Esta líder llanera lleva la bandera de la transformación por un futuro sostenible, equitativo y productivo ante los retos que trae el cambio climático
Blanca Raquel Guerrero vive en la finca Sion, Parcela 26, en San Martín, Meta. Fue una de las fundadoras de la Asociación de Campesinos Desplazados, Asogranja, y es su actual presidenta. Pasó de ser víctima del conflicto armado a ser dueña de una finca altamente productiva de 19,5 hectáreas, y responsable por la conservación de 10,7 hectáreas de bosque. El trabajo que ha dedicado a su finca con ayuda del acompañamiento técnico del proyecto Ganadería Colombiana Sostenible la ha convertido en una fuerza en la comunidad. Su mensaje es que las prácticas de ganadería sostenible potencian la productividad, protegen del clima y devuelven la vida. Su éxito, casi sin darse cuenta, la ha convertido en una hábil gestora de la equidad de género en la comunidad ganadera. (Crónica: Ganadería y central genética Boga apuesta por el desarrollo del angus brangus)
Ganadería Colombiana Sostenible es una alianza de The Nature Conservancy (TNC), Fedegán, Cipav, Fondo Acción, bajo la supervisión del Banco Mundial, Financiado por el GEF y el gobierno británico. Brindó asistencia técnica y acompañamiento a los beneficiarios, quienes quieren optimizar los recursos en sus fincas de manera responsable. Es una de las estrategias para adaptarse al cambio climático, cuyas consecuencias son diversas y ya se han empezado a notar en las comunidades del Meta. Con transformaciones en curso, la equidad de género es una de las consecuencias positivas de las medidas de ganadería sostenible.
El inicio de Sion
Blanca Raquel vive en Sion hace 12 años, pero su llegada a San Martín tuvo obstáculos complejos que tuvo que enfrentar para volver a trabajar la tierra después de su desplazamiento de Puerto Toledo, en 1997.
A las siete de la noche del 3 de diciembre de 2004, 95 familias desplazadas por la violencia se instalaron en tierras que anteriormente pertenecieron a Gonzalo Rodríguez Gacha, quien, a su muerte, en 1989, poseía miles de hectáreas en los llanos, que permanecían baldías. Entre esas 95 familias se encontraban quienes esa misma noche, a su llegada, fundarían Asogranja, Blanca Raquel Guerrero y Mercedes Murillo, entre otros, para trabajar en sociedad por el bienestar de las víctimas ganaderas en el municipio de San Martín.
La gestión de Asogranja fue fundamental para apoyar el trabajo de sus representantes en el proceso de legitimar y legalizar el uso de la tierra. Fue un arduo trabajo el que realizaron, con constantes visitas al Congreso, en Bogotá, para exponer su caso. Para Blanca Raquel era bastante difícil viajar a Bogotá constantemente para dar cuenta de su situación, por lo que se basó en la ayuda de la asociación para lograr sus objetivos como sociedad. Esto mientras al tiempo conservaba el modesto trabajo limpiando basura en las vías del municipio de San Martín. Un trabajo que consiguió al explicar su situación de víctima. (Crónica: “Desde niño llevo la ganadería en la sangre y respiro por ella”: Villamil Torres)
En el proceso de obtener estos derechos, Blanca Raquel se vio obligada a renunciar temporalmente a la presidencia de Asogranja (permaneciendo como socia), con el fin de no afectar negativamente los derechos de los demás socios mientras ella resolvía su situación legal como víctima del conflicto, en Bogotá, así como otro beneficio que había recibido por sorteo en el marco de un proceso de donación de casas de interés prioritario. Tras años de procesos burocráticos y legales, Guerrero legitimó su derecho a las tierras recibidas del extinto Incoder, junto con los demás miembros de Asogranja.
Sion, antes de iniciar el proyecto, era un gran lote vacío donde no había nada, excepto un par de árboles frutales; no había sombra, pasto o comida para los animales, y el agua era variable y vulnerable a sequías. Con el paso de los meses y gracias a la llegada de GCS, Blanca Raquel intensificó el trabajo con la ayuda técnica en ganadería sostenible.
Ganadería sostenible para conservar la naturaleza
Guerrero ahora entiende que todo lo que hay en Sion puede ser productivo y mejorar sus ingresos. Siendo amigable con los recursos de su finca, sus animales, su bosque y sus tierras, conservándolos, la retribución es una mayor abundancia, y con ella, productividad. La productora entiende el potencial de una finca si explota sus recursos con una ganadería sostenible. Que los beneficios naturales, de hecho, potencian la actividad lechera de manera sostenible.
