Luego del fracaso que tuvo el gobierno de Gustavo Petro con la reforma a la salud que hundió el Senado y que ahora busca hacerla interviniendo las EPS para tener el control del sector, surge una nueva zozobra y es la posibilidad que el presidente se tome el Banco de la República.
De acuerdo con la columna del exministro Jorge Humberto Botero en CONtexto Ganadero, el primer mandatario culpa al Emisor del pobre crecimiento de la economía por no haber bajado las tasas de interés con la rapidez que quería el presidente, sin pensar en las consecuencias de esta medida.
Se le olvida o no sabe el presidente que el propósito del Banco es controlar la inflación, lo cual se hace con las tasas de interés ya que, de lo contrario, con precios altos los más afectados son las clases menos favorecidas que son las que tanto dice defender el mandatario, señaló el exministro.
Según lo expuesto por Botero en su columna, “toca ahora concentrarse en defender el Banco de la República, así, por su anclaje constitucional, goce hoy de protección, escudo que sería inútil en el caso de una revolución para rehacer las instituciones, una amenaza que hoy luce remota”.
El consenso actual sobre banca central se soporta en que la inflación es un problema monetario, derivado de un desequilibrio entre la masa de dinero en circulación y la oferta de bienes y servicios que el aparato económico puede generar. Tal exceso se elimina bajando temporalmente el crecimiento económico. (Lea en CONtexto ganadero: La “bolita de cristal” del B de la R)
Botero argumentó que “cuando se trata de gobiernos populistas que, además, son impopulares, el objetivo es tomarse el banco central para usar la capacidad de emisión como un recurso fiscal. La postración de Argentina que dejó el clan de los Kirchner es elocuente: destruyeron la moneda, el empleo productivo y la economía”.
Lo anterior, añadió, es pertinente porque un documento reciente del Ministerio de Hacienda sostiene que la inflación actual es causada por un exceso de utilidades empresariales. “Bajo esta hipótesis, carece de sentido que exista un banco central. Bastaría que se impusieran –añado yo– impuestos al exceso de utilidades, sanciones a los empresarios que abusen de su posición dominante y, por último, controles de precios”.
Recordó que “la política de establecer gravámenes extraordinarios a cargo de ciertas empresas se ha usado en varios países, y en la reciente reforma tributaria de Petro, un esquema que habíamos graduado de obsoleto en 1974 durante el gobierno de López Michelsen”. Las potestades para evitar acciones que alteren la libre competencia están incorporadas en la Constitución, y cuentan con un robusto aparato administrativo para prevenirlas y sancionarlas.
En cuanto al restablecimiento de los controles de precios, que se usaron en los años sesenta, manifestó Botero: “Propondría adoptarlos con celeridad. Podemos decir, y algunos creerán, que es un mecanismo de protección de los consumidores, que mucho nos serviría para meter en cintura a tanto empresario díscolo que no acompaña los programas del “gobierno del cambio”. Implementarlo puede ser parte del popurrí constituyente del que habla Petro”. (Lea en CONtexto ganadero: A la vista: Inflación y agentes especuladores)
Ni el Plan de Desarrollo
Así mismo, el exministro al hacer un balance de lo que ha sido este gobierno, destaca aspectos como la baja ejecución presupuestal y la pérdida de funcionarios de alto valor. El nuevo director del DNP, apenas posesionado, procedió a pedir la renuncia de los pocos funcionarios con capacidades técnicas que aún quedaban para hacer funcionar con eficacia la máquina del Estado en una entidad fundamental.
“El país tendría que horrorizarse por el desmantelamiento de Planeación Nacional, una institución cuyos orígenes se remontan a 1936, año en el que se dispuso la intervención del Estado en la economía. Desde entonces, esa entidad había estado a cargo de los planes de desarrollo y del diseño de las políticas públicas que, luego, se confiaban a ministerios, otras entidades nacionales y territoriales, para su ejecución. Los vientos huracanados del petrismo han debilitado estas estructuras”, expuso.
Y agregó: “Sé, por protagonistas directos de la película, que Petro repudia su propio Plan de Desarrollo, al que considera producto de la traición de la tecnocracia a sus ideas. En adelante, nos moveremos en función de las iras y los pálpitos del presidente, que ejecutará el sacristán obsecuente de una secta dogmática, al cual, además, no se le dan las matemáticas”, como él mismo lo confiesa.
En estas circunstancias, será muy difícil darle dinamismo a la ejecución del gasto, salvo que se use el modelo Olmedo López, el de los carrotanques de La Guajira, tan parecidos a los camiones recolectores de basura de la alcaldía de Petro que jamás lograron operar. Ese esquema no produce bienestar social, aunque enriquece a algunos funcionarios, concluyó Botero.