Dijo textualmente el señor Urrea: “El alto precio de la carne en el mercado nacional es un reflejo de varios factores, en especial del auge de la exportación del ganado en pie que, además de sustituir la exportación de carne con valor agregado a mercados como Asia y África, tiene un efecto especulativo en el precio de los animales, lo que afecta el ciclo ganadero e impacta el suministro y el precio de la carne para los colombianos”. Esto, además de faltar a la verdad, muestra un concepto errado de lo que es seguridad alimentaria, vergonzoso en un funcionario de ese nivel.
Acertadamente la ministra de Agricultura y Desarrollo Rural, Dra. Cecilia López, encomendó al Consejo Nacional de la Carne Bovina y Bufalina, del cual hago parte desde FEDEGAN, que junto con la UPRA realizáramos una mesa técnica para identificar y valorar las causas del incremento de los precios de la carne al consumidor final. En esta mesa también tiene asiento el sr Urrea y allí –siendo el escenario natural– es donde debería sustentar sus teorías económicas y de mercados, las que en esta instancia se han desvirtuado, pero aun así insiste en desinformar a la opinión pública.
Como sucede con la leche, es claro que el consumo de carne por habitante es reflejo más de indicadores macroeconómicos –como el ingreso per cápita– y de los hábitos de consumo, que del precio del litro o del kilo. No desconocemos que el precio por unidad sea importante, pero claramente no es el único factor en la decisión del consumidor. Lo mismo sucede con la exportación de ganado en pie, que NO ES –como lo mal manifiestan desde ASOFRICOL– que sea la única ni tampoco la más importante causa del incremento del precio de la carne al consumidor colombiano.
El consumo de carne bovina en la última década ha disminuido alrededor de un 16%, pero no sólo por temas de precio sino como un resultado multifactorial en el que incluyen de manera importante las campañas anti-consumo –basadas en mentiras o verdades a medias–, así como el impacto de la ganadería en el cambio climático, la deforestación, y nutricionales y de salud. Incluso, la moda juega un papel importante en este comportamiento del consumo.
Y volviendo al encargo de la ministra sobre el estudio detallado de las razones del alto precio de la carne a los colombianos se ha llegado –con cifras en mano, con indicadores y análisis serios– a varias conclusiones, como que en el precio al consumidor el kilo en pie pagado al ganadero –quienes somos los que la producimos– participamos en escasos 53% a 63% del precio de venta al consumidor a pesar de ser, en últimas, los que costeamos todo el peso de la producción. Esta variación depende del canal de comercialización que permite precios diferenciales en donde no participa el ganadero.
La industria frigorífica nacional –que por años se han convertido en su gran mayoría en simples prestadores del servicio de degüello y no han innovado por ejemplo en llegar directamente al consumidor final con cortes y empaques sin intermediación–, cobra en promedio por el desposte por bovino $70 mil, por el costo de faenado por bovino con refrigeración $130 mil, a lo que se adiciona la Cuota de Fomento Ganadero por bovino $25 mil y el impuesto por degüello por bovino $27 mil. Esto es, dicho de otra manera, que la industria del faenado recibe entre el 3,4% y el 4,1% del valor pagado por los consumidores por cada kilo de carne en los diferentes cortes.
Así las cosas, existe aún un amplio porcentaje de precio al consumidor que oscila entre el 43,6% y 32,9% que se queda en un canal de comercialización donde existen actores que poco o nada agregan al valor al producto. Explicar entonces el alto costo de la carne al consumidor, acusando al gremio ganadero que le pone el pecho al sol, a la lluvia y a los altos costos de producción para entregarle a los consumidores proteína animal que aporte a la nutrición y ahí si contribuir a la seguridad alimentaria del país, es, por decir lo menos, una verdad a medias. Urrea está buscando el muerto rio arriba dirían los abuelos.
Es allí, en los altos costos de producción por efectos de los altos precios de insumos como fertilizantes y no en los mercados de exportación de ganado en pie, donde está parte de la razón del incremento en el precio del ganado. Y en la ineficiente cadena de comercialización y la especulación en esta cadena donde se debe buscar la baja en el precio al consumidor.
Olvidan en ASOFRICOL –con el aplauso de reconocidos políticos enemigos públicos de la ganadería y los ganaderos– que la exportación de ganado en pie, que dicho sea de paso se realiza en el país con todos los protocolos de bienestar animal, se ha reducido en 2023 y que es escasamente el 1,3% de todo el inventario bovino nacional, mientras que el precio de la carne al consumidor ha aumentado. Olvidan, también en su mal intencionado análisis, que el precio de ganado pagado al ganadero en 2023 ha disminuido mientras que el precio de la carne al consumidor sigue en aumento.
Y algo fundamental. El faenado formal de ganado se ha reducido drásticamente y en cambio el clandestino –con abigeato y carneo de por medio– se ha fortalecido desde la pandemia y en los últimos meses soportado en la creciente inseguridad del país. Aquí es donde debemos encaminar los esfuerzos en bien del sector y del país en general.
¿No será entonces que las causas de este aumento tienen su origen multifactorial, más en temas de inflación, de devaluación, de ineficiencias del canal de comercialización y de especulación de actores por fuera de la cerca de nuestros potreros? Yo estoy seguro de que sí.
Si trabajamos unidos como cadena, mejoramos nuestros procesos antes que atacar a otros y buscamos innovar y ser eficientes y sostenibles; seguramente podremos brindar a los consumidores mejores productos y a precios justos. Esa es nuestra invitación como ganaderos.
Ricardo Arenas Ovalle. Médico Veterinario. Especialista en Finanzas y Negocios Internacionales Especialista en Gerencia de empresas agropecuarias. Consultor agroindustrial. Experto en producción y calidad de leche.