Blanca Raquel es la prueba del éxito de esta finca piloto para introducir la población ganadera en una transición cultural hacia la agroecología, con el fin de potenciar ambos medios como un mecanismo productivo de adaptación al cambio climático. (Crónica: En Hacienda Bruselas GX3, Brahman y Jersey son igualmente importantes)
El objetivo de la ganadería sostenible es hacer de la finca un sistema con un ciclo productivo: con un panal de abejas endémicas en el bosque se polinizan flores y árboles, también endémicos. A través de ello se nutren mejor los suelos, hay mejores pastos y las vacas se alimentan mejor, rindiendo mejores resultados en leche. Y en cada uno de estos procesos hay potencial de producción y venta (miel, flores y frutas, pastos), para sumar a la actividad base de la fincha lechera. Guerrero sentencia: “La polinización es solo uno de los beneficios del mundo que no vemos”.
El proyecto de ganadería sostenible se encargó de explicar a los beneficiarios la importancia de conservar. A través de la conservación, del cuidado y la plantación de nuevos árboles, aumentan biodiversidad y recursos. Con más diversidad de árboles, en la zona se protegen los niveles de agua; así se reducen las inundaciones, las sequías. Se trata de restaurar zonas que antes recibían impactos difíciles de mitigar, con el fin de frenar prácticas derivadas de la ganadería extensiva, como la deforestación. Blanca Raquel entiende claramente el rol de los bosques en la salud y productividad de las tierras, y en el recurso hídrico: “Las raíces de los árboles hacen que el agua no pierda el cauce, además de albergar vida”.
La transformación de las fincas, a los ojos de Raquel, es innegable: “Si no fuera por GCS, probablemente nosotros tendríamos los mismos potreros con las mismas vacas que tuvimos desde el principio. Los ingresos serían los mismos, muy escasos. Estaríamos acabando con los microorganismos. Estaríamos en una situación muy diferente”. Este cambio hacia el enfoque de la conservación les amplió la perspectiva a los ganaderos para usar la ganadería sostenible para potenciar su actividad económica.
A pesar del éxito de Sion, las limitaciones y los obstáculos se repiten como en los casos de los demás beneficiarios del proyecto: es costoso implementar las medidas de ganadería sostenible; con frecuencia, mucho más que la capacidad de inversión de estos ganaderos. Eso dificulta la sostenibilidad del proyecto a largo plazo. Pero esto no es más que un factor de motivación para Blanca Raquel. (Crónica: Eustorgia Méndez, productora que sueña con mejores oportunidades para el agro colombiano)
A los escépticos que dudan del impacto individual de las fincas, Guerrero responde con contundencia: “Conservar el bosque me da otro tipo de rentabilidad. Si tengo agua, puedo tener animales. Si no, no. El bosque me ha servido para evitar la variabilidad del clima. (…) Alguien me decía: ‘¿Usted considera que por hacer el trabajo en diez hectáreas va a hacer algo por el cambio climático?’ Y yo respondía: ‘Yo sí. Yo lo siento, lo creo y estoy segura de ello. Si nosotros no conserváramos este bosque, en épocas de verano no tendríamos agua”.
Sin embargo, el impacto real de estas prácticas es menor comparado con el gran número de ganaderos que aún no las implementan. Uno de los aprendizajes del proyecto ha sido el mensaje con que se debe comunicar los beneficios de los silvopastoriles. Como en el caso de Edilson, los ganaderos con escasos recursos necesitan incentivos más concretos que los beneficios ecológicos para motivarse a trabajar. Esos beneficios toman tiempo y trabajo, pero a largo plazo son mucho más abundantes que la producción inmediata ofrecida por la ganadería tradicional.
La presidenta de Asogranja respalda esta posición: “A las personas, y sobre todo a los de campo, nos toca convencerlos es con la parte económica. Hay quienes creen que se va a perder el tiempo plantando árboles frutales porque no puedo meter mi ganado ahí. Pero esa pérdida de tiempo a mediano plazo no es tal porque va a tener más ganado, ingresos por ese ganado, y además de esos frutales también puede sacar ingresos adicionales aparte del ganado. Ya no es solo ingreso del pasto, también el de los frutales que puede vender”.
