de la evolución sin tener ningún conocimiento de genética.
En “El origen del hombre” (1871), concluyó que los rasgos del temperamento de los animales son heredados. También creía, como muchos científicos de su época, que los animales tienen sensaciones subjetivas y pueden pensar. Para estos científicos que estudiaban el comportamiento animal en situaciones naturales, el enfoque mecanicista no podía explicar todas las conductas.
El conductismo
A mediados del siglo XX, el pensamiento científico revirtió nuevamente hacia el enfoque mecanicista, y en Estados Unidos se impuso el conductismo. Los conductistas dejaban de lado tanto los efectos genéticos sobre el comportamiento como la capacidad de los animales para adentrarse en soluciones flexibles a los problemas.
El fundador del conductismo, J. B. Watson, afirmó que las diferencias en el ambiente explican el comportamiento, y no creía que la genética tuviera efecto sobre la conducta. Por su parte, el psicólogo B. F. Skinner en “El comportamiento de los organismos” (1958) escribió que todo comportamiento puede ser definido por medio de los principios de estímulo-respuesta y del condicionamiento operativo.
Grandin entrevistó a Skinner en la Universidad de Harvard en 1968. Ante una pregunta de ella sobre la necesidad de hacer investigación sobre el cerebro, él respondió: “No necesitamos saber acerca del cerebro, porque tenemos el condicionamiento operativo”. (Lea: ¿Cómo puede medir la conducta de su ganado? Conozca algunas claves)
Este utiliza recompensas y castigos para entrenar a los animales y modelar su comportamiento. En un experimento simple de la Caja de Skinner, una rata puede ser entrenada a empujar una palanca para obtener comida cuando se enciende una luz verde, o a presionar rápidamente una palanca para evitar un choque eléctrico cuando se enciende una luz roja.
Sin embargo, el comportamiento de una rata en una Caja de Skinner es muy limitado. Solo aprende a empujar una palanca para obtener comida o evitar un choque. Los principios de Skinner detallan por qué una rata se comporta de cierta manera en los confines estériles de una caja plástica, pero no revelan mucho sobre el comportamiento de una rata en el basurero local.
En el caso de las vacas, el autor Mario Sirvén explicó que la “bajada” de la leche, como respuesta natural estímulo producido por la presencia de un ternero. Cuando esta misma respuesta se obtiene con otro tipo de estímulos al natural, como la llegada del operario que va a ordeñarla o la entrada del animal a la sala de ordeño, el reflejo se llama “condicionado”.
Al igual que las ratas de Skinner, señaló las vacas también reaccionan en el momento del ordeño dependiendo del tipo de estímulo que reciban. Por ejemplo, si el buen ordeño es placentero, la “bajada” de la leche será más fácil. En cambio, con las pezoneras que causan dolor será más difícil esta respuesta.
Así mismo, los cambios en la rutina también ocasionan cambios en la respuesta. “Estas y otras observaciones explican por qué el buen trato y la rutina de procedimientos producen un mejor reflejo de bajada de la leche, logrando un mayor vaciamiento de la glándula y una menor incidencia de mastitis”, detalló.
Y concluyó diciendo que “la suma de una buena predisposición, dada por el ambiente y la rutina, más los estímulos específicos (táctiles sobre la piel de los pezones) da como resultado un mejor reflejo y como consecuencia un mayor flujo y una menor cantidad de leche retenida”.
Instintos versus aprendizaje
La influencia de Skinner en el pensamiento científico se debilitó en 1961, tras la publicación del artículo “La inconducta de los organismos” de Breland y Breland, donde describían cómo los principios skinnerianos chocaban con los instintos. Esto lo evidenciaron cuando trataron de aplicar los principios del condicionamiento operativo a los animales de ferias y circos.
Luego de entrenar más de 6000 animales tan diversos como renos, cacatúas, mapaches, delfines y ballenas para ser exhibidos en zoológicos, museos de historia natural y programas de televisión, entre otros, los Breland escribieron el artículo afirmando que su preparación no los “había preparado para el choque de algunos de nuestros fracasos”.
Uno de estos ocurrió cuando intentaron enseñar a unos pollos a permanecer quietos durante 10 a 12 segundos sobre una plataforma antes de recibir una recompensa alimenticia. Los pollos se quedaban quietos sobre la plataforma al principio del entrenamiento, pero una vez que aprendían a asociar la plataforma con la recompensa alimenticia, la mitad de ellos (50 %) comenzó a arañar la plataforma, y otro 25 % desarrolló otras conductas tales como picotearla.
Los Breland experimentaron otro fracaso cuando trataron de enseñar a mapaches a poner monedas en una alcancía. La tarea fue fácil al principio, pero a medida que el entrenamiento avanzaba, los mapaches comenzaron a retener las monedas para pedir comida y se pusieron cada vez peores a medida que pasaba el tiempo.
Entonces, llegaron a la conclusión de que los comportamientos innatos se suprimían en las etapas iniciales del entrenamiento y a veces durante, pero a medida que avanzaba, los instintos para la obtención de alimentos reemplazaban gradualmente a los condicionados. Los animales eran incapaces de superar sus comportamientos instintivos, y entonces ocurría un conflicto con los condicionados.
