A pesar de contar con número importante de familias dedicadas a la lechería, con una producción especializada importante, y ser el cuarto país productor de leche de América Latina, este sector permanece sumido en una crisis que no lo deja avanzar y que castiga fuertemente al productor primario.
Para un observador desprevenido, las cifras de la cadena láctea son extraordinarias, pues en el país se dedican más de 320 mil familias a la producción de leche.
La gran mayoría de ellas consagradas a la ganadería de doble propósito (DP), la cual aporta el 55 % de la producción nacional, en tanto que la lechería especializada contribuye con el restante 45 %.
Más aún. Nuestro país se ha posicionado como el cuarto productor de leche en América Latina, después de Brasil, México y Argentina, con un volumen de 7.257 millones de litros en 2018.
Y mejor aún. La producción lechera ha mostrado una tendencia creciente, desde un poco menos de 2.000 millones de litros en 1979, a 5.295 millones de litros en el año 2000, hasta alcanzar los 7.257 millones de litros estimados para 2018.
Lo destacable es que esta dinámica creciente en la producción ha sido posible por la implementación de mejores prácticas ganaderas en alimentación, manejo del ganado y mejoras genéticas en nuestros hatos ganaderos.
Dinámica que ha permitido la generación de empleo directo en leche especializada de 7,9 empleos por cada 100 animales, y en doble propósito de 5,5 empleos. En resumen, es una actividad rural que da empleo a más de 650 mil personas.
Las 5 imperfecciones estructurales
Sin embargo, todo ese esfuerzo productivo y su importancia estratégica para la seguridad alimentaria de los colombianos, resultan anuladas por las imperfecciones de la cadena. Veamos:
1. Mucha leche y poca industrialización
De un total de 7.257 millones de litros producidos en 2018, la industria solo acopió 3.381 millones de litros, equivalentes al 47,7 % del total. El restante 52,3 % (3.713 millones de litros) no ingresan a ese canal transformador para imprimirle valor agregado, aunque una parte importante se destina a la producción de quesos artesanales que surten otras industrias.
2. Muchos oferentes y pocos compradores
Cerca de 320 mil ganaderos ofreciendo su leche, mientras que apenas 5 industrias captan el 56 % del acopio formal y las primeras 10 el 79 %.
3. Mucha leche para estratos altos y muy poca para estratos bajos
El estrato 1 de la población consume apenas 39 lts/hab/año, que es un volúmen que está muy por debajo de la recomendación nutricional de la FAO, mientras que el estrato 6 consume 193 lts/hab/año
4. Elevados costos de producción
Absorben los aumentos en productividad y se suman a los bajos precios para castigar el ingreso del productor. Entre diciembre de 2007 y enero de 2019 el precio sin bonificaciones de un litro de leche se incrementó en 45,4 %, mientras que los costos de producción en lechería especializada subieron 77 % y los de doble propósito 64 %. (Lea: Leche y rentabilidad)
5. Crecimiento de las importaciones
Las importaciones de leche en polvo no se justifican en un país cuya industria no adquiere más de la mitad de la producción a sus productores locales, pero que es un volumen importado que presiona a la baja el precio pagado al productor.
A lo anterior se suman las importaciones de lactosueros, que superan los requerimientos reales de la industria alimenticia.
Pero, además, las importaciones que se derivan de los TLC firmados, no se compensan con un nivel equivalente de exportaciones a los mismos mercados.
Las consecuencias no pueden ser otras que la existencia de un conflicto de precios permanente con la industria, en donde la regulación para proteger a los productores no es efectiva. Valga señalar que las bonificaciones voluntarias por calidad, etc. ya están desapareciendo.
Y dado que los productores no son formadores de precio, pues siempre el resultado final es pérdida del ingreso para el productor ganadero.
Lo grave de todo este escenario, es que cada vez el productor lechero minifundista se empobrece más. Hay ahí un grave problema social para el amplio segmento de producción minifundista que demanda soluciones, más ahora que el cambio climático los está impactando fuertemente.
Para ampliar este tema consulte el Plan Ganadería Colombiana – Hoja de Ruta 2018 – 2022.