Ese es un caso concreto, que fácilmente se puede ampliar al potencial ecoturístico dada la riqueza en biodiversidad que regresa a las fincas cuando se conservan los bosques. Blanca Raquel entiende que los valores ornamentales del bosque se pueden convertir en ingresos adicionales, y que solo se requieren capacitaciones y aprendizaje para hacerlo. (Crónica: Restaurar bosques, un camino para aumentar la producción ganadera)
Transformación basada en el conocimiento y la equidad de género
Entre las medidas de adaptación y de fortalecimiento de comunidades, con ayuda de Socodevi, se encontró una relacionada con el conocimiento y la equidad de género derivados de las estructuras sociales y familiares de la comunidad. Hicieron un ejercicio para entender la manera en que hombres y mujeres reaccionaban a talleres técnicos brindados por el proyecto.
Sobre los hallazgos: “Hicimos el ejercicio de hacer una reunión con mujeres y otra con hombres, y en cada una dijimos lo mismo. El resultado fue que las mujeres pusieron más atención que los hombres. Los hombres se ponen a hablar con el amigo. Consideran que ya saben lo que dice la capacitación, en cambio las mujeres no. Ellas ponen más cuidado, toman notas”, cuenta Blanca Raquel.
Estas pruebas han contribuido a mejorar la capacidad productiva de las fincas de ganadería sostenible a partir del conocimiento y de una implementación de los silvopastoriles. Todo gracias a una mejor toma de decisiones, como señala Guerrero: “En la toma de decisiones es que el marido fracasa porque no consulta. Ahorita nos estamos dando cuenta de que a muchas nos capacitaron para hacer los balances con los cerdos, con el ganado, si la leche está produciendo; y los esposos empiezan a entender ‘ve, esta vieja está aprendiendo cosas’”.
Estas capacitaciones han sido clave para entender el contexto de la toma de decisiones en las fincas y las prácticas de la región, según describe Raquel: “La esposa tiene muchos roles en una sola casa. En cualquier operación está participando, pero la mayoría de veces no es tenida en cuenta en las decisiones. El esposo decide ‘voy a comprar marranos’, y ya. La mujer está en todos los puntos de la finca, moviendo el campo, los animales y las familias, pero en el único que no está es en la toma de decisiones”. (Crónica: Coproleg, una cooperativa en constante crecimiento)
Lo que ha mejorado poco a poco las capacidades de las fincas ha sido un trabajo de conversación constante para comprender el rol de las mujeres en la comunidad. Un hallazgo de esta experiencia ha sido que las mujeres están en capacidad de potenciar las acciones de adaptación al cambio climático a través de mejores decisiones en el trabajo del campo. Las capacitaciones en administración de la productividad de las fincas con foco en las mujeres buscan un acercamiento a la equidad de género para potenciar las prácticas de ganadería sostenible y fortalecer los núcleos familiares.
Esta mejora productiva y económica es una de las banderas con que Raquel busca cautivar nuevos ganaderos, más allá de la equidad de género: “No necesitamos ser más que los hombres, lo que necesitamos es que nos den la igualdad. Necesitamos la igualdad entre hombres y mujeres en el rol que sea. (…) En la ciudad ya se da eso, que se comparten muchas cosas, pero en el campo no. Siempre he pensado que para poder incentivarlos a ellos a hacer algo toca liderar con el ejemplo”. Por eso su finca piloto es unas de las más diversas en medidas productivas para potenciar los beneficios de conservar bosque y la ganadería sostenible.
Este crecimiento de la mujer en el manejo de las fincas ha llevado a Asogranja a tener más representando la asociación. El enfoque hacia la equidad de género llevó el número de socios de 75 % en hombres y 25 % en mujeres, a inicios del proyecto, a 55 % - 45 % en la actualidad.
Ese lento pero seguro acercamiento a la equidad de género también les ha brindado el espacio para hablar de una transición hacia los más jóvenes. Este fenómeno tal vez sea el de más difícil solución en el contexto actual, ya que “en nuestras casas y nuestra cultura no existe el relevo generacional”, según Blanca Raquel. El problema de estos ganaderos se relaciona con uno más general del campo colombiano: los jóvenes migran cada vez más a las ciudades, y son los adultos mayores sobre quienes recae la presión del sector rural. (Crónica: Así contribuyó Santiago Vélez Garcés a las razas Brahman y Jersey en Colombia)
Los aprendizajes en ganadería sostenible son cada vez más y más variados, en materia de productividad, equidad de género y construcción de conocimiento local. Cada una de estas experiencias tiene impacto a largo plazo. Los resultados más valiosos de GCS están en el día a día de las fincas, pues los beneficiarios ahora tienen herramientas para solucionar sus problemas. Con una hoja de ruta clara, educación relevante para el contexto, un panorama optimista sobre el cambio cultural ganadero y la adaptación al cambio climático, nuevas generaciones se interesarán en restaurar la relación entre el trabajo de la tierra y la naturaleza.
Fuente: TNC.