Animales no son lo único que le hurtan los delincuentes a los ganaderos colombianos. A diario se deben extremar los cuidados pues los amigos de lo ajeno se interesan en objetos que usted puede ni imaginarse. Conozca de cuáles se trata.
El abigeato es el azote de los ganaderos, un delito al que se viene sumando el hurto de todo tipo de enseres en los predios rurales de Colombia y que ha generado que la intranquilidad sea habitual entre quienes se encuentran trabajando en el campo.
De acuerdo con José Taborda, reconocido ganadero en el municipio de Curumaní, departamento del Cesar, los maleantes están dedicados también al robo de los techos de las fincas. (Lea: Fedegasán pide apoyo ante creciente ola de inseguridad)
“En días pasados, personas inescrupulosas ingresaron en la noche a mi finca y barrieron con los tejados de los saladeros para los ganados. Esto, más además de afectar la economía y productividad de la explotación, demuestra la descomposición social que se vive en la zona”, aseguró Taborda.
Según Andrés Jaramillo Bernal, presidente ejecutivo del Comité Departamental de Ganaderos de Caldas, hasta los objetos más mínimos vienen siendo sustraídos. (Lea: La mala hora de los ganaderos del Casanare)
“Los ladrones asaltan las fincas y se llevan los equipos móviles de ordeño, afectando las acciones diarias en los predios lácteos. Incluso, en algunas fincas ganaderas se han robado las cantinas que quedan sueltas en las praderas”, apuntó Jaramillo Bernal.
Por su parte, Hernán Araujo Castro, presidente de la Federación Nacional de Fondos Ganaderos, Fedefondos, indicó que además de este tipo de enseres, la maquinaria liviana presente en los predios también es blanco de los malhechores. (Lea: 5 compromisos de Fuerzas Armadas para blindar seguridad ganadera)
“Utensilios como motosierras, guadañadoras o motobombas son sustraídas de las fincas en horas de la noche. Aunque son casos exóticos, son acciones que afectan al gremio”, aseveró Araujo Castro.
Los productores aseguraron que para corregir el aumento de hurtos de esta índole, es indispensable la presencia del Estado, pues más allá de realizar patrullajes rurales se necesitan políticas públicas en materia de empleabilidad y calidad de vida para el campo colombiano.