Nacido en una familia de ganaderos, Juan Carlos Herrena Barrero es un ganadero que ama tanto su trabajo que a pesar de los altos y bajos, nunca ha pensado en dejar esta actividad. Piensa que no hay que vivir atenido al Estado, pero que el sector si requiere de un gobierno investigando y no improvisando.
Como él mismo lo afirma, Herrera Barrero es descendiente de dos generaciones de ganaderos espinalunos, por lo que, desde su nacimiento, siempre ha estado involucrado con las vacas, caballos, ordeños, pastoreo y faenas de ganado, razón por la que no solo siente pasión, sino también mucho amor por los animales y por el campo.
Su historia en el campo comenzó, “como todos los ganaderos colombianos, empíricos, haciendo la ganadería que en el argot popular se llama de siete colores. En mi caso, doble propósito por necesidad, ya que la lechería es la caja menor y la ceba es útil para pagar las deudas, como decimos por acá”.
Para el protagonista de nuestra historia, el trabajo del ganadero colombiano no es fácil, pues mientras se es un mediano y pequeño trabajador del campo toca hacer sacrificios para sacar el negocio adelante y tener medios para subsistir.
Y es aquí, en donde aparece su amor por el campo, que es lo suficientemente grande para motivarlo a salir adelante y despertarse todos los días.
“Ser ganadero es como tener una familia, uno quiere las hembras, los machos, las vacas, los toros y sufre con ellos cuando se enferman, se enoja cuando son poco mansas, quiere más a las novillas y le da tristeza cuando hay que venderlas o sacrificarlas. Entonces qué mayor motivación cuando esos seres sintientes se levantan a comer para ayudarle a uno, es una maravilla”, expresa Juan Carlos.
Pero no es solo amor lo que siente por el campo, sino también motivos personales y nacionales que lo hacen preocuparse por tener ingresos propios, sacar su familia adelante y por velar por la seguridad alimentaria del mundo.
Juan Carlos dice que “no hay que olvidar que, con la pandemia, fuimos el sector que jalonó la economía del país y mantuvimos las mesas de los hogares colombianos sin angustias, a pesar de nuestro desorden productivo y la falta de organización”.
El mismo ganadero agrega que “gracias a esto, el país y la gente por fin reconocieron la importancia de los campesinos que somos los que producimos comida. Hoy dejamos de ser ese sector ignorado por la sociedad, ojalá que el país y los gobiernos se comprometan con nosotros y para demostrar que en el campo se vive mejor”.
Colombia es un país en donde día a día, los campesinos se despiertan a tempranas horas del día a ordeñar, pastorear y alimentar sus bovinos sin la ayuda de nadie. Muchas veces, descuidan a sus familias para cumplir con sus objetivos, por lo cual algunos al día de hoy quieren cambiar sus hábitos y modelos de trabajo no solo para tener mayor rentabilidad, sino también para ser más sustentables en el tiempo.
Nuestro experimentado ganadero afirma que “entre menos peleemos con la naturaleza, más éxito tendremos porque somos el país más diverso. Tenemos todos los pisos térmicos, nuestra luz solar es óptima, nuestras tierras y fuentes hídricas son abundantes, nuestro país es la tierra prometida”.
Para Juan Carlos, las personas en el campo y en el país son resilientes, ingeniosas, humildes y felices. “nuestros campesinos no dependen del Estado, aunque esperarían su apoyo. De la naturaleza aprendemos y no tratamos de imponerle nada, convivimos con ella como nuestra madre tierra, pues nos provee de todo y siempre nos perdona lo mal que la tratamos”. (Lea: Luis Guillermo Altahona, un líder que quiere ver que el Estado trabaje más por el campo)
Para nadie es un secreto que hoy son más los ganaderos que se están sumando a trabajar en pro del cuidado de la ganadería, por eso se están implementando modelos sostenibles que usan prácticas de silvopastoreo para hacer el campo más armónico con la naturaleza.
