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actinomicosis bovina

Foto: redmidia.com

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Actinomicosis bovina: diagnóstico, prevención y tratamiento

por: - 31 de Diciembre 1969

La actinomicosis es una enfermedad que muchos ganaderos habrán visto alguna vez en su finca. Una vaca comienza con un abultamiento en una rama de la mandíbula, mucho más raramente en el maxilar superior, que crece y crece hasta deformar la cara de la vaca completamente.

La actinomicosis es una enfermedad que muchos ganaderos habrán visto alguna vez en su finca. Una vaca comienza con un abultamiento en una rama de la mandíbula, mucho más raramente en el maxilar superior, que crece y crece hasta deformar la cara de la vaca completamente.

Esa enfermedad está producida por una bacteria de tipo bacilo pero que forma filamentos semejantes a hifas de hongos, denominada Actinomyces bovis. De acuerdo con la revista científica Frisona de España, la bacteria se puede encontrar en la nasofaringe, en todo el aparato digestivo y en la vagina de animales sanos. Esta bacteria no tiene capacidad de invadir la mucosa sana, por lo que parte de una herida que facilite la entrada al interior del organismo. (Ver: ¿Cómo detectar, prevenir y tratar la actinomicosis bovina?)

Se cree que su forma más común de ingreso es aprovechando la erupción o la caída de un diente de leche. Normalmente el hueco que deja la pieza dentaria perdida se llena con un coágulo de sangre, detritus y saliva que en poco tiempo cicatriza a la vez que surge el nuevo diente definitivo. Pero en ocasiones una bacteria puede encontrar en ese hueco las condiciones idóneas de falta de oxígeno, anaerobiosis, para crecer. Debido a que el hueco que dejan las piezas dentarias inferiores no puede drenar tan fácilmente como el de las superiores, esas infecciones se producen con más facilidad en la mandíbula que en el maxilar superior. (Ver: Prevenga la actinomicosis, cáncer que afecta la mandíbula del ganado)

Al inicio de la infección, la bacteria produce una afectación del hueso del alveolo dental, una osteomielitis piogranulomatosa, o sea, con granulomas que tienen en su centro pus con gránulos amarillentos de uno a dos milímetros denominados “gránulos de azufre” en los que se encuentran cúmulos de bacterias. Las lesiones evolucionan de forma crónica destruyendo el tejido óseo. El organismo de la vaca reacciona formando más hueso y el resultado es una mandíbula que llega a alcanzar dimensiones muy grandes, con una estructura ósea semejante a una esponja y con la pérdida de piezas dentarias.

Otra vía de entrada de la infección es la causada por el consumo de forrajes bastos o punzantes, henos con cardos, con espinas o muy leñosos, que lesionen la mucosa oral.

Diagnóstico de la actinomicosis

Una característica que hace que el diagnóstico se haga tarde es que la infección no produce fiebre y no parece causar dolor. Los animales afectados comen normalmente y siguen produciendo leche hasta que la gran deformación de la mandíbula, unido a la pérdida de piezas dentarias dificulta la masticación.

En los casos avanzados es común que se abran bocas en la parte ventral o lateral de la mandíbula abultada y drene pus espeso, inoloro, con grumos amarillentos característicos, “gránulos de azufre. Posteriormente dado lo evidente de la deformación el diagnóstico es muy fácil. El diagnóstico diferencial hay que hacerlo con otras infecciones purulentas que pueden deformar de manera semejante la cara de la vaca o la ternera.

Tratamiento de la actinomicosis

Al igual que otras infecciones que cursan con la formación de granulomas como la tuberculosis o la micoplasmosis, el tratamiento es problemático. Hay dos productos eficaces frente al Actinomicosis bovis, las sales de yodo y la estreptomicina. Si el tratamiento se aplica al inicio de la infección puede ser eficaz, pero lo normal es que cuando nos percatamos de la enfermedad ésta está muy avanzada poro que los medicamentos no alcanzan fácilmente el interior de los granulomas, por ello se necesitan tratamientos muy largos de incluso meses. Y con todo y eso, en muchas ocasiones, lo único que se consigue es detener la evolución de la enfermedad por un tiempo.

Las sales de yodo se pueden aplicar por vía oral o parenteral y debe hacerse en dosis altísimas, tanto que la recomendación era suministrar el tratamiento hasta que se llegara a provocar síntomas de intoxicación por yodo: descamaciones cutáneas en forma de caspa, diarrea, anorexia, lagrimeo y tos. Se han usado preparados de farmacia como el yoduro potásico o el yoduro sódico, o preparados comerciales. Pero en la actualidad, debido a que el yodo es un metal que la vaca lo excreta por la leche y su consumo excesivo es perjudicial para la salud humana, el suministro de yodo en la dieta de las vacas a través de los correctores vitamínico-minerales o de bolos de liberación ruminal lenta está muy regulado, las cantidades que aportan son muy bajas y los preparados medicamentosos que contienen yodo no están permitidos para ganado vacuno.

Prevención de la actinomicosis

La prevención total de la enfermedad no es posible dado que la bacteria es un habitante normal de la flora digestiva, respiratoria y genital de la vaca. Se sabe que el uso de forrajes bastos, muy secos y pinchosos que puedan herir la boca de los animales es un factor predisponente. También se sabe que, aunque la bacteria se puede encontrar en las vacas sanas, cuando tenemos un animal afectado, especialmente si ya tiene fístulas dentro de la boca o en el exterior de la mandíbula que excretan pus al exterior el ambiente y especialmente los bebederos y comederos pueden contaminarse y facilitar nuevas infecciones.