La anemia infecciosa equina es viral y afecta a los caballos, asnos y cebras, ocasionando altas pérdidas económicas en la industria equina debido al desmejoramiento de la condición de los animales, y reducción del valor comercial, o la muerte.
Prevalece en criaderos cerca de áreas pantanosas y con malezas, ya que su agente causal es un lentivirus de la familia Retroviridae, presente en todos los países del mundo, de acuerdo con un blog de Agrocampo.
Esta anemia implica una disminución considerable en la cantidad de los glóbulos rojos y/o en la hemoglobina, situación que conlleva una disminución del oxígeno en los músculos y órganos, y el rápido deterioro del cuerpo del animal.
La enfermedad se transmite de manera mecánica, mediante el contacto, transferencia o manipulación de sangre de los animales infectados. Así mismo, la vía más común de contagio es por medio de artrópodos hematófagos (tábano, la mosca de los establos y Aedes Japonicus) que actúan como vectores.
En este caso, las moscas pican al animal, intentando alimentarse directamente, ya sea del mismo equino o de otro cercano, ingiriendo sangre infectada. La infección perdura en la boca de los insectos durante un breve período de tiempo y es poco probable que se propague a huéspedes distantes. (Lea en CONtexto ganadero: Cómo seleccionar y cuidar a un caballo de finca)
Aunque el virus se transmite principalmente por la sangre, ya que las moscas picadoras son vectores del virus, a menudo la infección se propaga mediante agujas, instrumentos quirúrgicos, sondas nasogástricas y enseres de limpieza contaminados. Es posible, además, la transmisión transplacentaria, calostral, lactal y venérea.
Signos clínicos
Su sintomatología se presenta de varias maneras, siendo el cuadro sobreagudo el menos frecuente, donde el caballo muere súbitamente antes de presentar signos clínicos.
Generalmente, se caracteriza por un inicio agudo con signos de un trastorno hemolítico grave que puede provocar manifestaciones crónicas de anemia: Fiebre crónica, ictericia, edema, caquexia (trastorno alimentario, daño orgánico, debilidad física).
Usualmente, estos síntomas son visibles durante la primera y cuarta semana post-infección. En ocasiones, se considera una enfermedad invisible en la que muchos ejemplares muestran síntomas leves o ninguno cuando se exponen por primera vez. No obstante, se convierten en portadores subclínicos del virus para el resto de su vida.Aunque la anemia se puede intuir teniendo en cuenta las señales clínicas y las lesiones anatomopatológicas, existen numerosos métodos para detectar la infección. (Lea en CONtexto ganadero: Tenga cuidado con el manejo de su equino)
Uno de ellos es el diagnóstico clínico. Es necesario prestar atención cuando se ve una pérdida de peso, edema y fiebre intermitente. También se debe considerar cuando varios caballos presentan estos signos, sobre todo al ingresar nuevos animales a la manada o cuando ha muerto un miembro de la misma.
También está el diagnóstico diferencial que incluye otras enfermedades febriles como arteritis viral equina, púrpura hemorrágica, leptopirosis, babesiosis, estrongiloidosis o fasciolosis severa, intoxicación por fenotiazina, anemia hemolítica autoinmune y otras enfermedades que causan fiebre, edema y/o anemia.
Para su detección, esta afección requiere de análisis de serología y de métodos moleculares. Las pruebas serológicas más comunes y fiables son la de inmunodifusión en gel de agar (AGID) y los ensayos por inmunoabsorción ligados a enzimas (ELISA). La primera debe utilizarse para confirmar los resultados positivos en la segunda.
Los niveles de anticuerpos son muy variables, y fluctúan debido a la naturaleza mutante del virus. Los antígenos para la AIE se pueden preparar a partir de cultivos de tejido infectados, a través de la tecnología del ADN recombinante. Hasta la fecha no se conoce referencia alguna sobre posible transmisión de la enfermedad en los seres humanos.
En la actualidad, no existe tratamiento o vacuna preventiva disponible en el mercado, por lo que la prevención de la enfermedad se limita a reducir el número de vectores biológicos lo máximo posible. De igual forma, será factible adoptar medidas higiénicas básicas, especialmente todas aquellas que prevengan la transmisión vía sangre-sangre. (Lea en CONtexto ganadero:
Además, una excelente medida es garantizar que los animales cuenten con sus propios aperos, arreos y bebederos. Evitar el uso compartido de estos implementos, en especial si no tiene forma de determinar la salud de todos los animales que los utilizan o no se desinfectan tras usarlos, preverá que se conviertan en canales de transmisión.