En palabras de Juan Carlos, “todas las buenas prácticas del momento recomiendan e insisten en el silvopastoreo, razas nativas, especies arbóreas nativas, es decir, que todo lo que copiamos del extranjero ha sido una pérdida de tiempo, porque no estamos sincronizados con nuestro entorno, con nuestras tierras, nuestros climas, y es ahí donde necesitamos a un gobierno investigando y no improvisando”.
Asegura que estos cambios, y las nuevas formas de ver el campo lo motivan a nunca abandonar el sector, pues por más dificultades que se le presente, si pudiera dejaría todo lo demás y solo se dedicaría a trabajar por el agro del país.
“¿Qué mejor destino que producir la comida para la familia, para los animales y para la sociedad? ¿qué haría el mundo sin los campesinos? Fíjese como somos tan ignorados que una niña citadina fue consultada por la mamá que de dónde salía el arroz y dijo que, del supermercado, por eso espero que la pandemia que pasó y las que vienen nos haya o les haya dejado alguna esperanza”, dice Juan Carlos. (Lea: Juan Camilo Tamayo visualiza a Colombia como líder agropecuario)
Del agro en Colombia no se vive, se sobrevive
Juan Carlos asegura que en nuestro país es muy difícil vivir, sobre todo cuando del agro se trata, pues en sus palabras dice que “del agro en Colombia no se vive, se sobrevive y por ello nos tenemos que apoyar en otros artes u oficios. Eso significa que trabajamos a media maquina y medio tiempo, además que no podemos vivir en nuestras fincas por la inseguridad o porque no tenemos todos los servicios públicos”.
Inseguridad que cada día se agudiza más, que vuelve más complejo el trabajo en el campo, pero, sobre todo, que hace más difícil que los productores puedan despertarse cada mañana motivados para salir a trabajar en su finca.
Es por esto que, a lo largo de su experiencia, muchos han sido los obstáculos que ha tenido que enfrentar, pues manifiesta que el campesino colombiano no tiene tiempo para protestar ni para la diversión, ni para gastos suntuosos o innecesarios, porque en todo eso, “el campesino se ahorra un resto. En Colombia todos los obstáculos se superan a punta de mucho trabajo, constancia y dedicación, sobre todo, nunca contar con el Estado es la clave de la superación, pues como dicen los tolimenses, quien vive tenido, vive jodido”.
Sin embargo, Juan Carlos asegura que el Estado se ha encargado de aportar servicios públicos y vías, que no están del todo bien, pero que aún con esas deficiencias, hay que buscar la manera de superar todo con ingenio.
En palabras de Juan Carlos, “como no hay créditos blandos, hay que ahorrar, como el mercado es salvaje, hay que producir más productos agropecuarios con menos costos. Trabajamos sincronizados con el clima, en invierno dosificamos los consumos para en verano alistarnos para el invierno”.
¡El campo lo tiene todo y le falta mucho!
Así como lo dijo Juan Carlos, el agro colombiano es una paradoja que ¡el campo lo tiene todo y le falta mucho!, pues “el campo colombiano y los productores agropecuarios deberíamos tener una protección especial estatal, pues no es posible que haya protección y estatuto para la minería, para todo tipo de trabajadores, para los consumidores, para las empresas y no haya protección y estatutos para los campesinos colombianos”.
El productor asegura que los campesinos colombianos están arrojados a su suerte, por lo que se pregunta ¿qué harían todos esos sectores en las grandes ciudades si los campesinos cada 8 días no llevaran sus productos frescos a las plazas de mercado, supermercados y a los hogares?
Según Juan Carlos, “está bien que destinemos nuestras rentas de juego y azar a la salud y está bien que invirtamos en educación, pero que buena salud podemos tener si no producimos los alimentos y cómo podremos educarnos sin alimentos en nuestros hogares, plazas y supermercados. El sector agropecuario y el campo deberían tener todo tipo de motivaciones y excepciones tributarias”.
Y finalmente, qué le falta por cumplir
Juan Carlos sostiene que más que un sueño, es un propósito y metas a corto, mediano y largo plazo, que es hacer de su empresa, una ganadería rentable, amigable con el medio ambiente y autosuficiente, por lo que, “si lo logramos, sí podemos soñar tranquilos”.