Mariana Navarro Sanint es una joven veterinaria y zootecnista, buiatra de corazón, que heredó de su bisabuelo, de su abuelo, su tio abuelo, y su madre –Luis, Guillermo, Darío y Clemencia Sanint– la pasión por la ganadería, y de sus padres, valores éticos que le han servido a lo largo de su carrera ganadera. Aceptó hablar con CONtexto ganadero para comentarnos la visión de su ganadería y de este sector, así como los retos que ha tenido que afrontar siendo mujer ganadera en un entorno masculino, sobre los cuales deja unas enseñanzas para muchas mujeres de Colombia que no necesariamente están en la ganadería. Admira mucho a sus mayores porque le permitieron tener una infancia muy alegre, bajo un constante aprendizaje. Toda esta crónica lo narra de la siguiente forma. “Mi mamá, Clemencia Sanint, administró la finca de mi abuelo por 16 años. Con mis padres y mis dos hermanos le dabamos vuelta a la finca los domingos, como 6 u 8 horas a caballo, contando el ganado y pasandolos de potrero cuando correspondía. Yo creo que aprendí a caminar y a montar a caballo al mismo tiempo. Los lotes eran numerosos y mi abuelo decía que debíamos contar las patas y dividir por 4 para saber si estaban completos. Cuando se hacían los controles de vacunación y pesaje, yo anotaba. Me acuerdo que anotaba el nombre del animal y el peso. Desde cuando aprendí a escribir me pedía anotar todos los datos. Teníamos también una lechería y, junto con mi papá, era feliz llevando los datos y sacando indicadores. Por problemas de seguridad tuvimos que salir de la finca en el 2000, y me desconecte de la vida en la finca. Tuve diferentes actividades, entre esas estudiar cocina. Estuvimos por fuera 7 años, cuando regresé a unas vacaciones, me di cuenta que lo que más me gustaba, y añoraba, era la ganadería. Hasta los 18 años fui campesina, y de potrero. Durante los años que vivi en la finca esperaba con ansias los días libres para hacer todas las labores con los trabajadores, y cuando tu diversión se convierte trabajo siempre lo disfrutaras. Trabajar con vacas En esos años estuve haciendo muchas cosas distintas. Cuando me encontraba sin saber muy bien que hacer, antes de entrar nuevamente a la universidad, uno de mis hermanos me pregunto: ¨¿Usted que pagaría por que la dejaran hacer?¨ Mi respuesta fue: ¨Trabajar con vacas, con ganado.¨ Y así supe que quería estudiar. Empecé Veterinaria y Zootecnia en la Universidad de Caldas y terminé en la Universidad Tecnológica de Pereira. Estudié y trabajé al mismo tiempo. Trabajaba con mi abuelo, creando un programa en Excel para llevar todos los indicadores que el quería ver, y aprendiendo con el administrador de la ganadería, Luis Fernando Gonzáles, que hoy sigue siendo un asesor de algunos de la familia. Aprendí mucho trabajando con mi abuelo y con Luis Fernando. Me habían dicho algunas veces que entrar en el medio ganadero, como mujer y además ¨tan femenina¨, no era fácil. Luis Fernando me motivó a estudiar Medicina Veterinaria y Zootecnia, argumentando que además de gustarme y tener algunos conocimientos, tenía el carácter necesario para hacerlo. Mi primera negociación en subasta La primera vez que subasté un ganado, como en 2008, fue muy divertido, poque a pesar que todo el mundo me conocía, siempre me habían visto como la niña. Yo levanté la mano y el paletero me miraba como preguntándome, ¿de verdad?, y yo que sí que es mío. Como tres veces le tuve que decir que, sí. Tenía un amigo que me decía que las subastas no eran lugar para las mujeres. Siempre crecí ahí, nos gustaba ir desde pequeños, además como los que me conocen siempre están pendientes de quién esta al lado de Mariana, y de quién le habla a Mariana. Hay mucha gente que me cuida. Respetarlos y respetarse uno He tenido muy claro, porque me lo enseñaron en mi casa, que para que me respeten tengo que respetar. Un cuerpo femenino siempre va a ser atractivo para el hombre, y si estoy en un ambiente masculino, me puedo ir muy femenina pero nunca provocativa porque tengo que generar respeto. Yo voy a la subasta a trabajar. Hacerse respetar es respetarlos a ellos y respetarse a uno. Esa es una de las cosas que me ha ayudado mucho en la vida. Hay una cosa muy difícil: ser querido pero manteniendo el límite para que no le coqueteen a uno. Y no todo el mundo lo entiende, porque hay muchos que piensan que si uno es querido, se sienten con derecho de echarte piropos o hasta tirarle un beso, y NO. En ese momento tiene que ponerse uno ya no tan querido para que ellos se den cuenta que por ahí no es. Se nos olvida que hay que ponernos en el lugar del otro Se nos olvida frecuentemente que hay que ponerse en el lugar del otro, en todo. “Una vez un empleado de toda la vida –que ya falleció–, no estaba muy contento de que la niña que él vio crecer fuera su jefe, habíamos tenido varias diferencias, y un día le tuve que decir: ¨Lo siento mucho. Siento mucho que su jefe sea una mujer, y que sea yo, pero así es.