La ovinocultura ha ganado un importante terreno en el país durante los últimos años. Esta actividad ancestral se ha convertido en sinónimo de rentabilidad y eficiencia gracias al proceso de formalización y enfoque empresarial que están impulsando los productores y asociaciones nacionales.
La llegada de los ejemplares ovinos al país tiene sus orígenes en la época de la conquista, hace más de 500 años. En aquel entonces, los españoles introdujeron animales de lana, provenientes de Europa, y también de pelo, originarios de África. Hoy, varios siglos después, el consumo interno y la rentabilidad que genera esta actividad muestran que su producto final está llegando a la mesa de los colombianos a la misma altura de la carne de res, cerdo y pollo.