Como recuerda la Universidad Estatal de Ohio, las vacas tiene bastante instinto maternal y a veces es difícil de manejarlas. Muchos bovinos demuestran fuertes instintos territoriales y desarrollan sentimiento de propiedad en los corrales o potreros. Los animales movidos a la fuerza pueden tener un comportamiento impredecible.
La etología y la etología bovina
Al otro lado del océano Atlántico, en Europa, mientras que Skinner y sus compatriotas trabajaban en el condicionamiento operativo, comenzaba a desarrollarse la etología. Esta consiste en el estudio del comportamiento animal en su ambiente natural, y el interés primario de los etólogos es el comportamiento instintivo o innato.
“Básicamente, los etólogos creen que los secretos del comportamiento se encuentran en los genes del animal y en la forma en que esos genes han sido modificados a lo largo de la evolución para enfrentar entornos particulares”. Esta tendencia se originó con Whitman, que desde finales del siglo XIX consideraba a los instintos como reacciones congénitas, que son tan constantes y características de cada especie.
El interés primario de los etólogos es entender los mecanismos y la programación que producen patrones innatos de comportamiento, así como las motivaciones por las cuales los animales se comportan de la forma en que lo hacen. (Lea: Genética y ambiente predicen el comportamiento productivo del animal)
Konrad Lorenz y Niko Tinbergen catalogaron el comportamiento de numerosos animales en su medio ambiente natural. Juntos desarrollaron el etograma, que es una lista completa de todas las conductas que un animal despliega en su entorno natural. El etograma incluye los comportamientos innatos tanto como los adquiridos.
En mamíferos, un experimento hecho por Fentress a principios de los setenta con ratones demostró que estos los mamíferos tienen patrones de comportamiento instintivo propios de cada especie, que no requieren de aprendizaje. Cuando les amputó una parte de la pata, estos cerraban los ojos antes de pasar sus garras por sus ojos a la hora de lavarse la cara, aun cuando la pata inexistente no les tocaba la cara.
Respecto a la etología bovina, se define como el estudio del comportamiento del bovino ya sea en condiciones naturales o como respuesta a las prácticas de domesticación impuestas por el ser humano. El comportamiento del ganado depende de la raza, edad, sexo, y de las condiciones ambientales en las que se desarrolle, pero como anotó Grandin, presentará ciertos patrones de comportamiento propios de su especie.
En su monografía, la médica veterinaria zootecnista María Paz Machado indicó que el bovino es bastante previsible, siempre y cuando no se conduzca a la fuerza a hacer cosas que haría de buen grado. “Este ha sido uno de los principios esenciales de la etología del bovino, para poder determinar las técnicas adecuadas de manejo de esta especie”, añadió.
La profesional explicó que la importancia del estudio de la etología bovina “radica en que los animales que son tratados con la mayor aproximación a las condiciones naturales de su especie”, con lo cual se puede alcanzar un máximo rendimiento, eliminando o minimizando las fuentes de estrés que podrían alterar su equilibrio productivo.
En sistemas de producción intensivos, los animales pueden tener altos niveles de estrés, pero si tiene un conocimiento adecuado del comportamiento bovino, la aplicación de la etología se puede convertir en una ventaja competitiva que permite aumentar la eficiencia. Además, como se trata de una tecnología de procesos o de capital intelectual, su costo será cero.
De acuerdo con la autora, si bien los animales aprenden con el maltrato, también pueden aprender fácilmente con un buen trato. Al manejar al bovino sin apuro, en silencio y sin presión, se pueden transportar en calma por las instalaciones. (Lea: ¿Qué tipos de sonidos o movimientos alteran al ganado bovino?)
Estas prácticas se resumen en tres hábitos: darle tiempo al animal, darle espacio y darle una salida. A través del entendimiento del comportamiento bovino, como funcionan en forma individual y en grupos, se podrán generar técnicas de manejo ideales para cada uno de los sistemas de producción y podrán evitarse una serie de conflictos comunes
¿Cómo se trabaja la ciencia del comportamiento hoy?
Jerry Hirsh, de la Universidad de Illinois, escribió un artículo en 1963 donde ponía énfasis en la importancia de estudiar las diferencias individuales. Según él: "Las diferencias individuales no son por accidente. Son generadas por propiedades de los organismos, que son tan fundamentales para la ciencia de la conducta como las propiedades termodinámicas lo son para la ciencia física".
Hoy en día, los científicos reconocen las contribuciones tanto de los enfoques conductistas como de los etológicos para entender el comportamiento. La neurología ha demostrado que los cerebros de las aves y los mamíferos están construidos con el mismo diseño básico: tronco, sistema límbico, cerebelo y corteza cerebral. Esta es la parte del cerebro que se utiliza para el pensamiento y la solución flexible de problemas.
Además, todos los animales poseen patrones motores innatas y propias de cada especie, que interactúan con la experiencia y el aprendizaje para formar la conducta. Ciertas conductas de los animales, salvajes o domésticos, se rigen básicamente por programas innatos e invariables.
Sin embargo, hay otras conductas donde los factores más importantes son la experiencia y el aprendizaje. Un principio básico a tener en cuenta es que los animales con cerebros grandes y complejos se rigen menos por los patrones innatos de conducta.