¨ Algunas veces toca tener un poquito de dureza, dicen que a veces se me va la mano en ser sería. Hay que ser respetuoso, entender al otro, pero hay que poner límites, o si no se la montan a uno. Compro en subasta y soy exigente en la carcaza Me gusta comprar hembras que yo sé que van a tener una finalización espectacular a los 420 kilos. Me fijo en el hueso, la forma de la cara –que no sean muy criollitas–, la capacidad toráxica, el anca y las patas del animal me dicen mucho. En general me fijo en el cajón completo. Eso es sólo acostumbrar el ojo. La ganadería hay que volverla empresa En eso hay que trabajar, en que los ganaderos entendamos que la ganadería no es un negocio de juego. Tenemos que tener muy claro todos los datos, las finanzas. Desafortunadamente nos dedicamos a quejarnos y a echarle la culpa a los demás, al gobierno y a pelear, pero no son cosas que podamos cambiar facilmente. Uno ve que hay un montón de ganaderos que se quejan, pero no saben cuánto les cuesta producir un litro de leche. Es una cultura muy difícil de modificar. Hemos logrado hacerlo un poquito, gracias a los programas del Fondo Nacional del Ganado y algunas secretarias municipales. Además de quejarnos, copiamos lo que hay en otros países. En realidad uno no puede ni copiar lo que hace la finca del lado, cada empresa es distinta. Las empresas se apoyan pero ninguna de copia. En los cambios generacionales es donde hay que trabajar más. Antes la ganadería daba mucho, pero además no se pagaban parafiscales, y uno de los problemas grandes que hay ahora es que hay mucha gente en el campo que está en edad de jubilación, y no se puede jubilar porque el patrón nunca pagó. Hay una parte social que ha ido cambiando pero todavía falta mucho. La labor del empleador es hacerle entender al empleado la importancia de su seguridad social, su pensión y demás, para la protección de él y de su familia. Si no puedo meter al trabajador en la seguridad social (por el Sisben), esa persona no trabaja conmigo. Es que tener trabajadores sin seguridad social es un riesgo muy grande, pero siempre pensamos que eso le pasa al otro y no a uno. Hay que trabajar para otras empresas Uno debe ver las cosas desde otra perspectiva. Debe estar constantemente aprendiendo. Tuve la oportunidad de trabajar con Harry Sasson y aprendí mucho. Su éxito se debe a que él trabajó mucho en otros restaurantes y cuando ya había entendido el negocio, se decidió a tener el propio. En la finca para uno tener un ordeñador, uno debe saber ordeñar, porque se tiene que saber qué se le está pidiendo a la gente. De lo aprendido en otras fincas que se aplica a la propia, es que hoy llevamos un software y datos con mucho cuidado; trabajamos mucho en el pastoreo y últimamente en el bienestar animal y de los empleados. En esto quiero hacer énfasis en que hay que entender que mejorar este bienestar no es un gasto sino una inversión, los trabajadores tienen que trabajar en ambientes cómodos. La inversión debe ir a favor de los trabajadores y de los animales para que la empresa funcione. Financieramente eso es complicado, porque no podemos desconocer los problemas que tenemos de mano de obra, y porque los costos aumentan y la leche sigue siendo al mismo precio, pero eso nos obliga a ser cada día más productivos. El tema de las razas Tenemos una lechería con ganado Blanco Orejinegro (BON) puro, cruces con BON, y llevamos unas Gyrolando y unas Jersey. Es una lechería que da algo de flujo de caja, escaso en la ceba, y permite ver qué pasa con el Blanco Orejinegro y sus cruces, a comparación de otras razas. Eso está bien por ahora, más adelante será una lechería especializada. Creo que en el país hay demasiadas razas. Si uno va a producir leche donde se da la Holstein, pues hágale con la Holstein. El pecado ha sido el mismo de siempre: traer cosas de afuera y no creerle a las propias. Todas las razas tienen