De acuerdo con la Unidad de Planificación Rural Agropecuaria, Upra, el 70 % de la frontera agrícola nacional tiene aptitud lechera, de las cuales 5.3 millones de hectáreas (4 %) son de alta aptitud, 7.331.076 cuentan con aptitud media y las restantes 15.402.371 son de baja aptitud, para un toral de 27.158.062 hectáreas.

La identificación del potencial de producción lácteo es fundamental para la definición de estrategias de política pública, la planificación del uso eficiente del suelo y el ordenamiento productivo territorial. (Lea: Sector lácteo debe reinventarse y ampliar su portafolio, dice estudio de Bancolombia)

Para la identificación de las zonas, la UPRA analizó tres componentes: físico, socioecosistémico y socioeconómico.

En el primer caso se tuvieron en cuenta nueve criterios: condiciones climáticas, disponibilidad de nutrientes, disponibilidad de humedad, toxicidad por sales, sodio y aluminio, capacidad de laboreo, susceptibilidad a pérdida de suelos, disponibilidad de oxígeno, condiciones de enraizamiento y susceptibilidad fitosanitaria.

En cuanto al componente socioecosistémico se tuvo en cuenta el estatus ecológico, apropiación y acceso al agua, comodidad animal, sanidad animal, integridad ecológica, cambio de cobertura y balance de carbono. (Lea: ¿Cómo se ha visto afectada la industria láctea de cada país por el Covid-19?)

Respecto al aspecto socioeconómico se tuvo en cuenta la infraestructura y logística, avalúo catastral y presunta formalidad, disponibilidad de mano de obra, asociatividad e institucionalidad, seguridad ciudadana, indicadores económicos, cultura ganadera y condiciones de vida.

También para el diseño y consolidación del mapa, se tuvieron en cuenta las áreas de reglamentación especial que tienen alguna condición para el desarrollo de la actividad pecuaria, independiente de la categoría de aptitud, requieren de un análisis complementario de tipo legal, social, cultural o ambiental.

Así mismo, las exclusiones legales que corresponden a las zonas en las cuales por mandato de la ley o reglamento no se permite el desarrollo de actividades ganaderas, dado el carácter estratégico para salvaguardar el patrimonio natural, cultural o socioeconómico del país.

Para el director de la UPRA, Felipe Fonseca Fino, “este es un compromiso fundamental, primero trabajar conjuntamente y unir esfuerzos tanto públicos como privados para que la formulación de esta política, de estos insumos que van a definir la hoja de ruta para promover un campo mucho más competitivo, una ganadería no solamente sostenible desde el punto de vista ambiental, sino para que su mercado y la economía en el campo redunde en el beneficio de los productores del país”. (Lea: Sector lácteo latinoamericano: realidad y desafíos)

Por su parte, el ministro de Agricultura y Desarrollo Rural, Rodolfo Zea Navarro, señaló que “en la medida en la que podamos planificar la producción del sector lechero y el sector cárnico, todos vamos a ganar, es un ejercicio que nos va a servir a todos, que nos va a permitir incrementar productividad, generar rentabilidad y hacer más competitivo los dos subsectores”.

El objetivo es continuar trabajando para mejorar la competitividad del sector en el marco de una mayor asociatividad, mejor calidad, fomento al consumo y fortalecimiento del esquema de agricultura por contrato, indicó Fonseca.

De acuerdo con la entidad, la cadena láctea en Colombia, es de gran importancia a nivel económico, produce al año 7.500 millones de litros de leche, lo que representa un 12 % del PIB del sector agropecuario.

Asimismo, su aporte social es significativo: vincula de manera permanente y en todas las etapas de producción a más de 700.000 trabajadores.

Para aprovechar mejor ese potencial se requiere afrontar varios desafíos como la informalidad, la baja productividad, las nuevas tendencias de consumo, temas de sostenibilidad ambiental y la baja escala de producción.

Actualmente, el consumo de leche per cápita de Colombia es aproximadamente150 litros al año y tiene una tendencia creciente, y tiene un potencial de aumentar 20 litros per cápita al año para alcanzar las recomendaciones internacionales de consumo emitidas por la FAO y la OMS.