cosas buenas y cosas malas, la raza perfecta no existe; el BON tiene algunas cualidades beneficiosas para corregir deficiencias de otras razas. El Romosinuano, que es una raza espectacular para carne, se la llevaron del país y ahora nos la devuelven en el Senepol. Las razas criollas siempre se han hecho a un lado. La Lucerna para leche era buenísima, el Blanco-orejinegro con cruce Brahman es bueno para carne. Se debe buscar darle rusticidad a algunas razas. Me gusta trabajar con el ganado criollo porque tiene la ventaja de que es taurus y están adaptadísimas. En resumen, pasamos mucho tiempo buscando y no trabajamos en lo que ya tenemos. Tenemos que decidirnos y trabajar en esa raza y no estar cambiando por la que llegó nueva. Cebar toretes no novillos De vuelta al tema de la ganadería de la familia, en ceba tenemos cebú comercial, pero todo lo que tenga taurus, ojalá Romo, Simmental o Bon, lo dejamos, porque el F1 aumenta mucho mejor que el Brahman solo. Uno de los cambios que hicimos en la finca –con mi abuelo y el administrador, y llevamos datos para reafirmarnos en eso–, fue cebar toretes más que novillos. El novillo cuando está listo hay que venderlo no importa el precio que esté, en cambio el torete se puede dejar unos días más, además la finalización es menos grasosa y más bonita. Yo creo que esa es la raza para cebar. Aun no tenemos un consumidor exigente para adentrarnos con el Taurus unicamente. De vuelta a la lechería Decidí meterme a la lechería porque con las prácticas de la Universidad conocí mejor esta actividad. No las hice en el eje cafetero, como sería lo lógico, sino que pensé hacerlo en otra parte para aprender de otros sitios, y para hacer país. Por cuestiones de la vida terminé en Chiquinquirá, en la Oficina del Fondo Nacional del Ganado. Me lleve una gran sorpresa porque creía que, por ser una de las zonas lecheras más importantes del país, llevaban datos de una forma seria; y casi nadie lo hace, los de AsoHolstein y otros pocos. Los demás tienen un cuaderno. En el FNG aprendí de vacunación porque trabaje en el ciclo de aftosa, participe en la certificación de brucella y tuberculosis, visite ganaderos campesinos y reconoci las diferencias en la cultura ganadera. Yo no conocía alergias a la vacuna de aftosa, pero ahí en Chiquinquirá si me toco tratar varias. También me pareció muy interesante conocer las normas de ordeño y los campesinos de Boyacá que tienen sus vaquitas. La segunda práctica la hice en la Hacienda El Paraíso. Es una lechería que tiene muchos premios –tres ordeños al día, un pastoreo muy consciente de cómo se deben alimentar las vacas y aprendí bastante de manejo–. Después me fui a Estados Unidos. Quería saber cómo eran las lecherías grandes. Desde luego tienen mucha tecnología, pero me hacía falta ver las vaquitas comiendo pasto y sin sufrir de hacinamiento o encierro. Los feedlots no terminan de convencerme, ni las jaulitas de los terneros. Hacer país En esa práctica aprendí a conocerme a mi. Allí dure cinco meses y regresé a organizar algunas cosas de la finca. Paralelo a los trabajos de la finca –en donde me he concentrado en la parte administrativa–, quiero seguir adquiriendo experiencia para hacer país. Hacer país es crear una conciencia ciudadana de que el país lo tenemos que hacer todos. El país no lo hace un presidente, ni lo hace un gobierno. Todos hacemos parte del país por lo que todos debemos aportar nuestro granito de arena. En el sector de la ganadería aportar el granito de arena es hacer que el ambiente sea agradable para quienes trabajen ahí, sobre todo hacer que el campesino se sienta orgulloso de serlo, y lograr que quieran al país, que se sientan responsables de que al país le vaya bien. Eso se logra llevando información buena, para que logren hacer que su finca, o su pequeña parcela, les dé para subsistir. Evitando que empecemos a salir del ganado y llenar todo el campo de plásticos y terminar con todo industrializado porque el campo no sirve. Hoy en la ganadería al que sea juicioso, le funciona. Eso de comprar una cantidad de novillos y esperar a que engorden sin hacer nada –eso ya no. Hay mucha gente que lo ha entendido, que hay que aprender, estar actualizándose, y trabajando en grupo. Eso se despertó con los programas del FNG y con Ganadería Colombiana Sostenible y hay que seguir por ahí, respetando el medio ambiente, entiendo que las vacas son seres vivos. Eso es hacer país.